domingo, 4 de noviembre de 2007

España, Ceuta y Melilla

El Rey y el «Gran Marruecos»

España se halla en el Magreb desde hace 500 años, en Ceuta y Melilla por ejemplo. Eso es un hecho del mismo calado que Guipúzcoa, Navarra, Aragón o Andalucía son parte de España. Y ese hecho no crea ningún derecho, ni histórico siquiera (mal que le pese a nuestra Constitución) por la sencilla razón de que los territorios son lugares y no tienen sino aptitud a ser ocupados por humanos. Éstos son únicamente quienes apechugan con derechos y obligaciones, y eso cuando viven en un Estado de derecho. Ceuta y Melilla hacen alrededor de 20 km2 y conforman dos ciudades separadas entre sí tanto como San Sebastián y Madrid, pero están unidas por lo mismo que lo estamos todas las tierras de España, o sea, por la misma ley que nos hace libres y nos garantiza igualdad.

Y la misma posibilidad de luchar por las mismas oportunidades sociales. Cuando no existía democracia en España, los ceutíes y melillenses sufrían de lo mismo que los demás españoles y se parecían a sus vecinos magrebíes más de lo que se parecen hoy.
Marruecos, sólo desde 1956
Así, cuando éstos se constituyeron por vez primera en un Estado (1956), existía bastante diferencia cultural, política y social entre marroquíes y españoles, y una diferencia económica de 3 puntos a favor de los nuestros. Hoy, la diferencia es abismal: el PIB entre Marruecos y España se diferencia en 13 puntos (la segunda mayor del mundo entre países contiguos), dos millones y medio de marroquíes han emigrado a trabajar, el 60% de la población marroquí es analfabeta, las personas se hallan jurídica y socialmente en desigualdad y son súbditos de un monarca teocrático, miles de niños pululan abandonados en las calles y cientos de miles de adultos se buscan la vida en el llamado sector informal (manteros, aguadores y vendedores de baratillo) y miles de ellos están dispuestos a saltar a España.
El error de España es que Ceuta y Melilla hayan vivido del comercio, sobre todo del alegal, cuando no ilegal. En ellas entran más de 30.000 marroquíes a diario, particularmente mujeres a cargarse en la espalda fardos con objetos de consumo. La mercancía entra en ambas ciudades sin arancel y, tras serle retenido un 10%, sale hacia Marruecos. Se trata de una riqueza fantasmal, de frontera. Y hay tráfico de droga en sentido inverso y un inaudito blanqueo de dinero. Ambas ciudades constituyen la ventana de África para entrar clandestinamente en España. Casi la mitad de su población es de origen marroquí, muchos se han nacionalizado pero muchos también viven ilegalmente en espera de utilizar la vía de la reagrupación familiar. En los últimos quince años la población española ha comenzado a hipotecarse y comprar casa, y ha quitado de su mente el fantasma de que algún día habrían de abandonar esa tierra, y los hijos con carrera han comenzado a instalarse en la tierra. Ahora tienen confianza de que España los tiene por suyos. Este primer viaje del Rey parece devolverles esa confianza, pues rompe de alguna manera las tesis socialistas, impulsadas por Máximo Cajal, que propiciaron la condescendencia de Zapatero al mapa del gran Marruecos dejándose fotografiar con el Rey marroquí ante él. Nuestro Rey parece que ha optado por desautorizar esas tesis del presidente de saldar nuestra «deuda moral» con Marruecos entregándoles Ceuta y Melilla. Al hecho de que ambas ciudades son España se suma el derecho de su ciudadanía a ser tratada con dignidad y justicia por nosotros. Esa es nuestra obligación.

Mikel Azurmendi
ABC, 4-11-2007

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