miércoles, 17 de febrero de 2010

Perder el tiempo. Por M. Martín Ferrand

LA edad y la experiencia, que no son una misma cosa, unidas a la deformación profesional, me autorizan a recelar de cuanto han dicho, digan o puedan llegar a decir los líderes de las formaciones políticas, grandes o pequeñas, que nos tienen secuestrada la democracia en aras de una partitocracia oligárquica, escasamente representativa y poco parlamentaria. Seguimos instalados en el caciquismo que fundamentó nuestra decadencia en el XIX, impulsó a los privilegiados del XX y que, ya en el XXI, ha cambiado los modos, no la sustancia, cursa con cargo al Presupuesto y se sustenta con legiones de funcionarios -nacionales, autonómicos, provinciales y locales- que, en connivencia con los poderes turnantes, han reemplazado la cesantía clásica por la obediencia ciega al triunfador en los últimos comicios del territorio que les afecta.

Desde tan justificada desconfianza, me atrevo a pronosticar que la confrontación parlamentaria anunciada para hoy no tendrá más valor que el litúrgico, algo insuficiente si se piensa en lo que le conviene al Estado y reclama la Nación; pero bastante para colmar los intereses, chiquititos y meramente electoreros, de los grandes protagonistas implicados. Dejando a un lado a las minorías periféricas, pescadoras de aguas revueltas, lo que más parece interesarles a José Luis Rodríguez Zapatero y a Mariano Rajoy es perder el tiempo. Algo que vienen haciendo con gran maestría y escaso disimulo durante los últimos seis años, desde que el primero sobrevino como presidente de Gobierno y el segundo se agazapó, con afán de permanencia, en el nicho del líder de la oposición.

Si fuera conveniente un pacto entre los dos grandes partidos nacionales para abordar conjuntamente la crisis, la situación perjudicaría las perspectivas electorales de las dos grandes siglas y, sobre todo, de sus líderes y sus estados mayores. Si Zapatero quisiera enfrentarse al problema ya lo hubiera hecho cuando se lo reclamaban las circunstancias. Ha optado por dejar pasar el tiempo en la confianza de que, en lo que le queda de legislatura, cambiaran los vientos y mejorara la situación. Rajoy, por su parte, es el gran maestro de los aplazamientos, ese es su estilo y, a mayor abundamiento, no quiere perder una sola pluma en las peleas del corral pactista. España es una gran catástrofe social y económica; pero no importa, los partidos y sus líderes guardan la ropa para no mojarse.


ABC - Opinión

0 comentarios: