domingo, 28 de junio de 2009

«Crémer contra Crémer». Por M. Martín Ferrand

HACE un montón de años, en una cena con premios en el Hotel Fernán González, en Burgos, me contó Victoriano Crémer que de jovencito se ganó la vida, en León y tras renegar del oficio de mancebo de botica, acudiendo a fondas y hoteles para servir de amanuense a los huéspedes analfabetos que disponían de las cinco pesetas -¡un duro!- en que cifraba sus honorarios. Escuchaba con atención la letra de los mensajes de aquellos viajeros y luego, pluma en mano, les ponía la música epistolar más conveniente para cada caso. Después amplió el negocio y pasó de las cartas a los discursos, a cincuenta duros la pieza, con los que se lucieron algunos próceres de la región en actos que, por su solemnidad, reclamaban el lujo de la oratoria. El ejercicio de negro literario siempre tuvo un inmenso valor formativo y sirvió de escuela de humildad a los novicios de las letras.

No creo en los horóscopos ni en los efectos fulminantes de los astros sobre nuestras vidas, pero llevamos unas cuantas fechas de notables coincidencias mortuorias. Ayer, amaneciendo, le llegó la hora a Victoriano Crémer, aceptable novelista, gran poeta y maestro indiscutible en la última forma de esclavitud que queda en Occidente, el artículo diario. Con el título que hoy, en su homenaje, encabeza esta columna mantuvo hasta hace muy poco una colaboración diaria, cáustica y brillante en Diario de León. Algo excepcional por su calidad literaria, su ejemplar seguimiento del ritmo de los días y la edad de su autor, que llegó a cumplir los 102 años.

Aunque suelen ser los bilbaínos quienes presumen de nacer donde se les antoja, Crámer era un leonés nacido en Burgos. En plena Guerra Civil, en el diario Proa, de Falange Española, simultaneó el trabajo de linotipista con el de articulista de postín e hizo notorios los pseudónimos de «Asterisco» y «Vick». Luego se desmarcó del ámbito del poder naciente y contra los jóvenes del Régimen que centraban su juventud creadora en la revista Escorial, se unió a los discordantes de Espadaña. Historias que ya no le interesan a nadie porque la memoria decretada por el nuevo régimen se centra en el odio y el revisionismo y no en el reconocimiento del talento, plural y diverso, que despilfarraron los años de esta evocación. La concordia crítica que predicó Crémer. También en la radio, en la Ser, con sus famosas «Cartas a la tía Federica». Mañana será su funeral.

ABC - Opinión

1 comentarios:

Isabel C dijo...

Ya ...

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