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Es un hecho trágico aquí en Europa -que nuestra larga historia hace irrevocable y posiblemente por desgracia inamovible- que las instituciones y las leyes estén siempre bajo sospecha. Lo están porque la memoria larga nos recuerda que las leyes eran impuestas por déspotas o tiranos, por poderes más o menos crueles o compasivos pero siempre lejanos. De ahí la vulnerabilidad de nuestras instituciones y leyes y el desafecto manifiesto que muchas veces se fomenta incluso desde los cargos que las representan y han jurado defenderlas. La magnífica fotografía que hoy ven en portada de ABC y que parte de una iniciativa del nuevo presidente es la rotunda manifestación de una voluntad de continuidad, de respeto al magnífico pasado de esa gran nación que los cinco han dirigido, dirigen y dirigirán. Que han representado con el profundo orgullo de dirigir una sociedad libre de la que jamás nadie ha huido por sus creencias ni convicciones y a la que millones quieren acudir para lograr la prosperidad soñada para sus hijos y nietos. Pese a todos los defectos que en una sociedad humana pueda haber. Esta fotografía capta la continuidad institucional de hombres distintos que tienen un objetivo supremo que es la defensa de su patria y que relega todas las demás consideraciones a un papel secundario. Es la imagen del mayor logro de una inmensa organización social que ha logrado prevalecer por encima de las pasiones humanas y las ambiciones personales. Es todo un símbolo de la generosidad, la grandeza y la buena fe que se basan en el respeto a las instituciones y a los hombres y sobrevuelan toda la mezquindad, rapiña y sectarismo que tan fácilmente se adueñan de otras naciones.
ABC - Opinión
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