Aplaudo las mil buenas intenciones del nuevo presidente norteamericano y su buena educación en este su primer viaje a Europa. Y que después de sus palabras de cortesía hacia España y Zapatero le dejara a éste farfullar dos frases y media sobre nuestra voluntad de paz y justicia -otra vez la Nada- antes de darle un cachete amable en el hombro que parecía responder a un miedo muy racional a que Zapatero se explayara. Estaría avisado. Al fin y al cabo el presidente de los Estados Unidos siempre anda mal de tiempo. Él no puede perder el tiempo con la alegría con la que lo hace el nuestro. Quizás quiera en algún momento, pero en todo caso no le dejan. Sugiere el gran columnista Santiago González que hablarían de sus niñas. Tienen dos cada uno. Es posible. Pero en la breve intimidad con la traductora. Por lo demás, como le comentaba Goethe a Eckermann en sus conversaciones, nada hay más ofensivo que hacer perder el tiempo y la paciencia al interlocutor y al público con obviedades grotescas como son las manifestaciones de la bondad propia. Los dos quieren a sus niñas y los dos quieren paz y justicia en el mundo. Nadie desea plagas y terremotos. Al menos no se espera una revelación contraria al respecto. Para mí Obama es aún una página en blanco que empezará a llenarse cuando tenga su primera crisis de voluntad y riesgo. Aún no la ha tenido. Guerrear en la crisis con dinero de los contribuyentes puede ser caro -incluso letal a largo plazo-, pero no es heroico. Reconozco también que sus bienaventuranzas sobre el mundo libre de armas nucleares dan cierto miedo. Su tendencia presbiteriana a no ver más que lo bueno en el enemigo, me recuerdan a otro presidente, Woodrow Wilson, que con su bondad ayudó mucho a hundir Europea en el caos, la miseria y el crimen. Respecto a Zapatero, tengo la convicción de que, después de la conversación sobre las niñas, Obama tiene ya un concepto más exacto sobre su capacidad y fiabilidad. Si no fuera así, pronto el mundo va a estar tan aviado como nosotros.
ABC - Opinión
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