sábado, 12 de diciembre de 2009

Esperpento sindical. Por M. Martín Ferrand

RAMÓN del Valle-Inclán, en lo que al esperpento respecta, resulta un pardillo si se le compara con Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, grandes fabuladores sociales. Luces de Bohemia, frente a la manifestación sindical convocada para hoy en Madrid, es un pequeño sainete de costumbres burguesas y Max Estrella, un notario de provincias. Supongo que liderar sindicatos escasamente representativos y enchufados a la ubre del Presupuesto debe de ser una tarea imposible que exige grandes dosis de imaginación y oportunismo. Hacerlo, además, en actitud de guardaespaldas de un Gobierno errático y confuso requiere la desvergüenza precisa para, sin inmutarse, llamarle redondo a lo cuadrado.

Como en los mejores tiempos del sindicalismo vertical del franquismo, el sindicalismo actual, horizontal en razón de su siesta permanente a la hora de defender los intereses de los parados, los inmigrantes y los autónomos, ha fletado trenes y autobuses, dieta y viáticos incluidos, para que «espontáneamente» los empleados se manifiesten contra sus empleadores sin que, más allá de la superada lucha de clases -la máxima razón del sindicalismo de izquierdas medien razones concretas que puedan justificar la movilización. Es dramático, pero las organizaciones a las que el tiempo y el progreso social -el Estado del bienestar- han dejado sin contenido en los países del Viejo Continente necesitan, periódicamente, demostrar su existencia. Tienen que obtener su fe de vida, como un abonado a la Plaza de Toros de las Ventas, para seguir renovando su abono.

Ya sería de difícil explicación, dadas las circunstancias que perfila el momento, una manifestación sindical contra el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, culpable por omisión y tardanza en sus reacciones, de una parte del problema laboral vigente; pero manifestarse contra los empresarios confirma el diagnóstico del maestro Valle-Inclán: «España es una deformación grotesca de la civilización europea». La movilización que promueven CC.OO. y UGT, tan extemporánea como ridícula, no es un camino para promover el empleo, la más urgente de nuestras necesidades colectivas, sino todo lo contrario: una maniobra para incrementar el recelo de los emprendedores, propios y extraños, y extremar las cautelas de los inversores abrumados por el creciente riesgo financiero que supone invertir en España. Por lo demás, muy oportuna la iniciativa.


ABC - Opinión

0 comentarios: