martes, 5 de mayo de 2009

ELECCIONES POCO EUROPEAS. Por M. Martín Ferrand

YA hemos admitido, y algún día nos arrepentiremos de ello, que la campaña electoral para el Parlamento Europeo no se refiera, como demanda el sentido común, al Viejo Continente, su Constitución pendiente y las políticas que emanarán de Bruselas durante su próximo periodo legislativo. De lo que se trata es de que el PP y el PSOE se zurren la badana y que ambos puedan demostrar a sus apasionadas clientelas que el malo, el gran responsable de lo que nos pasa, es el otro. De ahí la consideración de «primarias» que, con vistas al 2012, se obstinan en darle a la confrontación Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero y sus abundantes y no muy lúcidos equipos de analistas, asesores, consultores y propagandistas.

Las listas que encabezan Juan Fernando López Aguilar y Jaime Mayor Oreja, auténticas cofradías de afectados a quienes sus jefes quieren consolar o compensar, son un pretexto para llevar a la calle, a los anacrónicos mítines y a sus manipulados resúmenes, lo que debiera ser una sesión continua en el Congreso de los Diputados: las crisis -la global y la específicamente española-, sus demoledores efectos y sus posibles remedios. Es un nuevo ejercicio colectivo de irresponsabilidad dirigente que cuenta con la pasión o el desdén, según los casos, de los dirigidos.

En esta ocasión, el poco madrugador Rajoy ha tirado la primera piedra y aprovechó la presentación de la candidatura que él solito ha compuesto para decir, con tanta precisión como inoportunidad, que Zapatero es «el gran gastador» del dinero de los contribuyentes. Por otra parte, el líder socialista anuncia su dedicación a la campaña y su presencia en diez grandes mítines. Es decir, que de aquí al día 7 del mes próximo no tendremos ni Gobierno ni oposición.

Los tranvías de hace medio siglo y los autobuses que todavía tenían cobrador lucían un prudente letrero: «Prohibido hablar con el conductor». Es importante que quien debe llevarnos hasta final de trayecto sin sustos ni incidentes no se distraiga demasiado. Aquí y ahora es el conductor, el presidente del Gobierno de una Nación en ruina, quien le da palique a los viajeros y el encargado de vigilar su buen trabajo, el líder de la oposición, quien mantiene viva la conversación. Un gran disparate en la línea de lo que, en colectivo ejercicio de enajenación mental, venimos practicando desde hace años. Cinco por lo menos.

ABC - Opinión

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