martes, 18 de mayo de 2010

Las esperanzas de la presidencia

LAS cumbres multilaterales deberían haber sido el colofón triunfante del semestre de presidencia española de la UE, pero no están pasando de ser el reflejo del desengaño de una política exterior en la que el presidente del Gobierno había depositado muchas de sus expectativas.

Es cierto que las ausencias no pueden deslucir la presencia de otros dirigentes iberoamericanos, dispuestos a trabajar constructivamente para que sus ciudadanos se beneficien de unas mejores relaciones con la Unión Europea: líderes como el chileno Sebastián Piñera, la recién elegida presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, o el mexicano Calderón, entre otros, representan una forma de hacer política que lucha por consolidar la democracia, y en este sentido son un ejemplo para los países de la región. Pero nada de eso puede hacer olvidar el hecho de que, en realidad, la agenda de la presidencia española está vacía y que no es realista esperar grandes avances de la reunión.

El principal error del Gobierno consiste en no haber defendido con firmeza en la comunidad iberoamericana los principios de la democracia liberal que desde hace unos años están siendo abiertamente atacados por los partidarios de lo que Hugo Chávez ha bautizado como «socialismo del siglo XXI», y que no es más que una versión trasnochada e igualmente estéril del modelo que fracasó en las dictaduras de Europa del Este. Los países americanos que podrían aprovecharse ahora de una relación fructífera con Europa están profundamente divididos, sin que España haya hecho uso de su influencia para reforzar a quienes han apostado por un modelo de sociedad libre y justa. Los acuerdos interregionales se han congelado -a excepción del centroamericano- a expensas de esa división promovida desde Caracas.

Esa política ha sido también estéril para España, como se ha podido comprobar en esta cumbre. Hugo Chávez -defendiendo sus propios intereses- promovió un boicot contra el presidente de Honduras, amenazando con ausentarse de la cumbre, y, después de lograr que España pidiera a Porfirio Lobo que no asistiera, el venezolano ha respondido con el desplante de enviar a un viceministro en su lugar. Pero en el campo en el que esta política está resultando más dañina es en la obstinación por contentar a la dictadura castrista, al insistir en el cambio de la posición común de la UE hacia Cuba. El abandono de los demócratas cubanos es una actitud inmoral que España lamentará en el futuro.


ABC - Editorial

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