jueves, 3 de enero de 2008

Del destape al burka. Por Cristina Losada

Antes del Secuestro - Después del secuestro



En un telediario de madrugada, he visto a dos mujeres vestidas a la usanza musulmana. Tenía el volumen bajo, de manera que no captaba y pienso que me resistía a captar, que se trataba de las dos cooperantes -argentina y española- secuestradas en Somalia, recién puestas en libertad. No sé si las vistieron así sus captores o ellas habían elegido el atuendo, pero se ha hecho norma que las occidentales adopten la indumentaria islámica. Sí, las mismas o parecidas mujeres occidentales, que hace años -¿cuántos?- se paseaban en minifalda, pantalón corto, camisetas ceñidas y, por supuesto, sin sostén, por las ciudades y pueblos del mundo islámico y pretendían, en ocasiones, entrar de esa guisa en sus lugares de culto, ahora se cubren con el hiyab, el velo y el burka en cuanto avistan suelo musulmán. No es únicamente por pasar desapercibidas ni por respeto a las costumbres. En ese cambio de atuendo se verifica, posiblemente, el deseo de desprenderse del sentimiento de culpa que lastra al occidental imbuido de la idea de que su civilización ha causado los males del mundo y en especial, los del sitio donde se encuentra; en fin, la misma idea que impulsa a los islamistas a atacarnos. Por liberarse de esa culpa, las mujeres (no estaban pues, liberadas) se cubren con los símbolos que informan y establecen su condición de criatura sometida al hombre. A menos que aquello de lo que quieran liberarse sea la libertad.

Heterodoxias - 03/01/2008

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