martes, 7 de abril de 2009

Retorno al felipismo. Por M. Martín Ferrand

COMO suele interesarnos mucho más lo que nos duele que lo que nos conviene, andamos todos con los ojos como platos para tratar de ver el más allá del nuevo Gobierno que perpetra, triunfal tras su gira europea, José Luis Rodríguez Zapatero. Es, para empezar, un nuevo Gobierno viejo. El presidente, aunque solo se ha cumplido un año de su segunda legislatura, está agotado. Achicharrado. Su fuerza se reduce al mero valor contable de los escaños que el PSOE mantiene en la Carrera de San Jerónimo y todo lo demás es ruido y propaganda. La marcha de Pedro Solbes, lo más singular de cuanto se barrunta, es la escenificación de algo que ya se había producido hace tiempo. Verdaderamente, ¿Solbes tuvo en algún momento el control de la economía española?

Dejando aparte los mamarrachos con los que maese Zapatero ha mantenido el espectáculo en su guiñol gubernamental, y sin olvidar a Alfredo Pérez Rubalcaba -valor constante en el socialismo español contemporáneo-, los nombres que, según los avances de la propaganda, apuntalarán la nueva intentona del presidente son nombres viejos. Elena Salgado o Manuel Chaves son, y no solo por su origen en los Gobiernos de Felipe González, piezas singulares de la transformación del PSOE, después de Suresnnes, en una socialdemocracia tibia reforzada por una actitud enfermizamente hostil a los valores del conservadurismo español.
De hecho, no estamos ante la hipótesis de un nuevo Gobierno de Zapatero, sino ante la realidad de uno viejo de González. Es el retorno a un tiempo en que el crimen de Estado y la corrupción empañaron los logros -más de uno- que aportó el trecenario de poder que ahora parece querer recuperar, tras su fatal quinquenio, un PSOE que, si se cumplen los oráculos integrará en un Gobierno a su presidente, su secretario y su vicesecretario generales. No les será difícil llegar a confundir el partido con el Gobierno y, de hecho, continuar la línea de amancebamiento, a falta de separación entre los poderes del Estado, entre el Gobierno y el propio Estado.
Lo único que llama la atención es que el relevo pueda producirse a solo dos meses de las elecciones para el Parlamento Europeo. Si la Moncloa no tiene la total seguridad de una rotunda victoria sobre la lista del PP, está exponiendo al «nuevo» Gobierno a una primera y sonora derrota. ¿Es posible que el «amigo» de Barack Obama haya alcanzado tal nivel de desesperación?

ABC - Opinión

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