domingo, 20 de diciembre de 2009

Checas. Por Jon Juaristi

LE quedó muy fino a Monzón, alias Wyoming, el chistecillo del miércoles a costa, nuevamente, de Hermann Tertsch, lo de que éste trabaja más en la cama que Nacho Vidal. A ver si a Tertsch lo apiola alguien de una vez, como parece que se pretende, y Wyoming nos obsequia con la ocurrencia del siglo, y reventamos todos de risa, hasta los de derechas. Al parecer, todo lo que se haga con Tertsch es muy blandito, para lo que el chico se merece. Ni una costilla, ni dos ni tres ni pulmones encharcados. Ánimo, ¿no hay quién dé más? ¿El bazo roto? ¿Fractura craneal, dice el señor del fondo? Aplastamiento de médula a la una... qué blandengues los veo, compañeros. Vamos a tener que lanzar un concurso de ideas, o mover la parroquia con otro vídeo simpático: Hermann Tertsch prometiendo que se va a cargar una guardería en Vallecas, a pleno sol de invierno y ante las cámaras. O, mejor, cargándosela directamente en montaje de ordenador, con mucha casquería y biberón profanado. El caso, como diría Neil Postman, es divertirse hasta morir, y el filón Tertsch es explotable sin riesgo, porque su antiguo periódico, el más leído de España, lo acaba de declarar tótem máximo de la prensa de la caverna, o sea, que se la ha estado buscando desde que abandonó la cabecera correcta.


Pero, ya que de corrección se trata, veamos cómo se escribe la historia según la Sexta y el programa de Monzón-Wyoming, cuya aspiración no es, según los directivos de aquélla, exterminar a Tertsch, sino instruir deleitando a la audiencia con gracia y salero, enseñándonos, de paso, un poco de memoria nacional. Resulta que Hermann Tertsch, en un comentario desde el lecho del dolor, emitido por Telemadrid, se refirió a un tiempo de checas y paseos cuyo aroma está impregnando de nuevo la imaginación colectiva de la zurda. Pues bien, Wyoming comparece de ordinario junto a un artefacto conocido por Beatriz Montáñez, que pone las puntualizaciones eruditas. A lo de las checas, la tal Montáñez reaccionó explicándonos a los legos que se trataba de los terribles centros de detención que abrió en España el Ejército Soviético durante la última guerra civil. Como no es verosímil que a un producto de la LOGSE le suene el Ejército Soviético, creo razonable atribuir la especie a los guionistas de El Intermedio. Qué cucos. Endosar las checas a un difunto permitió a Wyoming sacarse de la manga otro chiste a propósito de las paranoias de Tertsch respecto a los socialistas.

Lo malo es que las checas tuvieron mucho más que ver con el Partido Socialista Obrero Español que con el Ejército Soviético, al que los españoles sólo conocieron a través de sus coros. Los socialistas sí que sabían de checas; es más, éstas florecieron en Madrid bajo el gobierno de Largo Caballero, que proporcionó al vecindario la única experiencia auténtica de terror soviético que se vivió en España (en Cataluña, el anarquismo propició un tipo de terror distinto, milenarista y caótico). La teoría de Montáñez es, por cierto, franquismo de lo más castizo (el terror en el bando franquista se justificaba argumentando que luchaban contra el Ejército Soviético).

En fin, no hacía falta llegar tan lejos. Hermann Tertsch no había afirmado que las checas actuales consisten, sobre todo, en ciertos programas de televisión donde se manipula la imagen ajena hasta hacerla odiosa a base de choteo supuestamente blando que ni siquiera compromete al paseo final, porque no faltará entre los espectadores algún psicópata justiciero, incapaz de captar la ironía, y dispuesto a encargarse de la tarea sucia.


ABC - Opinión

Los enemigos del toro. Por M. Martín Ferrand

BUENA parte de la grandeza de la fiesta de los toros se la debemos a sus detractores. De ahí que no convenga rasgarse las vestiduras ante la actitud de quienes, en Cataluña, pretenden erradicar un espectáculo que, bárbaro o ecológico, brutal o estético, forma parte de nuestras costumbres. A finales del XV, el cardenal Juan de Torquemada -no confundir con su sobrino, Tomás, el primer Gran Inquisidor- ya proclamaba la ilicitud del toreo por lo que tiene de falta contra el quinto mandamiento de la Ley de Dios y, antes y después, la nómina de personajes adversos a la lidia es larga y talentosa. Sin ellos los toros serían poco más que la petanca, un entretenimiento rústico y atlético.

