viernes, 18 de junio de 2010

Fomento del despido. Por Ignacio Camacho

Para que se note un toque socialdemócrata el Gobierno ha añadido por su cuenta… ¡el despido subvencionado!

VA a ser una escabechina. La reforma laboral teóricamente destinada a estimular el empleo ha acabado, por mucho que se trate de disimular con el eufemismo de la «flexibilización», en un decreto de fomento del despido. El pendulazo zapaterista ha pasado de negarse en redondo a tocar la protección de los trabajadores a dejarlos en la más desapacible de las intemperies; el líder rojo de los mineros de Rodiezmo ha alumbrado un marco legal que parece inspirado en el radicalismo liberal de Margaret Thatcher. Eso sí, para que se note un toque socialdemócrata el Gobierno ha añadido por su cuenta… ¡el despido subvencionado!, aunque la subvención sea sólo aparente (en realidad se trata de un prorrateo de costes) toda vez que el Fogasa lo nutren los propios empresarios. Ayudas oficiales para despedir gente: esto lo hace un gobierno de derechas y los sindicatos le queman el país por los cuatro costados.

Zapatero, que en su anterior y tan reciente etapa proteccionista insistía en que las reformas laborales no crean empleo, podía haberse conformado en su turboconversión con redactar una que al menos no lo destruyese. Al permitir a empresas en pérdidas —«con resultados negativos» dice el oscuro y ambiguo texto— el despido de empleados con 20 días de salario por año en lugar de los 45 vigentes, y crear además un nuevo contrato de indemnizaciones más bajas (33 días), el decretazoabre la puerta a una criba masiva del actual mercado de trabajo y constituye casi una invitación a reconvertir el tejido laboral. Cualquier asalariado con cierta antigüedad se vuelve sospechoso en una circunstancia en que la mayoría de las empresas están en apuros; sólo la tutela judicial podrá impedir, y ya veremos cómo, la liquidación efectiva de los derechos adquiridos.

Todo esto lo acaba de propiciar un sedicente Gobierno socialista, reconvertido por la necesidad de mantenerse en el poder tras haber fracasado en una política de despilfarro. El presidente que blasonaba de rojerío biográfico y vocacional ha triturado la protección laboral envainándose sin tapujos sus falaces proclamas retóricas, mientras sus amigos sindicalistas aplazan las protestas para no molestar hasta después del verano. Y la cúpula patronal se queja con la boquita chica; Zapatero y Díaz Marsanshan demostrado ser perfectamente complementarios. Se necesitaban dos líderes así para urdir esta chapuza.

Falta por saber la opinión del nuevo Partido de los Trabajadores, el PP reconstituido, facción cospedalista. Los nacionalistas catalanes ya han dicho que no le pondrán obstáculos al engendro; Durán Lleida podrá hacer otro discurso tremebundo que acabará echándole un cable a Zapatero. Los empresarios de su tierra se lo agradecerán y los democristianos son como Dios, ya se sabe: aprietan pero no ahogan.


ABC - Opinión

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