Puestos a seguir el ejemplo de Sarkozy sería más provechosa, y unánimemente admisible, una mayor atención a las mutaciones de conducta que se observan en las escuelas, públicas y privadas, y que constituye un gran problema potencial. Por el momento, a la vista de las tensiones que se viven en los centros de la enseñanza primaria y media, las autoridades francesas han dispuesto un gran despliegue policial y las mochilas y carteras de los alumnos podrán ser registradas sin mayores miramientos. La violencia está a flor de piel y el buen sentido invita a la prevención antes que al lamento.
Aunque por otras razones, las de la salud, el Gobierno francés se dispone también a prohibir el uso de los teléfonos celulares en las escuelas. Lo sorprendente es que no lo hayan hecho hasta ahora y no solo, como se propone, a los menores de diez años. Si existen riesgos de radiación magnética, es conveniente; pero, sobre todo, debe evitarse, como ya sucede por estos pagos, que las aulas estén más cerca de ser un zoo incivil y salvaje que de resultar incubadoras de conocimiento y civilización. Muchos de los males que nos acosan arrancan del relajo de la autoridad en las escuelas y a la impávida contemplación del crecimiento generalizado de la mala educación y la socialización de la ignorancia.
No se equivocan las huestes de Zapatero al fijarse en la política de Sarkozy. Todo lo contrario. No se corresponde ni con la historia del PSOE ni con el radicalismo sañudo de su líder presente; pero, puestos a asomarse al exterior, es deseable que lo hagan con la atención puesta en la política educativa mejor que en el parque móvil de El Eliseo.
ABC - Opinión
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