La bula De salutis gregis dominici, de Pío V, que llegó a santo, prohibió a los fieles la asistencia a espectáculos taurinos bajo pena de excomunión; pero, si nos atenemos al testimonio de Dante Alighieri, no hay ningún lugar específico en el Infierno reservado a matadores, picadores, monosabios, banderilleros y público en general. Quevedo y Lope de Vega eran antitaurinos y no por ello negaremos su talento. Los jesuitas, salvo algún caso de fervor literario como el de Juan de Mariana, se manifestaron siempre contrarios a la fiesta y ello no les impidió forjar, durante siglos, las mejores cabezas de nuestras más válidas minorías.

Los toros gustan o desagradan y tanto valen lo uno como lo otro salvo que se llegue al ridículo en cualquiera de esas direcciones. Tal es el caso de la Ley de Descanso Dominical de 1903 que llegó a prohibir, «en beneficio de los profesionales», la celebración de corridas los domingos y otras fiestas de guardar. Algunos hicieron oficio de la postura, como Eugenio Noel, que encontró en la taurofobia un medio de vida y, en el primer tercio del XX, recorrió España con una prédica contra lo que llamaba «flamenquismo» e incluía a los toros en uno de sus epígrafes.

El peligro para los toros no está en quienes los aborrecen, sean cuales fueren sus razones, incluso las antiespañolas que cabe sospechar en Cataluña; sino en los taurófilos de oficio y beneficio, en los criadores de animales sin casta y bravura, en los toreros sin arte, en las transferencias autonómicas que disminuyen la condición nacional del espectáculo y, sobre todo, en el matonismo de la Administración y de los empresarios taurinos que, en feliz compaña, abusan de los taurófilos.


ABC - Opinión

El juez y su banquero. Por Jesús Cacho

“¿En qué momento se jodió el Perú?” Es la pregunta que, consternado, se formula de manera constante Santiago Zavala, el protagonista de Conversaciones en la Catedral, quizá la mejor de las novelas de Mario Vargas Llosa, de cuya publicación se acaban de cumplir 40 años. Entre cerveza y cerveza y el humo de decenas de pitillos baratos, Zavalita y Ambrosio se lamentan en un humilde bar limeño llamado La Catedral de la triste suerte del Perú, cuándo se fue a pique el Perú, en una suerte de búsqueda existencial que denodadamente intenta dar con la pregunta de futuro capaz de colmar las aspiraciones de ambos: ¿hasta cuándo seguirá jodido el Perú? Y bien, ¿cuándo se jodió España? El profesor Toribio, del IESE, opina que desde el punto de vista económico fue la famosa huelga general del 14 de diciembre de 1988 la que torció el rumbo de la ortodoxia económica hasta entonces seguida por los gobiernos de Felipe González para adentrarse, con Carlos Solchaga al volante, en la carrera de un gasto público desbocado que, por satisfacer a los sindicatos, culminaría con tres devaluaciones y un millón de parados en 1992/93. En lo político, sin embargo, muchos coinciden en que España se había jodido antes, justo en el 85, cuando el propio Felipe decidió acabar con la independencia del poder judicial, haciendo pasar a los jueces por las horcas caudinas del sometimiento a la clase política.

De lo jodida que está la práctica democrática española, de la degradación de sus instituciones, de la postración que sufre la Justicia, santo y seña de la calidad de una democracia digna de tal nombre, acabamos de tener esta semana una buena prueba con la revelación efectuada por María Peral en las páginas de El Mundo sobre la correspondencia mantenida por el intrépido juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón y el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, a propósito de 302.000 dólares de nada que el magistrado necesitaba para financiar unos coloquios por él mismo planteados en la Universidad de Nueva York, dinero que, naturalmente, obtuvo. Una idílica amistad entre el juez campeador y su banquero, que empieza con un “querido Emilio” y termina, pago, arrobo y éxtasis mediante, con “un gran abrazo”. Y varias veces un elocuente “te agradezco la financiación”. Justicia corrompida y banca corruptora y vamos amarraditos los dos, espumas y terciopelo, yo con un recrujir de almidón y tú serio y altanero…

