
Se rasgan las vestiduras por la crispación que presuntamente atizamos en los medios, pero no dejan de atizarnos injurias, descalificaciones y comentarios despectivos. Abogan por un periodismo limpio y sosegado, mientras emplean toda clase de munición, desde la mentira al humor de trazo grueso, contra cualquiera que se atreva a plantar cara a su discurso. No aspiran a ganar a la competencia ni a conquistar al público; lo suyo es el pensamiento único. Nosotros, los señalados con el dedo acusador.
Su estrategia es de una perversión refinada, perfeccionada a través de los años por distintos regímenes totalitarios. Se trata de liquidar al adversario con toda la fuerza que da el poder, presentando esa labor como una contribución a la buena salud democrática. Aniquilar cualquier disidencia culpando al disidente de su suerte. Convertir a la víctima en verdugo. Dibujar a la oposición, encerrada en el «cordón sanitario» que han tendido con el fin de aislarla, como la bestia feroz que acorrala a las ovejas, para así poder destruirla desde la buena conciencia y tildarnos a la vez de fachas.
Fachas todos, desde los representantes del PP en el Ayuntamiento donostiarra (sentencia Odón Elorza) hasta servidora. Fachas.
Isabel San Sebastián
El Mundo, edición impresa, 10-11-2007
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