lunes, 21 de febrero de 2011

Magreb. Vuelta a la política. Por Agapito Maestre

En el mundo musulmán como en el occidental, cuando la gente se acostumbra a las libertades no sólo no renuncia a ellas sino que pide más.

Europa está vieja y decrepita. No se entera de lo que está pasando en los países islámicos, o peor, no quiere enterarse, porque sus elites políticas están atrapadas en las trampas que les impusieron los sátrapas políticos del mundo árabe. Tampoco sus intelectuales pueden vanagloriarse de que hubieran previsto una revolución política de viejo cuño liberal. Salvo raras excepciones, pocos científicos sociales habían analizado las posibilidades de unas movilizaciones a favor de la libertad. La gente ha salido a la calle para protestar. Está harta de dictadores y tiranos. La gente quiere libertad. La gente ya no aguanta tanto integrismo religioso y teocracias políticas. La gente no soporta a un fulano treinta años en el poder. ¡Que aprendan los comunistas de Fidel Castro! Esto no tiene que ver nada con una revolución social. Sólo se piden elecciones y libertad, participación ciudadana y partidos políticos libres, transparencia en las instituciones y fin de la corrupción. Y, sobre todo, una mejor gestión de lo público.

Aunque los occidentales sigamos obsesionados con el poderío de las leyes coránicas como leyes civiles, los cambios parecían evidentes para quienes habían vivido en diferentes países árabes. Había clases medias y ganas de libertad en todos los sectores de la población. El problema principal no era el de la pobreza. No parece que la gente se haya rebelado por el hambre ni por las desigualdades extremas. El asunto fundamental es la rebelión de los individuos por sus libertades. Por su libertad. Esto no es algo que surja de nuevo, según se empeñan en decir algunos periodistas, porque haya aparecido un nuevo sujeto político: las redes sociales en internet. Falso.


En todo caso, se ha hecho un uso político de un instrumento: las redes sociales, como en otros tiempos se hizo uso de la prensa. Los sujetos políticos de las revueltas contra los regímenes tiránicos en los países islámicos son previos a las redes sociales de internet. No confundamos causas con efectos. Sin seres humanos de carne y hueso dispuestos a vivir en libertad no hubiera existido ninguna rebelión. Había, pues, energía suficiente en las diferentes clases sociales de esos países para pensar no en la aparición de un nuevo sujeto político, sino en la activación y desarrollo de un conjunto de movimientos, ideas y personas que venían operando en esos países hace ya mucho tiempo. Por ejemplo, en Egipto, hace más de una década que había un intenso movimiento a favor de la libertad de pensamiento y contra el islam integrista encargado de la censura de libros y revistas considerados como nocivos para la fe.

Y, por supuesto, ha habido y hay un amplio debate entre quienes interpretaban literalmente el Corán y los dichos de Mahoma y quienes pedían una hermenéutica más acorde con los tiempos. Aquí las diferencias entre los diferentes Estados islámicos son significativas. El primer ejemplo lo brinda Túnez. Quizá el país más avanzado a la hora de interpretar la sharia en materia de derecho de familia y, seguramente, por eso ha sido el primero en caer. Sí, sí, en el mundo musulmán como en el occidental, cuando la gente se acostumbra a las libertades no sólo no renuncia a ellas sino que pide más; Túnez, en efecto, es un país que garantizaba la paridad entre los sexos en el matrimonio y en los derechos sobre la prole, superando así los privilegios reservados al hombre; también la poligamia en Túnez es considerada como un delito, y el repudio, en fin, del hombre a la mujer fue abolido. Quizá por eso, insisto, Túnez ha sido el primero en caer, entre otras razones, porque las mujeres podían gritar en la calle como los hombres. ¡Con ese modelo de cambio tunecino me conformo!


Libertad Digital - Opinión

Los mismo perros con... Por José María Carrascal

Han vuelto a engañarnos, han sido más listos que nosotros, cuando creíamos tenerlos contra la pared.

SOBRE el futuro de «Sortu», la última «marca blanca» de la izquierda abertzale para poder presentarse a las próximas elecciones, circulan todo tipo de hipótesis. Les resumo las más importantes:

—Será legalizada, al no tener nada que ver con las anteriores versiones (tesis del nacionalismo vasco de todos los colores e incluso de algunos socialistas).

—No será legalizada al verse a la legua que es otra sucesora de Batasuna (tesis de la mayoría de los españoles incluidos los constitucionalistas conservadores).

—Será, desgraciadamente, legalizada porque sus promotores han tenido buen cuidado de ajustarse a los requerimientos exigidos por la ley (tesis de los constitucionalistas de izquierdas).

—Incluso si es ilegalizada, sus miembros aparecerán en las listas de otros partidos legales, como EA o una escisión de IU, bajo las siglas EHE (tesis que empieza a circular en los medios de comunicación próximos a la izquierda abertzale).


Como verán, opiniones no faltan, predominando entre ellas la de que «Sortu» se saldrá con la suya, e incluso que puede ganar en Guipúzcoa, donde esperan contar con los votos nulos en las últimas elecciones.

