
Tal vez para que nos olvidemos de ello, Zapatero intenta ahora vendernos la Presidencia de la Unión Europea, que ocupará durante el primer semestre del próximo año. Una engañifa con la que nos distraerá un día sí y otro también, como ya empieza a hacer. Confía en la ignorancia de los españoles en asuntos europeos, concretamente, en lo poco que manda su presidente de turno, que mandará aún menos con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa. Prevé éste una especie de «primer ministro» encargado de llevar la política de la Comunidad y un ministro de Exteriores como ejecutor de la misma. Lo que relegará la Presidencia a un cargo más que nada representativo. Por no hablar ya de que quienes siempre han mandado y seguirán mandado en Europa son Alemania y Francia. Con Angela Merkel, Zapatero tiene hoy menos proximidad que nunca, al haber entrado los liberales en su Gobierno. Con Sarkozy, sigue teniendo la de aquel a quien se debe una silla. Para resumir: creer que Zapatero pintará algo durante seis meses en Europa es como creerle que iba a traer la paz al País Vasco negociando con ETA.
«La credibilidad es necesaria para el ejercicio del poder -dijo también Pujol-, y desde mi punto de vista, Zapatero no la tiene». Eso es hablar sin pelos en la lengua. Para que luego digan de los catalanes. Un proverbio anglosajón dice que se puede engañar a uno una vez, pero no a todo el mundo siempre. José Luis Rodríguez Zapatero lo había conseguido hasta ahora. Va a resultar que Cataluña, la niña de sus ojos, es la más desilusionada. Pero es lo que suele ocurrir con las niñas de los ojos: que son las primeras en descubrir el engaño.
ABC - Opinión
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