Escándalo sin paliativos, con la prueba del delito expuesta a público escrutinio. Cinco meses después de volver de Nueva York y ya reincorporado a la Audiencia Nacional, el juzgado del inmarcesible juez recibió una querella del difunto Rafael Pérez Escolar –flecos de las “cesiones de crédito”- contra Botín. No se abstuvo de intervenir y no la admitió a trámite. Hizo más: declaró que no tenía ninguna relación con el banquero. Mintió. La Sala de lo Penal de la Audiencia confirmó la inadmisión. Las preguntas corren cual caballos desbocados. ¿Fue la dádiva del Santander una forma de desactivar al juez? La técnica fue puesta en práctica con cierta regularidad en el pasado por la gran banca española. Por casi toda. Con la excusa de que el estipendio que reciben los magistrados es demasiado bajo para sus altos merecimientos, las entidades ofrecían discretamente a togada gente principal la posibilidad de dictar alguna que otra conferencia, por la que recibían un dinero que, por razones de incompatibilidad, no era declarado oficialmente, no obstante lo cual el juez de turno era obligado a firmar un recibo por las cantidades percibidas al solo objeto de dejar “constancia administrativa”. Es fácil colegir que esos recibos en manos del pagador de turno auguraban un buen pasar en caso de tropiezo judicial de mayor cuantía. Se trataba, se trata en el caso que nos ocupa, de una especie de póliza de seguro que ha surtido una eficacia impresionante, pues ha funcionado apenas cinco meses después de producido el siniestro.

Parece obvio que una sociedad democrática dotada de cierto pulso moral no debería permitir ni un minuto más la presencia del juez campeador en la Audiencia Nacional ni su pertenencia a la carrera judicial. Por pura higiene democrática. Las querellas internas de una clase política enferma seguirán, no obstante, sosteniendo al personaje por la peana. PP y PSOE lo han defendido y/o denigrado de acuerdo con sus particulares intereses temporales. Cuando el sujeto, en su infinita ambición, pretendía meter en la cárcel al mismísimo González por el caso GAL, el PP lo alababa como prototipo de magistrado virtuoso. Ahora que el personaje se aplica activamente a la tarea de dinamitar el cuarteado edificio de la derecha española a golpes de Gürtel, el PSOE lo jalea como paradigma del juez ejemplar. Otro tanto ocurre, en mimética traslación, con los grupos mediáticos afines. Véase, si no, la pintoresca defensa del tipo realizada el viernes por El País, columnita escondida en página par mediante: “Garzón dice que no recibió dinero del Santander”. En realidad, Prisa viene oficiando como cuidador de la fortuna del magistrado desde el momento en que, echando de la carrera a Javier Gómez de Liaño, Garzón Real rescató al difunto Jesús Polanco de las tinieblas del caso Sogecable.

Zapatero deja chiquitos a González y Aznar

El texto de la providencia dictada por la Sala Segunda (de lo Penal) del Supremo de 15 de septiembre pasado, exigiendo al Santander la entrega de la documentación referida al caso, es un documento de obligada lectura que habla a las claras de las sospechas que el alto tribunal alienta en torno a la conducta del sujeto. El caso es que el campeador tiene ahora abiertas en el TS causas por los dineros recibidos en los cursos de Nueva York, por los “crímenes del franquismo”, y por la grabación de las conversaciones mantenidas por los imputados del caso Gürtel con sus abogados en la cárcel, asunto gravísimo desde el punto de vista de las garantías de un Estado de Derecho. ¿Servirá todo ello para que el Supremo, por fin, ponga al personaje en su sitio? Menos lobos, Caperucita. La reacción del viernes del CGPJ, último pleno del año, no pudo ser más descorazonadora: mirar hacia otro lado. Hay veces en que los jueces parecen empeñados en ganarse a pulso la consideración que hoy merecen de los ciudadanos. “Es la última de las vilezas consistir que en la Nación no haya Justicia”, dijo Antonio Maura en mayo de 1917, siendo presidente del Gobierno. ¿Aceptaremos noventa y tantos años después tan fatal veredicto?

Corrupción al por mayor. La misma que esta semana ha tocado de lleno a La Moncloa a cuenta de las fusiones televisivas. Rodríguez Zapatero ha dejado chiquito a González en materia mediática, relegando a José María Aznar a la condición de aprendiz. En junio de 2005, el Ejecutivo, violando letra y espíritu de la Ley, autorizó la conversión de un canal de pago (el Plus) en otro en abierto (Cuatro). Cinco meses después, otorgó un nuevo canal de televisión analógica (laSexta) a sus amigos de Mediapro, con el rojo Roures y sus brillantes escoltas (Contreras, García Ferreras y Cía) a la cabeza. Cansado de la arrogancia de Juan Luis Cebrián, el de León había decidido crear su propio grupo de comunicación. La explicación pública ofrecida por la vicepresidenta Fernández de la Vega fue que la iniciativa tenía por objeto “aumentar el pluralismo e incrementar la oferta” (sic). Tres años y pico después, con ambos en bancarrota, Zapatero decide intervenir y poner orden, también vía De la Vega, quien a toque de corneta “sugiere” a los distintos canales la vía de las fusiones.

Los peores augurios se han cumplido. La integración entre Cuatro y laSexta fracasó por la soberbia de Cebrián y las pretensiones de los Roures. Cuñas de la misma madera. Con ser escandalosa, la operación hubiera dejado intacta la posibilidad de que las dos cadenas privadas clásicas, Tele5 y Antena 3, rendidas también al encanto de la ceja, pudieran ejercer un cierto papel de equilibrio en aras de una teórica pluralidad. Ni hablar. A la espera del anuncio de fusión entre Antena 3 y laSexta, Zapatero, en una genial operación de poder personal, ha barrido de un plumazo tal posibilidad. A partir de ahora todas las grandes cadenas de televisión españolas, con sus múltiplos, serán de izquierdas. ¿Dónde ha quedado el pluralismo, señora De la Vega? ¿Tendrá usted la amabilidad de disculparse ante los españoles?

Todas las grandes cadenas serán “zapateristas”

El corolario que cabe extraer de semejante hazaña es que en tres años, más o menos, Zapatero ha metido en el bolsillo de sus amigos de laSexta 500 millones de euros (valoración del equity) y parecida cantidad a los Prisa. Más de mil millones de euros. Unos 185.000 millones de las antiguas pesetas. No está mal para tiempos de crisis. Con ser ello llamativo, es obvio que esto no va de ecuaciones de canje, sino de operación política de altos vuelos destinada a hacerse con el control total de la televisión en España. En efecto, además de salvar de la quiebra a los amigos, La Moncloa les otorga el control de la línea informativa, quiero decir ideológica, de las cadenas resultantes. Entre José Manuel Lara y Jaume Roures, ¿quién creen ustedes que controlará los telediarios del nuevo grupo? ¿Y entre Paolo Vasile y Juan Luis Cebrián? De modo que el mago Arriola puede seguir refocilándose en su cueva de Génova con las encuestas que dan al PP no sé cuántos puntos de ventaja sobre el PSOE, porque, a la hora de la verdad, las elecciones generales las volverá a ganar el de costumbre.

Mención especial merece Cebrián. El País vendía ayer de esta guisa la operación: “Telecinco y Cuatro crean el mayor grupo de televisión en abierto”. Con un par. Alguien dijo que quien es capaz de manipular el lenguaje –“el más peligroso de los bienes”, según Hölderlin- es también capaz de robarte la cartera. Dedicado al desguace y venta por piezas del antiguo imperio Polanco, las tropas de Cebrián han alcanzado sus últimos objetivos gerenciales. De victoria en victoria, hasta la derrota final. ¿Seguirá contándonos el grupo Prisa las orgías del Cavaliere –dueño de ocho canales de TDT en España a partir del próximo abril- con sus velinas en Villa Certosa? Seguro que sí, porque eso es libertad de expresión, ¿verdad, Juan Luis? Y estación término para los hijos del fundador, tan lejos todos del talento del padre.

Dos casos, el de Garzón y el de las televisiones, que enmarcan como ningún otro, como nunca, el grado de corrupción institucional y de la otra que sufre el país. Y bien, ¿cuándo se jodió España, Zavalita? ¿Hasta cuándo aguantará la balacera a que le tienen sometida los corruptos de cuello blanco? Es obligado reconocer que aquella lóbrega España de la primera mitad del XX ha dado paso a un país que, decidido a partir de los sesenta a superar su postración de siglos, ha experimentado una espectacular transformación en lo que infraestructuras y bienestar material –sanidad, educación, esperanza de vida, etc.- se refiere. Los síntomas de agotamiento de aquel impulso son, sin embargo, demasiado evidentes, culpa de la desidia de unos, la locura nacionalista de otros y la mediocridad de casi todos. “La mala suerte colectiva de España”, de que hablaba Caro Baroja. Y lo peor es que adivinan resortes morales capaces de invertir esta deriva. ¿Hasta cuándo se joderá España, Zavalita?


El confidencial - Opinión

¿San Isidro?. Por Alfonso Ussía

A Nuria Espert la ha enloquecido de felicidad el primer paso hacia la prohibición: «A ver si de una vez por todas se acaba con las corridas de toros».

