viernes, 18 de junio de 2010

El Gobierno que viene. Por M. Martín Ferrand

Cabe sospechar, en razón de la idiosincrasia del personaje, que será un nuevo Gobierno viejo.

ZAPATERO, convertida en mueca su vieja sonrisa, la del talante, culmina su semestre como presidente de la Unión Europea sin haber conseguido ninguna de las grandes metas que se había propuesto, y nos había anunciado, para bien aprovechar su posibilidad planetaria. Tal y como está Europa —tan funcionarial, tan anquilosada— no se puede hablar de ridículo, pero cerca le anda no haber culminado ni una sola de las grandes cumbres programadas. Ahora, tras haber oficiado como partero de una «reforma laboral» que tampoco pasará a la tabla de los momentos culminantes de nuestra Historia, ya solo le queda a José Luis Rodríguez Zapatero preparar —¿perpetrar?— el Gobierno con el que poder llegar, sin salir de La Moncloa, hasta las elecciones de 2012. Cabe sospechar, en razón de la idiosincrasia del personaje que será un nuevo Gobierno viejo.

José María Carrascal, revestido de filósofo en su magnífica autobiografía apócrifa de José Ortega y Gasset, le hace decir a su biografiado: «Un liberalismo socializado en una sociedad liberalizada era nuestro lema» —a finales del 1917, cuando con Félix Lorenzo y Nicolás María de Urgoiti, preparaba la salida del diario El Sol—. De ahí vienen siempre los líos, de la confusión y de las mezcolanzas complacientes. Pretendía un periódico diferente, una política diferente y una España diferente... y les salió todo demasiado diferente. ¿No nos bastaría con ser, más o menos, iguales que los más notables y prósperos de los países de nuestro entorno continental? En el caso del Gobierno de Zapatero, si no es realmente diferente del actual no será Gobierno. Ejercerá como tal, pero sin más orden ni concierto que el de una voluntariosa e inexperta muchachada atemperada por tres viejos felipistas, Alfredo Pérez Rubalcaba, Manuel Chaves y Ángel Gabilondo.

La selección de personal no es, por lo que llevamos visto, la mejor habilidad de Zapatero; pero, nombres al margen, si su próximo Gobierno no prescinde de dos vicepresidencias y, por lo menos, cuatro Ministerios —Ciencia y Tecnología, Cultura, Vivienda e Igualdad— estaremos hablando de maquillaje y no de propósito de la enmienda. Será difícil que quien ha evidenciado gran aversión a la excelencia resulte capaz de rodearse de los mejores; pero supondrá un avance que no lo haga, como ahora, de una selección de los peores. Ya veremos y nos divertiremos, sobre todo, con el nuevo emplazamiento de José Blanco, pretendido hombre de Estado de lunes a viernes y feroz sectario en los fines de semana. «En España —vuelvo a citar a Carrascal-Ortega— por no pasar nunca nada, cuando pasa, siempre hay riesgo de que pase todo».


ABC - Opinión

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