El presidente del Gobierno es un libro abierto. No sólo respondió el miércoles a la bronca cerril y pendenciera de los senadores del Partido Popular con estas palabras inequívocas: «No es la primera vez que un Gobierno cede a un chantaje de ETA», dando a entender que otros gobiernos habían cedido al chantaje, sin que la hipótesis la desmintiera esta afirmación correlativa: «Es la primera vez que un partido responsable dice que el Gobierno ha cedido a un chantaje de ETA». No sólo. Sino que también basa su réplica en el acercamiento de presos decidido por el Gobierno de Aznar durante el secuestro de Ortega Lara.
Aunque sería preciso vincular nítidamente los traslados de presos con el secuestro del funcionario de prisiones, algo que ayer no hizo el presidente, supongamos que, en efecto, hubo un relación causa/efecto entre las dos maniobras. En ese caso el interés del Gobierno de Aznar habría sido evidente. Discutible, en razón de la razón de Estado, pero evidente: se trataba de salvar a uno de los nuestros. Aparentemente, poco tiene que ver el asunto con el caso De Juana. Creo que no es uno de los nuestros. Es más: el presidente ha dicho, una y mil, que el Gobierno ha actuado por razones humanitarias. ¿A qué, entonces, la invocación de los antiguos acercamientos?
A que el presidente es un libro abierto, sin más. También él ha querido salvar a alguno de los nuestros, decidiendo la excarcelación del terrorista. Es verdad que por la sofisticada persona interpuesta del terrorista; pero así ha sido y así se ha encargado de reafirmarlo en su intervención parlamentaria. Evitando la muerte del terrorista, el Gobierno cree que se evitarán otras muertes. Está en su derecho, y no es mi intención discutir ahora esa estrategia. Sí lo es, por el contrario, subrayar la pésima interpretación presidencial. ¡Zapatero habrá llegado a la ansiada política de la claridad, bien que por oblicuos y enrevesados caminos! Equiparando la política penitenciaria del Partido Popular y la suya propia y atribuyendo a las dos la misma raíz de cesión, el presidente dice en voz alta lo único que tenía que callar. Es decir, que sigue negociando con los terroristas, a pesar de Estacio y Palate y del derrumbamiento de la T-4. Y que, en consecuencia, su proclamada política de firmeza hasta que ETA no abandone total y definitivamente las armas es, una vez más, una muestra de «wishful thinking». Lo intenta, trata de hacerlo, pero a la hora de la verdad Zapatero no puede con su talante.
(Coda: «¡Oh!... ¡Si el señor C.... quisiese descender a ese terreno!... Pero el señor C. no descenderá, porque sería empequeñecer su misión, sería incurrir en el eterno 'más eres tú' de nuestros políticos clásicos». Wenceslao Fernández Flórez, Impresiones de un hombre de buena fe.)
Arcadi Espada
El Mundo, 9-3-2007
Aunque sería preciso vincular nítidamente los traslados de presos con el secuestro del funcionario de prisiones, algo que ayer no hizo el presidente, supongamos que, en efecto, hubo un relación causa/efecto entre las dos maniobras. En ese caso el interés del Gobierno de Aznar habría sido evidente. Discutible, en razón de la razón de Estado, pero evidente: se trataba de salvar a uno de los nuestros. Aparentemente, poco tiene que ver el asunto con el caso De Juana. Creo que no es uno de los nuestros. Es más: el presidente ha dicho, una y mil, que el Gobierno ha actuado por razones humanitarias. ¿A qué, entonces, la invocación de los antiguos acercamientos?
A que el presidente es un libro abierto, sin más. También él ha querido salvar a alguno de los nuestros, decidiendo la excarcelación del terrorista. Es verdad que por la sofisticada persona interpuesta del terrorista; pero así ha sido y así se ha encargado de reafirmarlo en su intervención parlamentaria. Evitando la muerte del terrorista, el Gobierno cree que se evitarán otras muertes. Está en su derecho, y no es mi intención discutir ahora esa estrategia. Sí lo es, por el contrario, subrayar la pésima interpretación presidencial. ¡Zapatero habrá llegado a la ansiada política de la claridad, bien que por oblicuos y enrevesados caminos! Equiparando la política penitenciaria del Partido Popular y la suya propia y atribuyendo a las dos la misma raíz de cesión, el presidente dice en voz alta lo único que tenía que callar. Es decir, que sigue negociando con los terroristas, a pesar de Estacio y Palate y del derrumbamiento de la T-4. Y que, en consecuencia, su proclamada política de firmeza hasta que ETA no abandone total y definitivamente las armas es, una vez más, una muestra de «wishful thinking». Lo intenta, trata de hacerlo, pero a la hora de la verdad Zapatero no puede con su talante.
(Coda: «¡Oh!... ¡Si el señor C.... quisiese descender a ese terreno!... Pero el señor C. no descenderá, porque sería empequeñecer su misión, sería incurrir en el eterno 'más eres tú' de nuestros políticos clásicos». Wenceslao Fernández Flórez, Impresiones de un hombre de buena fe.)
Arcadi Espada
El Mundo, 9-3-2007
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