El Parlamento de Cataluña ha aprobado la tramitación de la ley que prohibiría –mejor escrito, prohibirá–, la celebración de las corridas de toros en aquella autonomía. No se engañen los ingenuos. Ni ecologismo, ni defensa de los animales, ni progresismo legislativo. Una grieta más para separarse de España. Primera corrida de toros en Cataluña, a principios del siglo XIV. Barcelona, la única ciudad de España con tres plazas de toros en activo simultáneamente. ¿Cataluña y la cultura? La pintura, la escultura, la música, la literatura, la fotografía… todo eso está en los toros. Y el cine, con Orson Welles a la cabeza, enterradas sus cenizas en un pozo de San Cayetano, la casa rondeña de Antonio Ordóñez, tantas veces compartida con Hemingway y Jean Cocteau. Goya, Vicente López, Picasso, Regoyos, Gutiérrez Solana, decadentes pintores del españolismo trasnochado. La cultura, el progreso de ERC y los nacionalismos del siglo XIX.


Marcel Marceau –otro españolista–, en la definición de la Fiesta: «El único arte escénico que se alimenta a sí mismo es la tauromaquia. La corrida de toros no necesita ni director artístico, ni escenógrafo ni coreógrafo, ni texto, ni música complementaria, porque el toreo es música no compuesta y poesía no escrita». Y Lorca, Cossío, Alberti, Gerardo Diego, Pemán… pobres locos ajenos a la cultura. La cultura es ERC. Prohíbase todo lo que huele a España. No han olido bien. Los toros también huelen a Cataluña, con siete siglos de tradición taurina. Defensa de los animales, no de los niños. A matar sin arte a los indefensos, sangre también, en los vientres de sus madres. Eso es cultura. A poner en riesgo las vidas de los niños que son subidos hasta la cima insegura de una torre humana. Eso es cultura. Me preocupa el futuro de la Fiesta en Madrid. A Nuria Espert la ha enloquecido de felicidad el primer paso hacia la prohibición: «Para mí es una noticia maravillosa. A ver si de una vez por todas se acaba con las corridas de toros, que son una de las mayores vergüenzas que existen en Europa». En Madrid tenemos impuesta a la nena de doña Nuria, Alicia Moreno, mano derecha del Alcalde Ruiz-Gallardón. Cuidado con la nena, San Isidro, cuidado con la nena, que el Alcalde lleva muchos años sometido a sus contundentes bobadas. Años atrás, durante el franquismo, los catalanes cruzaban la frontera para ver tetas en Perpignan. Ahora lo harán para asistir a corridas de toros. A los totalitarios vestidos de demócratas nada les gusta más que prohibir. Queda terminantemente prohibido en Cataluña mirar ombligos que no sean el propio. Y todo revestido de decorados y falso progresismo. Cultureta de aldea. Lo ha dicho Vargas Llosa: «La primera vez que visité Barcelona me maravilló su cultura, su avance respecto al resto de España. Hoy parece un pueblo». Eso. Las ciudades no las definen los grandes edificios, las calles suntuosas y la riqueza de sus habitantes. Las ciudades lo son cuando el pueblo es superado por la inteligencia, y ésta se establece en su armonía, con naturalidad. Tengo ante mí un libro prodigioso. «El Siglo de Oro de la Poesía Taurina», de Salvador Arias Nieto. La identidad de los poetas apabulla. Eso sí es cultura y modernidad. Pobre gente. Pobre Nuria. Pobres de nosotros, los madrileños, con San Isidro a un paso de ser cuestionado.

La Razón - Opinión

La cumbre parió un ratón

El acuerdo de mínimos de Copenhague ni siquiera fija objetivos de reducción de emisiones.

La cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático terminó ayer con un resultado decepcionante, sobre todo a la vista de las expectativas abiertas por el principio de acuerdo previo entre Estados Unidos y China sobre las emisiones de gases de efecto invernadero que incluía una reducción efectiva -aunque insuficiente- por parte del primero, y una reducción ligada al crecimiento del PIB de la potencia asiática.

Pero ni siquiera se ha llegado a esto. El acuerdo final, cocinado por los líderes de unos pocos países y aceptado por el resto, con la oposición de cinco de ellos, sólo reconoce la necesidad de contener el aumento de la temperatura media del planeta en dos grados, un umbral por encima del cual los efectos podrían ser irreversibles, y que en algún momento se ha de llegar a un máximo en la cantidad global de gases emitidos. Un acuerdo con un grado de concreción menor que el del Protocolo de Kioto, a pesar de que la situación es ahora mucho más preocupante que hace una década.


Los líderes mundiales eran conscientes de que no bastaba con un compromiso concreto de reducción de las emisiones si no iba acompañado de una definición sobre los procedimientos para alcanzarlo, que implican necesariamente cambios profundos en nuestros hábitos de consumo energético y afectan a la vida ciudadana, a los usos domésticos, a la movilidad y la actividad industrial. Pero en Copenhague ni siquiera se ha logrado lo primero. El nivel total de emisiones no ha dejado de aumentar desde que se celebró la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992, donde se sentaron las bases de los acuerdos que vendrían después. Y no parece, a la vista de la escasa voluntad mostrada por los países que más emiten, que esa tendencia vaya a cambiar en los próximos años. Malas noticias sin paliativos, para el planeta y para el conjunto de sus habitantes.

