miércoles, 29 de abril de 2009

EL RUIDO DE LA LLUVIA. Por M. Martín Ferrand

«Si, aunque el marido de Angela Merkel tenga menos glamour que la esposa de Sarkozy, nuestros líderes reparasen en el modo alemán de enfrentarse a la situación se les podría caer la cara de vergüenza.»

SEA grande o pequeño, desde la gripe porcina al sastre de Francisco Camps, cualquier pretexto es bueno para que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no se centre en el primero y más grave de los problemas que nos angustian. Tampoco podría decirse con justeza que el PP -especialmente en las Autonomías de su jurisdicción- y cuantos partidos integran el mosaico de la oposición actúen como cabría esperar frente a una situación que está desintegrando buena parte de los logros materiales alcanzados en los últimos años y que, en lo que respecta a sus cuatro millones de protagonistas principales, es rotundamente dramática.

Ya que tanto deslumbran el encanto de Carla Bruni y la habilidad y finura de Nicolás Sarkozy, podrían reparar nuestras fuerzas vivas en las medidas, muchas de ellas drásticas, que ya operan en Francia para enfrentarse a una crisis global y financiera. Una crisis a la que aquí se le añaden la quiebra de un modelo económico taponado por un exceso de ladrillos y un sistema de relaciones laborales en el que los empleados aparentan trabajar y los empleadores hacen como si retribuyeran el esfuerzo virtual. Si, aunque el marido de Angela Merkel tenga menos glamour que la esposa de Sarkozy, nuestros líderes reparasen en el modo alemán de enfrentarse a la situación se les podría caer la cara de vergüenza. Allí toman medidas, muchas y radicales, sin el menor interés por resultar simpáticos u obtener un rédito electoral: al servicio de Alemania.

Dejando a un lado a los partidos periféricos y nacionalistas, una de las cargas añadidas aportadas por el germen consentidor de la Transición y la degeneración partitocrática, los dos grandes partidos en presencia, en la poco sutil reflexión de que los parados también votan, se las prometen felices ante la hipótesis de enriquecer su parroquia natural con los cuatro millones de perjudicados directos. Craso error. Aquí está floreciendo un insano sentido de negación democrática que, con base en el tradicional acratismo hispano, puede llegar a tener fatales consecuencias. Como cuando llueve, nadie se siente responsable del agua que cae y unos, los prudentes, esperan a que escampe y otros, los audaces, se someten al chaparrón; pero, hay que recordar lo obvio, no es la lluvia lo que nos empapa, sino la inoperancia de un Gobierno sin rumbo y con complejos y el prudente desdén de una oposición sesteante.

ABC - Opinión

0 comentarios: