
El nombramiento de Moreno como consejera de Educación de la Junta convierte en plausible la hipótesis de la sucesión a plazos. Zapatero se fijó en ella hace tiempo -por alguna de esas razones intuitivas tan suyas, similares a las que convirtieron en ministra a Bibiana Aído- para señalarla como «el futuro» del socialismo andaluz. Chaves la consideraba, con razón, un poco verde para dar un salto cualitativo tan grande, y estaba además escocido por el ninguneo a que fue sometido cuando el presidente se la llevó a Madrid sin su permiso. Así que, llegada la hora del relevo, ha podido abrirse paso una vía intermedia: Griñán a la Presidencia para evitar un ataque de vértigo en el chavismo, y Moreno al Gobierno para hacer natural el paso siguiente, previa digestión del aparato del partido.
De momento la estrategia es no dar pistas a un PP crecido
Se trata de una hipótesis pero, como la ceniza quevediana, tiene sentido. De un lado viene avalada por la tenacidad de Zapatero a la hora de imponer sus criterios en la organización socialista. De otro, por la propia trayectoria de Griñán, cuya carrera parece más bien al final de todo que al principio de algo. Ofrece el perfil de un hombre de transición; es un gestor solvente, sólido y dueño de una cierta elegancia intelectual, pero pertenece, como el propio Chaves, a la generación que el zapaterismo está jubilando más deprisa que despacio. Y siempre ha sido más un político de gobierno que de partido; cuesta trabajo imaginarlo empeñado en el esfuerzo de hacerse con el control de una maquinaria tan compleja y pesada como la del PSOE de Andalucía.
Es en ese veterano aparato de poder, y desde luego en las encuestas de aceptación, donde están las claves de esta operación que se irá desvelando a medio plazo. De momento la estrategia es no dar pistas a un PP crecido cuyo líder, Javier Arenas -al que el nuevo presidente andaluz ya dio el relevo una vez, en el 96, al frente del Ministerio de Trabajo-, ignora a qué candidato tendrá que enfrentarse. Pero el sueño de Griñán ya está cumplido. El de Eva sigue a la espera.
ABC - Opinión
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