Todos tienen una parte de responsabilidad en este fracaso, pero no hay duda de que la mayor debe asignarse a Estados Unidos, que es, con diferencia, el primer país en emisiones per cápita, y a la par que China, con más de cuatro veces su población en emisiones globales, que no aceptó compartir esfuerzos con los demás países desarrollados en el Protocolo de Kioto, y que ha seguido incrementando sus emisiones poniendo su interés económico a corto plazo por delante de cualquier otra consideración.

Por supuesto que otros países también pueden entorpecer el progreso en este campo, pero una actitud decidida de los estadounidenses cambiaría radicalmente el panorama. Ahora seguimos esperando que el Senado y el Congreso de dicho país tengan a bien debatir y aprobar una ley sobre emisiones de CO2 para poder concretar una política global que mitigue los efectos de la dinámica de cambio climático en la que estamos envueltos. Esperemos que esto ocurra pronto y los líderes mundiales puedan volver a reunirse el año que viene y rubricar el acuerdo firme y eficaz que el planeta necesita.


El País - Editorial

Un acuerdo decepcionante, una concienciación esperanzadora

La cumbre de Copenhague se cierra con una declaración de intenciones y las expectativas puestas en México 2010

LAS DOS semanas de cumbre contra el cambio climático que se clausuraron ayer en Copenhague se han cerrado, en la práctica, sin ningún contenido. El «no hay tiempo para hablar, hay que actuar» que proclamó Obama en su discurso, no se ha cumplido. De entrada, cada país es libre de adoptar o no el acuerdo para la protección del clima.


Además, los objetivos fijados son inconcretos y poco ambiciosos: se aplaza a febrero de 2010 cuánto deben reducir los países ricos sus emisiones de gases de efecto invernadero; EEUU sólo admite rebajarlos un 4% respecto a lo que contaminaba en 1990; y se expresa el vago deseo de limitar la subida de las temperaturas en dos grados con respecto a las registradas en 1900, sin tener en cuenta que con los compromisos apalabrados se calcula que la temperatura rebasará en tres grados a la de hace un siglo. Por si todo esto fuera poco, China, el primer productor de gases contaminantes del planeta, ha conseguido que sus emisiones no las supervisen organismos internacionales, lo que impide una valoración objetiva. Por eso se entiende la indignación de los ecologistas, que hablan de «vergüenza climática», y el escepticismo de la propia ONU, que se limita a calificar la resolución final como «mera declaración de intenciones».

No sólo el contenido del acuerdo ha sido decepcionante, también la forma de lograrlo. Cinco países se han negado a firmarlo. Dado que las bases de este tipo de encuentros obligan a que lo pactado se suscriba de forma unánime, la organización se ha visto forzada a inventar una fórmula para sacar adelante el documento final, que consiste en constatar que todos tienen «conocimiento» de lo que en él se dice.

El revés de la cumbre es especialmente doloroso para Europa. Primero, porque la UE era la que llegaba a Copenhague con un planteamiento más ambicioso. Pero, sobre todo, porque el acuerdo final se cocinó en una reunión personal entre el presidente estadounidense y el jefe del Gobierno chino, lo cual pone de manifiesto el papel secundario al que ha quedado relegado nuestro continente tras el despegue de China.

Aunque para muchos el resultado de la conferencia ha supuesto una desilusión, ello no debe empañar los avances. El más importante, capital para el futuro, es la concienciación social y política mundial del problema del clima, que se comprueba sólo con comparar la repercusión que tuvo hace una década la cumbre de Kioto con ésta de Copenhague. Allí la autoridad más destacada fue el vicepresidente Al Gore; en la capital danesa ha participado más de un centenar de jefes de Estado y de Gobierno, incluidos los de las primeras potencias y los de los países más contaminantes. Lo mismo cabe decir en cuanto a la resonancia pública: el impacto mediático ha sido extraordinario. Se ha dado así un salto cualitativo fundamental que permite augurar que lo que no se ha firmado en Copenhague quizás pueda rubricarse en la cumbre de México de 2010.

Si hace dos semanas había 37 países comprometidos con el problema del calentamiento global, desde ayer son ya 187. Por eso no anda tan desencaminado el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, cuando apunta que aunque el resultado «no es lo que esperábamos», se trata de un «buen comienzo».


El Mundo - Editorial

Los toros, principal problema de Cataluña

Ajenos a los problemas reales de los ciudadanos, los políticos catalanes van a dedicar sus mejores esfuerzos legislativos en acabar con una tradición cultural que en ningún otro lugar supone un problema que el Estado deba regular de forma coactiva.

Los políticos de todos los partidos tienen una tendencia natural a intervenir en los asuntos privados de los ciudadanos, pero en el caso de la izquierda y los nacionalistas esta propensión se exacerba hasta llegar a extremos ridículos, como está ocurriendo con la polémica desatada en torno a las corridas de toros en Cataluña.

Si la iniciativa legislativa popular que esta semana fue admitida a trámite en el parlamento catalán sale adelante y es finalmente aprobada, las corridas de toros quedarán terminantemente prohibidas en el territorio de la comunidad autónoma catalana. La consecuencia inmediata será que proliferen los festejos en las ciudades que limitan con Cataluña y los beneficios que produce la Fiesta Nacional irán a otros bolsillos, porque la sociedad civil elude siempre de un modo u otro las prohibiciones estatales utilizando el sentido común y la capacidad empresarial innatos en todo ser humano. Los catalanes podrán seguir disfrutando de la fiesta taurina pero dejando los beneficios en otros bolsillos, algo que a la clase política catalana parece tenerle también sin cuidado.


Vaya por delante nuestro respeto hacia los que, por cuestiones de orden moral, se declaran contrarios a las corridas de toros, los cuales tienen perfecto derecho a expresar su rechazo por métodos pacíficos; pero, al tiempo, exigimos el mismo respeto a los varios millones de españoles que consideran la fiesta taurina una tradición nacional y disfrutan de ella en prácticamente todo el país.

Es quizás en esta última clave, su arraigo compartido en casi toda España, en la que hay que situar los esfuerzos legislativos de un parlamento autonómico dominado por la ideología nacionalista, para el que cualquier expresión cultural española resulta inadmisible en su tarea de “construcción nacional”. Lo acredita el hecho de que mientras que el sentimiento antitaurino está ampliamente repartido por nuestra geografía, sólo en Cataluña, junto a Canarias, donde la tauromaquia nunca ha tenido arraigo popular, los políticos se muestran decididos a suprimir las corridas de toros, que tanta afición concita entre muchos catalanes, incluidos algunos políticos que, hipócritamente, anteponen ahora otros intereses a la libertad de los ciudadanos para elegir libremente a qué tipo de espectáculo público quieren acudir.

Por otro lado, si se trata de evitar el sufrimiento de un animal para diversión del pueblo, no se entiende que la iniciativa antitaurina haya dejado al margen el espectáculo de los “correbous”, típico de muchas poblaciones catalanas, en el que el toro es atado a un poste para colocarle antorchas en los pitones, y más tarde verle correr despavorido por su temor natural al fuego mientras las brasas le caen en los ojos como tortura añadida. Un espectáculo, indudablemente, mucho más cruel con el animal que la lidia tradicional, sometida a un ritual perfectamente delimitado y de obligado cumplimiento para los matadores.

Ajenos a los problemas reales de los ciudadanos, los políticos catalanes van a dedicar sus mejores esfuerzos legislativos en acabar con una tradición cultural que en ningún otro lugar supone un problema que el Estado deba regular de forma coactiva. Los desempleados catalanes y los empresarios que se han visto obligados a cerrar sus negocios tienen de esta forma un motivo más para sentirse “orgullosos” de su clase política.


Libertad Digital - Editorial

Suspenso general al Gobierno

EL Gobierno de Rodríguez Zapatero va a cerrar el año con un balance negativo en la opinión pública sobre los asuntos de más relevantes de su gestión. Según la encuesta que hoy publica ABC, la situación económica, la dirección política y la resolución del «caso Haidar» merecen un claro suspenso por parte de los ciudadanos, aunque la necesidad de esperanzarse aparece en el mayor porcentaje de los que piensan que la economía mejorará en 2010, frente a los que temen lo contrario. Aun así, los encuestados prevén que el empleo y el poder adquisitivo de las familias seguirán cayendo, lo que demuestra que las causas de la incertidumbre y el temor por el futuro se mantienen. Con estas bases será muy difícil que se cumplan los pronósticos optimistas del Gobierno. Contra la desconfianza de la sociedad, las palabras no bastan. Además, si el Ejecutivo pretendía insuflar ánimos con un nuevo modelo productivo, el intento ha fracasado de antemano, porque los encuestados rechazan que los Presupuestos Generales de 2010 o la Ley de Economía Sostenible vayan a ser eficaces. No es extraño, entonces, que el 63 por ciento de los ciudadanos consultados considere que la situación económica es mala o muy mala. No es una opinión sólo de los votantes del PP. El 48 por ciento de los votantes socialistas piensa igual.

