El máximo responsable de Deportes del Gobierno, es decir, Zapatero, no ha dicho una palabra aún del escándalo de Mestalla. A pesar de la gravedad de lo sucedido. Ni una condena ni una propuesta de sanciones para evitar futuros incidentes. Seguramente, porque también el himno nacional y la Monarquía le parecen conceptos discutidos y discutibles y, por lo tanto, sujetos a la libertad de expresión. Que es lo que han dicho la mayor parte de los nacionalistas y una buena parte de la izquierda, que se trata de la libertad de expresión.
Precisamente porque todos estos sectores, con el presidente del Gobierno a la cabeza, piensan que las pitadas al Rey y a los símbolos nacionales son libertad de expresión, ha ocurrido lo que ha ocurrido. Nada se hizo jamás para atajar esos comportamientos. De la misma forma que sí se ha hecho para cortar de raíz cualquier tipo de expresión racista o para impedir el uso de simbología nazi. Y a ver quién se atreve.
No recuerdo a ningún respetable demócrata español defendiendo la idea de que los insultos o las pitadas a los jugadores negros entran dentro de la libertad de expresión. Tampoco me viene a la memoria ningún representante del progresismo sugiriendo la importancia de entender las causas de los insultos racistas.
Lo que sí recuerdo es a una representante del PC francés pidiendo que se entendieran las razones de la pitada a La Marsellesa en el Francia-Túnez de hace unos meses. Y a algunos socialistas que criticaban la propuesta de Sarkozy de suspender los partidos si las pitadas se repetían. Tampoco en Francia han encontrado una buena solución al problema. Pero sí lo han catalogado como problema. Comparable para muchos, empezando por el propio presidente, con cualquier otro acto de intolerancia. Aquí ni siquiera existe el problema. No para el ministro de Deportes, al menos.
ABC - Opinión
sábado, 16 de mayo de 2009
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