jueves, 15 de abril de 2010

Cuídense todos. Por Hermann Tertsch

NO sé realmente si todos se dan cuenta de la atrocidad política y jurídica en la que han metido a nuestra patria. No sé si todos ustedes son conscientes de que nos están embarrancando para mucho tiempo.

Y que puede que tardemos dos generaciones de salir de la miseria moral, política y económica en la que nos meten unos memos insensatos y sin escrúpulo alguno. Unos procaces ignorantes que, surgidos después de nuestra transición a la democracia, están envenenados por una ideología caduca, maniquea y miserable que todo lo emponzoña y corrompe. El aquelarre habido el martes en una universidad pública de Madrid, con presencia y apoyo de mandos del Gobierno, dedicado a la demonización de nuestra máxima institución judicial, es un escándalo sin parangón. Y demuestra las credenciales de un Gobierno y un presidente que no han sabido ni querido condenarlo. Ni han cesado a todos aquellos miembros del poder que participaron en ese acto bolchevique. Porque en realidad están de acuerdo. El único acto de decencia posible sería cesar a quienes allí estuvieron o abandonar el gobierno que ampara esta insólita agresión al Estado. De agresión directa a la división de poderes.

Esto, me temo yo, es sólo el principio. Según la terrible realidad económica y social vaya haciéndose evidente en este país, la secta que ha secuestrado al Partido Socialista hará todo por perpetuarse. Y cuando digo todo es todo. Liquidar instituciones. Dinamitar un Estado de Derecho que estaba orgulloso de serlo. Y que tanto costó a los que realmente lucharon por la democracia frente a la dictadura. No a estos que se inventan su pasado, a sus abuelos y hasta su lugar de procedencia. A estos nada les impedirá moral o políticamente perseguir a sus propios ciudadanos. Porque perciben a media España como enemiga. Ni les costará nada fumigar prestigio y honor de individuos que resisten a sus tentaciones totalitarias. Machacando a todo aquel que crean susceptible de ser un peligro para sus intereses. Tengan cuidado. Porque la inseguridad no nos acosará sólo por parte de aquellos desesperados que se han hundido en la ruina por la política económica socialista, por sus mentiras e ineptitudes. Nuestra amenaza mayor es la voluntad decidida de la peor gente en dominar el destino de los demás.

El aquelarre contra la justicia que parte del Gobierno y que quiere proteger a un juez partidista que tiene al propio Gobierno cautivo por lo que sabe, es el anuncio de lo que son capaces algunos por mantenerse en el poder. El juez Garzón tiene cogido al Gobierno y a su policía política por los santos huevos, y perdonen la expresión. Los cadáveres en el armario se acumulan y el juez hace el papel del forense y guardián de la morgue. Tiene pillado al Gran Timonel, Rodríguez Zapatero, cuya relación con la verdad y probidad es de permanente combate. Y el Timonel sabe cómo las gasta el juez de los amaneceres. Tengan todos mucho cuidado. Porque gente como Jiménez Villarejo nos meterían a la mitad de los españoles en una cheka. Ese sujeto que era fiscal en el año 1962, fiscal entonces sin abrir la boca y hoy acusa a otros de complicidad con el franquismo. Un señor que cuando condenaron a muerte a Grimau podría haberse siquiera quejado. Un valiente ahora, aferrado como antes al poder y que nos es antifranquista furibundo ahora, con Franco muerto hace 35 años. ¡Qué dignidad, Dios mío! ¡Qué valentía! La villanía, está claro, tiene ahora su época de gloria. De ahí la apología constante del asesino de Paracuellos, el Katyn español, que se llama Santiago Carrillo, que llevan a cabo los medios oficiales, comprados o cautivos. Son indolentes o ineptos ante la ruina de este país. Pero son inmensamente eficaces en defenderse a sí mismos en su combate guerracivilista. Cuídense todos. Porque el acto miserable de la Complutense con ese personaje incalificable que es su rector al frente, con los sindicatos pagados por este Gobierno y toda su tropa sectaria detrás no sólo es detestable. Es para tener miedo.


ABC - Opinión

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