jueves, 4 de marzo de 2010

Simples coincidencias

Moncloa trata de vender como pactos lo que no son más que puntos coincidentes

El Gobierno debería ser muy cuidadoso con el uso de los verbos, pues no es lo mismo coincidir que pactar. Pese al gran interés que pone la vicepresidenta Salgado en subrayar que el pacto con el PP es probable, lo cierto es que hasta ahora sólo hay puras coincidencias entre sus propuestas y las medidas presentadas ayer por Montoro en la comisión de diálogo. Es lógico que así sea, pues el Gobierno ha incorporado a su hoja de ruta mociones que en su día presentaron los populares en el Congreso, como la reforma de la Ley de Morosidad, la rebaja del IVA para las obras relacionadas con la vivienda o la agilización del crédito a las pymes; y también contiene medidas sobre energía y automoción que en su día ya fueron defendidas por CiU y PP.

Es muy positivo, sin duda alguna, que se registren estas coincidencias, pero eso no significa, como proclamó ayer Salgado, que se «hayan establecido espacios de acuerdo». Al Gobierno le resulta muy tentador políticamente dar la imagen de que se esfuerza por alcanzar un pacto con la oposición, que recurre al diálogo paciente para aunar voluntades frente a la crisis y que su máxima preocupación es que todos arrimen el hombro. Después de seis años ejerciendo el poder de manera prepotente contra el PP, al que no se le aceptó jamás una enmienda de calado, este cambio de actitud del Gobierno no es inocente ni sincero: es una hábil estrategia política para diluir su pésima gestión de la crisis y corresponsabilizar de ella a la oposición. De ahí el interés de Salgado en presentar como acuerdos lo que no son más que posturas similares. Porque no puede hablarse de pacto ni de consenso mientras no se aborden las tres grandes cuestiones de fondo, a saber: cómo reducir drásticamente el gasto público, cómo hacer frente al déficit sin subir los impuestos y cómo reformar el mercado de trabajo para facilitar la contratación. El PP llevó ayer proposiciones muy concretas, desde la supresión de una Vicepresidencia, dos ministerios y el 25% de los altos cargos, hasta la congelación del IVA y los estímulos fiscales al ahorro, pasando por nuevos contratos laborales. Esto es lo sustancial, el meollo de una cuestión que determinará si realmente se puede hablar de pacto entre PP y Gobierno. Todo lo demás es accesorio y el equipo económico de Zapatero ya está tardando en llevar al Congreso esas veinte iniciativas en las que coinciden PSOE, PP, CiU y PNV. Es más, resulta sorprendente que hayan pasado dos años en barbecho, desde que estalló la crisis, sin que los gobernantes socialistas hayan adoptado medidas que ahora parecen poco menos que el bálsamo de Fierabrás.

Por lo demás, sería de agradecer que, paralelamente, sindicalistas y empresarios avanzaran en la reforma de la negociación colectiva y en las nuevas modalidades de contratación de manera ordenada, con responsabilidad y sin demora. No se puede decir que la propuesta emanada anteayer desde la CEOE sobre el nuevo contrato para jóvenes haya sido afortunada u oportuna; de hecho, la escandalera que ha provocado entre unos sindicalistas con ganas de ejercitar sus músculos atrofiados sólo ha servido para tapar otras propuestas de Díaz Ferrán llenas de sensatez y buen criterio. En un país que va camino de los cinco millones de parados, los llamados agentes sociales tienen la obligación moral de acelerar las reformas que demanda la sociedad. Y si no hubiera acuerdo, le corresponde al Gobierno ejercer su responsabilidad, en vez de esconderse detrás de los sindicatos o de vender pactos inexistentes con la oposición.


La Razón - Editorial

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