lunes, 11 de enero de 2010

Una pregunta molesta. Por Félix Madero

SI Zapatero conociera los fundamentos de la lidia sabría que la suerte de varas es definitiva por premonitoria. Si supiera que en el varilarguero están la medida del toro, su fuerza, nobleza y bravura; si supiera que es ahí donde se le descubre, pero también la que le permite irse arriba, la que le desnuda como manso, despistado, confundido y sin ganas de pelea; si supiera esto, hubiera tomado la pregunta de la periodista, que tanto le molestó el viernes pasado, como una vara que le daba la oportunidad de crecerse y mostrar que más allá del trapío que dan los buenos gestos y un traje bien cortado hay algo más que palabras.

Al presidente le incomoda que se cuestione que un país de parados reparta recetas para la recuperación de Europa, incluidas Francia y Alemania. Le fastidia que sea una periodista española la que pregunte delante de los presidentes Van Rompuy y Durao Barroso. Y en vez de explicar por qué dice lo que dice, se asusta y se va del peto del caballo camino de la querencia, allí donde van los mansos que sólo ofrecen peligro al defenderse. Fraga hubiera dicho eso de «usted pregunte lo que quiera que yo responderé lo que me dé la gana». En La Moncloa, rodeado de funcionarios y asesores serviles, el presidente no entiende cómo se le pueden hacer estas preguntas. Todavía estamos así, avanzando lenta e inadecuadamente.

El presidente y los que aspiran a serlo no saben que la compañera hizo algo que se hace cada vez menos: preguntar con fundamento. Recordó que el periodismo existe para eso, para preguntar, que este oficio es hacer preguntas, cuanto más incómodas, mejor. Sí molestamos; sí tenemos el acierto de poner nervioso al que manda que se aguante, llámese Zapatero, Rajoy o Rouco Varela. En realidad, la periodista le dio a Zapatero una oportunidad que no supo aprovechar. Faltaron casta, bravura, nobleza, y sobró trapío. Lo de siempre, mucha fachada: toros comerciales para toreros de salón. El ruedo ibérico de siempre.

Hartos de ruedas de prensas que son purita propaganda, de respuestas absurdas y huecas. Aburridos de dirigentes sin discurso, que leen las respuestas porque saben las preguntas. Mosqueados con compañeros que se prestan a la pregunta inducida por una asesor y que el político espera. En fin, algo que debería ser normal entre nosotros hizo grande el oficio de periodista. Si Zapatero se cabreó por la pregunta, díganme dónde hay que firmar. Que alguien le explique que no hay preguntas indiscretas; las respuestas lo son. Que le recuerden que los animales son buenos amigos del hombre porque no hacen preguntas. Y, por favor, que le digan que sigue sin responder cómo un país con cuatro millones de parados enseñará a los demás el camino de la recuperación. ¡Coño con la preguntita!


ABC - Opinión

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Zapatero hace muescas de mayor seguridad