lunes, 21 de junio de 2010

Economía. La contienda sobre la rigidez laboral. Por Juan Velarde Fuentes

La necesidad de una reforma muy a fondo del mercado laboral español ha sido puesta de manifiesto, de modo reiterado, por los especialistas españoles.

La necesidad de una reforma muy a fondo del mercado laboral español ha sido puesta de manifiesto, de modo reiterado, por los especialistas españoles. Hace años ya el benemérito Servicio de Estudios del Banco de España estimó la Nairu española, o sea la tasa de desempleo que no acelera la inflación. Ahora, acaban de actualizar esta estimación, y desde luego la han ratificado, los profesores de la Universidad Pablo de Olavide, Diego Romeo-Avila y Carlos Usabiaga Ibáñez, en su aportación «Presente y futuro del mercado de trabajo español» al volumen «El futuro de la economía española» (Cajamar, diciembre 2009). Encuentran que «para el conjunto del periodo analizado (1980-2008), la tasa de desempleo correspondiente a una tasa de inflación estable es del 12%. Si la tasa de desempleo fuese inferior a esa cifra se observaría una elevación de la inflación». Para comprender lo serio de esto, conviene tener en cuenta que, por ejemplo, la Nairu norteamericana «se suele situar en torno al 5-6%». De aquí surge una noticia muy grave sobre la constitución de nuestra economía. Si pretendemos acercarnos al pleno empleo crearemos una inflación tal que no podremos competir con el exterior, a no ser que nos salgamos del euro. Si así lo hacemos, la catástrofe caería sobre nosotros. Pero si permanecemos dentro, la falta de competitividad crea un déficit comercial que, por sí mismo frena el desarrollo y con ello, el empleo. Nos hemos metido en un callejón sin salida.

Y ello es así, porque la ley de Okun, que señala la vinculación entre la creación de empleo y el incremento del PIB, obliga, según los mismos investigadores, a un crecimiento anual en el PIB del 2,88%, y esto de modo continuo. Pero lograr esas tasas de crecimiento exige, en el caso de España tener una alta competitividad, lo que obliga a una alta productividad y una carencia de inflación. Para que se comprenda lo difícil de ese reto del incremento del PIB al 2,822 o más, conviene señalar que, desde 1850 a 2000, la economía española lo consiguió únicamente de modo discontinuo, salvo en cuatro periodos de más de tres años consecutivos. El primero, transcurre de 1954 a 1958, el basado en una política de sustitución de importaciones, que produjo lo que el profesor Torres llamaba una autofagia, o sea, una crisis exportadora que hizo necesario cambiar el modelo. El segundo, va de 1961 a 1974, año en el que lo liquida el choque petrolífero, porque uno de sus puntos de apoyo era una energía barata. El tercero es el que se inicia en 1985 y concluye en 1991. Recoge el impacto favorable de nuestra incorporación comunitaria, combinado con un fuerte y expansivo déficit presupuestario, altas tensiones inflacionistas y una notable llegada de capitales extranjeros a corto plazo, que al retirarse hacia Alemania, al finalizar la Guerra Fría, provocaron una fuerte crisis. Finalmente, a partir de 1997 se inicia la expansión que concluye en 2007 y que como llevaba, con claridad desde el año 2004, el plomo en el ala de un fuerte endeudamiento exterior, cuando en julio de 2007 se inicia una crisis financiera internacional, se hundió. En total, pues, desde 1850 a 2010 transcurren 160 años, y de manera continua sólo tenemos estos cuatro periodos y, por ello, un total de 37 años de clara creación de empleo, un 23% de toda esta etapa.

La raíz se encuentra en la existencia de un mercado laboral radicalmente diferente al de otros países. Lo malo es que esto se ha ido consolidando poco a poco. Primero con las decisiones de Largo Caballero. Luego con las de Girón. Recordemos el enlace básico de la Ley de Contratos de Trabajo de 1931 con la de 1944. Es algo que ha ido cristalizándose y en su consecuencia pasó a formar parte de nuestra cultura, como antaño para los empresarios formaba parte de ella el proteccionismo. Y como sucedió con éste, que ante una crisis muy grave, la de 1958, se inició su cambio radical, es posible que con la actual se origine algo parecido para el mercado de trabajo heredado. Como ocurrió con el citado proteccionismo, los economistas insisten en que o se cambia su rigidez, o los problemas de nuestra economía se agravarán más aún. Es el momento de pensar que ésta es una ocasión especialmente favorable porque es cierto lo que nos recordó en su conferencia «Las finanzas en la encrucijada» promovida el 25 de mayo de 2009 por José Manuel González-Páramo que había dicho Jean Monnet: «Los hombres no aceptan el cambio sino en la necesidad, y no ven la necesidad más que en la crisis». Y ésta es la mayor crisis económica que nunca ha sufrido España. Sin embargo, da la impresión, si no se modifica el proyecto actual, que será una oportunidad perdida.


ABC - Opinión

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