viernes, 22 de mayo de 2009

EUROPA: IDEAS FRENTE A PASIONES. Por Fernando Fernández

HUBO un tiempo en que Europa era sinónimo de libertad y prosperidad. Los españoles abrazamos la causa europea con ilusión y demostramos que éramos un país serio y fiable. Hoy Europa es sólo una excusa. Una excusa para mostrar nuestras vergüenzas, no hay otra manera de describir el espectáculo que dimos en el Parlamento europeo con motivo del mal llamado proceso de paz y el intento de utilización de la alta institución como cámara de resonancia de nuestras desavenencias internas. Una excusa para ocultar nuestra incapacidad para afrontar la crisis económica bajo la mesa camilla del modelo social europeo. Una excusa para liarnos a palos y sacar a pasear los viejos fantasmas del miedo y las dos Españas. Que nadie se sorprenda luego que crezcan la desafección y el déficit democrático. Nos los estamos trabajando con ahínco.

Lo peor de la campaña socialista no es la llamada al odio a los que piensan diferente, claro que solo si tienen la desgracia de ser conservadores no nos vayan a tachar de xenófobos; ni siquiera el desprecio y la intolerancia a las supuestas minorías; ni tampoco el despertar sin complejos de una vena a lo Robespierre que siempre ha estado presente en la progresía hispana. No, lo peor es que no habla para nada de Europa. Las elecciones del 7 de junio son sólo la excusa para machacar al contrario y asegurarse que no levanta cabeza. No es que sean unas primarias nacionales, es que son la gran oportunidad para matar los brotes verdes de recuperación del centroderecha. Propaganda sin límite ético alguno y una utilización clientelar del presupuesto en tiempo real -curiosa coincidencia con los dos decretos que benefician directamente a los operadores televisivos afines- son los ingredientes estelares de esta cocina castiza bien aprendida por estos chicos tan posmodernos.

No será porque no haya temas europeos sobre los que invitar al debate y contraste de opiniones. Ni tampoco porque España sea un socio menor cuya opinión es irrelevante. Recordemos que la Unión sigue sin tratado constitucional, que la admisión de Turquía es una decisión estratégica, que la crisis financiera ha puesto en evidencia los límites de la Unión Monetaria, que migraciones, seguridad y política exterior necesitan una definición urgente si no queremos que Estados Unidos, Brasil, Rusia, China y la India se pongan de acuerdo sin nosotros. En fin, toda una serie de temas aburridos, que no levantan pasiones ni elevan la audiencia pero de los que dependen bienestar y prosperidad futura de los españoles. La democracia es un simple sistema político que invita a la gente a leer, pensar, informarse y decidir. Esa es su principal virtud. Un sistema tan previsible que sólo el cartero o el repartidor de leche llaman a la puerta por la noche. La España de Zapatero es sin embargo un país pasional que ha resucitado los actos de fe para televisarlos en directo, que cultiva el amarillismo más ramplón y se nutre de los enfrentamientos cainitas en temas de principios para poder seguir evocando fascismo, reacción y sacristía. Parte de la derecha española ha caído en la provocación y se apresta al enfrentamiento de banderas, himnos y sagrados principios. Comprendo que es difícil mantener la calma cuando el sentido común es considerado casposo y extirparlo, una necesidad de progreso. Pero aunque lo intente el presidente Zapatero, estas elecciones no son una cruzada, sino sencillamente la oportunidad para discutir del papel de España en Europa y de Europa en el mundo, para plantear alternativas a la política económica de ocurrencias y poner encima de la mesa arreglos eficaces a un Estado de Bienestar que hace aguas. Dicen que el Parlamento europeo es frío, burocrático, distante. Menos mal. Nada me preocuparía más que fuese tan excitante como el festival de Eurovisión o la Asamblea Bolivariana. Aló Presidente es un gran reality, pero pésima política. Como la campaña socialista. Aunque sirviera para ganar elecciones, que lo dudo, el país no se la merece.


ABC - Opinión

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