jueves, 7 de enero de 2010

Una foto que retrata a civiles y militares . Por Federico Jiménez Losantos

Desde que en el Parlamento se lee y los mítines se dan para el Telediario, los discursos políticos nos dicen poco, y eso las pocas veces que nos dicen algo. Para compensar, hemos de fijarnos en el “lenguaje no verbal” que hace décadas estudiara Flora Lewis y que ahora han divulgado las series de crímenes y bioquímica que nos mandan los USA. Esta foto de la Pascua Militar es una joya, casi un joyero de revelaciones sobre algunas de las instituciones básicas que, contra lo que permitirían suponer sus cargos, sueldos y juramentos, están liquidando aceleradamente España, tanto la nación como el Estado.

En primer lugar, el anfitrión, o sea, el Rey, no está. Y tras su penoso discurso de Nochebuena, casi mejor que no esté.. Así no se crean falsas expectativas y no se envaran los invitados, aunque está claro algunos vienen ya envarados de casa. Pero como el Jefe del Estado ha brillado por su ausencia en todo el proceso españicida, que siga ausente y a lo suyo, que, por desgracia, hace mucho tiempo que no es lo nuestro. Al contrario.


Pero vayamos a la foto y empecemos, como es lógico, por la Izquierda. Rubalcaba, eslabón nunca perdido del felipismo, el polanquismo y el zapaterismo sigue encarnando un gobierno que no cumple, gestiona adecuadamente ni llena el cargo. El cuello del chaqué se le va para atrás, como si no fuera suyo o sólo pudiera serlo con cuatro kilos más. Y a falta de esa talla menos, el cuello se le adelanta en un gesto mitad de afecto mitad de buitre, levemente inquietante como a él le gusta parecer, pero que en realidad sólo manifiesta lo evidente: que la responsabilidad le viene grande.

El centro de la foto lo ocupa el Poder, distinto de la rama civil o militar de la Cúpula del Estado. Chacón no es la ministra de Defensa de España sino la ministra de Cataluña en España por deferencia del PSC. Ha ensanchado caderas, y a sus anchas se siente con pantalones, porque no me la imagino abriendo así el compás con falda. Pero mujereando, sintiéndose alta y guapa, se hombrea con los dos varones que la escoltan, atienden y obsequian. Y el gesto es de mando en plaza y aun en plazas: Barcelona y Madrid. Es el suyo un poder real pero brumoso, indudable pero impreciso, amenazante por ilimitado. La única nota discordante en tanta facundia es la que parece amputación de pies o desaparición del contacto con el suelo. Porque zapatos, lo que se dice zapatos, no lleva. Alzas, coturnos o leticios, sí, porque está como encaramada a sí misma, pero como el nacionalismo catalán o el zapaterismo de los que es emblema, no toca “de peus a terra”. Es como un globo que no se sabe si se posa o se eleva y se va. Adiós, adiós.

Pero la postura más elocuente es la del JEMAD, o sea, el jefe técnico o mecánico de los ejércitos españoles, viva imagen de la nación a punto de venirse abajo. ¿Ante qué se inclina don Julio Rodríguez? ¿Ante el Gobierno representado por Rubalcaba? ¿Ante el Poder representado por Chacón? ¿Ante la endecha del Gobierno al Poder, con el que se identifica a medias, como si sus pies juntaran lo que la Ministra separa? ¿Ante el peso histórico de la representación de los ejércitos españoles, tan venidos a menos? ¿Ante la comprometida situación de un estamento, el militar, que tiene como misión última la de garantizar la unidad de España por mandato constitucional y que se reconcome en su impotencia? El gesto es de sumisión clerical, de cura con ambición de obispo o de fraile misionero a punto de que le subvencionen la ONG, razón última de tanta obsequiosidad. Aunque el gesto recuerde a Fernán Gómez adulando al jefe de cualquier cosa, no tiene nada que ver con “Balarrasa”, aquella película de los 40 en la que el golferío civil y la briosa beatitud eclesial se citaban en el más allá de todos los escalafones Este mílite no parece haber roto nunca un plato. Pero, por si acaso, se asoma al suelo para comprobarlo. Este hombre no tiene Poder ni poder, ya no puede ascender más y no podría ser más acicaladamente sumiso. Pero, en su interior, sabe que su uniforme despertará siempre recelo en la Izquierda, por lo que todo mimo siempre será poco. No sabemos lo que le pasa de lumbago para abajo, pero manos tan juntas no veíamos desde la Primera Comunión. De lumbago para arriba, un pálido rubor, un obsecuente sofoco, una virtuosa voluntad de rendición ante todo, aunque sea nada. Salvo el viento, que a lo mejor es lo que le ha torcido el tronco. Es el único que parece invitado a última hora pero agradecidísimo de que le dejen figurar en foto ajena. La Pascua Militar, dicen. Ya.

En fin, sin palabras, esto es lo que hay, lo que sobra y lo que falta. No sé qué pinta peor.


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