miércoles, 17 de febrero de 2010

Ceniza. Por Ignacio Camacho

HOY es miércoles de ceniza y en el Congreso la oposición quiere que Zapatero haga penitencia de sus pecados de pereza, frivolidad y soberbia. Le van a llenar la frente de cruces dialécticas pero es poco probable que el presidente vaya con propósito de enmienda; le gustan estos desafíos, es buen encajador y además se pasa por el forro los reproches porque sabe que siempre encuentra alguien dispuesto a hacerle de cirineo a cambio de algún pellizco del presupuesto. En una sociedad política rigurosa saldría de la sesión para el arrastre, embocado a las elecciones anticipadas o a la moción de confianza, pero la nuestra es un mercado especulativo en el que las minorías se ponen «a corto» para trincar beneficios como los hedge funds de la Bolsa. El verdadero peligro del debate lo va a sufrir Rajoy, obligado a ejercer al mismo tiempo de oposición y de alternativa, y por tanto a decepcionar a quienes sólo esperan de él una faceta u otra. ZP lo tiene más claro: entra con tan poco crédito que en el más pesimista de los supuestos no podrá empeorarlo. Le impondrán la ceniza, pero no los santos óleos.

De un debate parlamentario no sale una solución a la crisis; todo lo más se puede obtener un clima, una actitud para afrontarla, aunque casi siempre queda todo en parloteo y composición escenográfica. Pero los líderes no van a buscar salidas para el país, sino para sí mismos: lo que les interesa es retratarse ante la calle con el perfil bueno. La gente está tan agobiada con la recesión y tan cabreada con los políticos que dará por ganador al que dé más y mejores muestras de buscar el acuerdo. En eso también lleva ventaja el presidente, no sólo porque dispone del primer turno y puede marcar los tiempos y los temas, sino porque es un experto en el embeleco y en la cháchara. Lleva prometidos tantos falsos consensos y se ha llamado tantas veces a andana que ya nadie debería engañarse con un truco tan trillado, pero para ganar tiempo todavía le puede dar de sí, sobre todo si consigue que Rajoy parezca un ogro crispado y colérico. En artes de propaganda y persuasión este tipo no tiene rival por su formidable desparpajo: se ha cruzado de brazos ante un paro galopante y ha endeudado a la nación hasta las trancas para no perder votos, pero aún tiene arrestos para acusar al adversario de desear el poder a costa de la quiebra nacional. Si Mariano pica y hace un discurso para hooligans le habrá regalado la victoria.

En realidad, es el jefe de la oposición el que se la juega. Muchos exaltados le piden sangre y exterminio, una acometida sin compasión, una arenga de Agincourt, un asalto fiero con la cara pintada; pero quizá la mayoría esté esperando de él una demostración serena de liderazgo y confianza. Un Gobierno, y menos uno tan relativista y maleable, no cae por un debate pero una alternativa sí se puede desmoronar en una mañana mal aparejada.


ABC - Opinión

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