lunes, 22 de octubre de 2007

De ser republicano

De ser republicano, yo estaría hoy henchido de satisfacción. Ahí es nada, verse convertido en excusa, ya que no motivo, para el descrédito de la institución monárquica. Pero, como la mayoría de los españoles, no soy republicano incondicional, porque las dos repúblicas no han sido precisamente remansos de paz, prosperidad y libertad para la nación. Tampoco la Monarquía es garantía infalible, porque si a la dinastía reinante la han despojado de sus poderes o de su legitimidad hasta cinco veces, desde Cánovas a Franco pasando por Miguel Maura, Sanjurjo, Azaña, Prieto, Besteiro y Largo Caballero, accidentalistas todos hasta que dejaron de serlo, la Corona no es un seguro de casi nada.

Pero tan poco republicano soy que hace dos años largos, cuando se vio con absoluta claridad el proyecto de liquidar el régimen constitucional del 78 por parte de Zapatero y sus aliados separatistas, yo dije en una entrevista a EL MUNDO que si el Rey no se sentía con fuerzas para hacer frente a un reto tan grave, quizás lo más conveniente para la supervivencia de la institución es que dejara paso al Príncipe.

Reconozco que fue un error, pero por tener demasiado respeto a una Institución que no siempre sabe estar por encima de quienes la representan. Hace dos años, antes de la negociación con ETA y la aprobación del Estatuto de Cataluña, la abdicación podría haber tenido sentido. Hoy ya no lo tiene. Pero yo cumplí cuando debía hacerlo con mi responsabilidad cívica e intelectual.

Lo grotesco es que cuando la ETA se ha rearmado gracias a la negociación con Zapatero; cuando el Estatuto de Cataluña ha dinamitado la Constitución del 78; cuando Ibarretxe ha puesto fecha al referéndum para la secesión vasca; cuando libertades cívicas elementales como el derecho a recibir la enseñanza en lengua española y la utilización del idioma común en la vida pública es negado y perseguido en buena parte del territorio nacional; cuando el Tribunal Constitucional es abroncado en público y hecho rehén del Gobierno para proteger el Estatuto catalán; cuando el Gobierno perpetra una Ley de Memoria Histórica que reabre la Guerra Civil, desprecia a las víctimas de un bando, dice que el régimen debería entroncar con la II República y quiere declarar sin efecto todas las leyes de Franco, incluida, supongo, la que declaraba heredero al Rey, cuando todo esto y más está pasando ante nuestros ojos, cuando la nación y la libertad viven el peligro más grave de nuestra historia, me asombra que el Rey no tenga mejor cosa que decir ni el Gobierno que filtrar a la prensa que su pesar porque los obispos no echan a un periodista de la Cope.

De ser republicano, decía, me sentiría agraviado por quienes deben defender mi libertad y la atacan, pero muy honrado. Así, sólo asqueado.

Federico Jiménez Losantos
El Mundo, 22-10-2007

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