jueves, 11 de enero de 2007

El bajo el fuego

Hay una parte de la Humanidad que no tiene remedio, que no se entera de nada y que sobrevive de milagro, cuando sobrevive; pero en España esa parte sin arreglo parece ser muy superior a la media universal de descerebrados. Nada lo prueba mejor que la forma de comportarse con el terrorismo separatista vasco y sus aliados, no menos separatistas, no menos comunistas, y la inmensa manada de progres, esos izquierdistas de salón, campo y playa que parecen empeñados en salvarse de ETA poniéndole el cuello a su alfanje.

Naturalmente, ante esa férrea voluntad de dejar de respirar, los etarras, cuyo fin esencial es la destrucción de España y de sus libertades, están dispuestos a aplicarles la solución final. No podrían contando con sus propias fuerzas, pero, ayudados por los que deberían combatirlos, acabarán consiguiéndolo. La forma en que la parte giliprogre de esta tribu de presuntos vividores adictos a la eutanasia ha recibido el mensaje de los terroristas tras el atentado de Barajas prueba que, ante el canibalismo, muchos desarrollan vocación de entremés. El 'caníbal de Rotemburgo' quedaba con sus víctimas por internet y se los comía con la complicidad de los humanos cochinillos, que, convenientemente dopados, cuando querían resistirse ya era tarde. Si llega a conocerlo Zapatero, se ofrece como bistec.

El totalitarismo desarrolla siempre un lenguaje en el que la semántica está al servicio de la política y donde la propaganda machacona sustituye a cualquier ideología. Toda ideología totalitaria es, esencialmente, voluntad de poder omnímodo, de ahí que el lenguaje tienda a lo simbólico y alucinatorio, evitando cualquier forma de discurso inteligente y sustituyéndolo por descargas de adrenalina sentimental hacia lo propio y criminal hacia lo ajeno. Los etarras se han inventado una nación fantasma para crear un Estado real, una dictadura implacable en la que puedan poner en práctica sus fantasías de omnipotencia. Ahora bien, que tras volar Barajas, llevándose por delante a dos personas, proclamen que ese «alto el fuego permanente» del que tanto se enorgullecía Zapatero es compatible con los atentados más salvajes resultaría desternillante si no fuera de verdad.

Pero la única verdad de ETA es y ha sido siempre el crimen, acaso la única forma de que puedan decir insensateces sin que nos de la risa. Decir que sigue el «alto el fuego» mientras mantienen al inmenso rebaño bajo el fuego sirve a los intereses del terror y es por ello comprensible; ya decía Lenin que la mentira puede ser una herramienta revolucionaria. ¿Pero qué interés pueden tener el Gobierno y la progresía en el triunfo de ETA? ¿Qué ganarán perdiendo? ¿Qué negocio puede salir de su ruina?

En su celda, el caníbal de Rotemburgo debe de leer la prensa española con envidia. Qué festín.

Federico Jiménez Losantos, Comentarios liberales
El Mundo, 11-01-2007

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