En el terreno político, la opinión de los españoles sobre la situación actual es mayoritariamente negativa (53 por ciento) y ha empeorado desde el sondeo de mayo pasado. No en vano, desconfían de la clase política y suspenden claramente tanto a Gobierno como oposición, dato éste que sigue lastrando al PP ante la opinión pública e incluso entre sus propios votantes, porque si los socialistas aprueban por poco al Gobierno (5,7 por ciento), por el contrario los del PP suspenden a este partido con un 4,7 por ciento.

En el plano internacional, los españoles confían en los buenos resultados de la Presidencia europea del próximo semestre, sentimiento abonado por el acuerdo de Estado con el PP. Pero el reverso es la resolución de la huelga de hambre de Aminatu Haidar, porque los encuestados coinciden con las críticas del PP en que España ha salido debilitada frente a Marruecos y en que el reino alauí ha sabido imponer sus intereses frente a España, opinión que comparte el 49 por ciento de los votantes socialistas. Mal cierre para Zapatero.


ABC - Editorial

Que TV3 se fusione con RTVE y colorín, colorado. Por Federico Jiménez Losantos

Las dos cadenas de TV creadas de la nada y contra el espíritu de la Ley por Zapatero –la Cuatro y la Sexta- han sido absorbidas simultáneamente por Tele 5 y Antena 3 mediante una operación entrañablemente navideña, con dos ricachos avarientos compadeciéndose de dos pobretones manirrotos, ahorrándoles así la quiebra, el concurso de acreedores y otros lances de la prestidigitación empresarial política, abocada casi siempre a la mendicidad. Es un placer malsano, si alguno no lo fuera, leer los elogios de la alianza, que en rigor es venta barata o sumisión comercial, de Prisa a Berlusconi, reciente huésped desvestido de sus portadas veraniegas. A mí es que con Cebrián me da la risa: ¡pues no culpa al Gobierno de haber creado la Sexta para sus amigos! ¿Y el regalo de cambiar la televisión de pago Canal + por la 4 en abierto? ¿No ha sido otra ruina no semejante sino todavía peor? Es tan fatuo el hombretón de Prisa que si estuvieran a punto de cocerlo los caníbales les impondría la cantidad de sal necesaria para condimentarlo de forma progresista. Por mandar, mandaría hasta que le cortaran la cabeza.

Pero lo cierto es que el regalo a Prisa y el regalo a Mediapro han acabado en manos de Berlusconi y Lara, con la diferencia de que los catalanes, que ya han mostrado su obediencia al Tripartito, han ganado un dinero que no tenían –Roures y demás- o van a ganarlo –Lara- vendiendo el fútbol a las colonias de la metrópoli cataláunica y editoúnica. Los progres de Barcelona se han forrado y le han traspasado el chollo al Grupo Planeta mientras que los progres de Madrid se han arruinado y se ha hecho con sus despojos Berlusconi. Diferencia notable: unos, de todo a nada; otros, de nada a todo.

¿Pero y las libertades? ¿Y el pluralismo al que se supone que debería servir el sistema de concesiones políticas de licencias de emisión de radio y TV? Pues si antes amenazaba ruina, ahora se ha venido abajo con estrépito. Zapatero presumía de que con él habíamos pasado de cuatro cadenas nacionales a seis. Y era verdad. Progres e ilegales, pero ahí estaban. ¿Y ahora? ¿Volvemos a las cuatro de Aznar? Sí. Y pueden quedarse en dos, pero con veintitantos canales de TDT de pago, que acabarían con cualquier pluralidad en el sector privado. En el público, Zapatero y Montilla podrían fusionar RTVE y TV3 con todos sus canales de TDT, gratuitos o de pago, que serán seiscientos mil, y por fin habríamos conseguido el eterno sueño totalitario de nuestra clase política: volver al Parte. Y, encima, pagando.

Lo menos sórdido entre tanta indecencia sería que si dos cadenas se fusionan, una licencia salga de nuevo al mercado. Y si son dos pares, dos licencias. Todo lo que no sea eso, supondrá una vuelta de tuerca más a este tornillo que nos falta, que es el de la libertad. Esperaremos sentados, no sea que nos cansemos esperando la tradicional lucha por el pluralismo de los partidos de la Oposición. Lo mismo piden una sola cadena. Para ahorrar.


El blog de Federico