Imagino que algún lector se estará diciendo: ¿Y para eso sirven los informes contrarios de la Guardia Civil, de la Policía Nacional, de la Fiscalía, a más de las rotundas declaraciones del gobierno y del principal partido de la oposición? ¿Para que volvamos a tener en los ayuntamientos vascos y navarros otra versión pasada por la tintorería de Batasuna? ¡Pues sí que hemos hecho bien las cosas! Supondría que han vuelto a engañarnos, que han sido más listos que nosotros, cuando creíamos tenerlos contra la pared.

Habrá que esperar a la sentencia de los tribunales, confiando en que no se detengan en la letra de la ley y vayan a su espíritu para descubrir la falacia que esconden los estatutos del nuevo partido abertzale: quien «rechaza», pero no condena la violencia de Eta, y quien se opone a sus delitos futuros, pero no a los pasados, está cometiendo un fraude de ley, es decir la está conculcando, al usarla para circunvalar los principios en que se basa. Y si se refugia en un partido ya legalizado, no se legaliza él, sino que ilegaliza al que le acoge, al transmitirle su ilegalidad fundamental. Ya sé que me estoy metiendo en terrenos muy distintos a mis saberes, pero tras haber visto a los expertos emitir opiniones tan contradictorias sobre el caso, me atrevo a emitir las mías, basadas en el sentido común y en el temor a que las argucias jurídicas y las emboscadas políticas nos impidan ver que estamos, una vez más, ante los mismos perros con distintos collares.


ABC - Opinión

Marruecos. El interés de España. Por Emilio Campmany

Es hora de que Zapatero y Trinidad Jiménez sean el presidente y la ministra de Asuntos Exteriores de los españoles y no los correveidiles de inversores de ventaja que aprovechan su amistad con el dictador.

La bola incandescente de estopa y pez que se está paseando por todo el Gran Oriente Medio ha llegado finalmente a Marruecos. Las manifestaciones de Rabat, Casablanca, Marraquech, Fez y Tánger parece que han discurrido pacíficamente y la Policía ha adoptado una actitud permisiva y ha evitado enfrentarse a los manifestantes. Sólo en Tánger hubo disturbios el viernes debido a que entonces la revuelta estuvo controlada por el movimiento antisistema ATTAC, de origen francés.

El que las llamas hayan prendido en Marruecos no ha podido coger por sorpresa a Mohamed VI. Cuando se supo lo que estaba ocurriendo en Túnez, el monarca alauita se fue al castillo que su padre compró en Francia y, acompañado de la gente que dirige la seguridad de su país, se reunió con agentes de los servicios secretos franceses para ver cómo hacer frente a la epidemia si ésta llegaba a prender en Marruecos.

Argelia y Libia son abiertas dictaduras que no esconden su perversidad a nadie y han respondido al desafío como cabía esperar, a tiros. Marruecos, como Egipto, disfruta de una democracia aparente y no puede reaccionar de este modo. En el país de los faraones, el ejército ha aprovechado su prestigio para acallar las protestas entregando la cabeza de Mubarak y haciendo vagas promesas de apertura del régimen y esperar a ver si eso es suficiente para contentar de momento a las masas.


Mohamed VI parece seguir la misma táctica. Dejar que los manifestantes se manifiesten y, si llegaran a ser muy numerosos e insistieran con vehemencia durante semanas en exigir reformas, podría acallar las protestas obligando a dimitir al Gobierno y prometiendo reformas que no limitaran en la práctica su poder. Para desarrollar esta estrategia, puede contar con Francia, cuyos intereses geoestratégicos y económicos están ligados a los del rey.

Y nosotros ¿qué? Algunos de nuestros empresarios, y algunos de nuestros políticos, además de algunos testaferros que obran en nombre de gente importante, tienen cuantiosos intereses económicos dependientes de que el rey siga siendo tan poderoso como hasta ahora. Pero, desde el punto de vista estratégico, no cabe duda de que a nosotros lo que nos interesa es una liberalización real del régimen. Cuánto más democrático sea Marruecos, menos amenazadas estarán Ceuta, Melilla y las Canarias y más fácil será alcanzar una solución razonable al problema del Sahara Occidental. Encima, la inversión en el país vecino ya no estaría limitada a unos pocos con buenas relaciones en las alturas, sino que se abriría a todos los empresarios con buenas propuestas que presentar.

Es hora de que Zapatero y Trinidad Jiménez sean el presidente y la ministra de Asuntos Exteriores de los españoles y no los correveidiles de inversores de ventaja que aprovechan su amistad con el dictador. No sólo, sino que debieran trabajar para convencer a los estadounidenses de las ventajas que un Marruecos más democrático tendría para ellos y socavar la hipócrita política francesa en el país. Nos hemos bajado los pantalones con Argelia porque dependemos de su gas. No hay interés que justifique el que lo hayamos hecho con Irán después de que su policía detuviera en Teherán a nuestro cónsul, pero tampoco se nos ha perdido gran cosa por allí. Ahora, en Marruecos, lo decente y lo que interesa a España es apoyar la democracia, le cueste lo que le cueste a unos pocos españoles con intereses económicos allí por muy elevada que sea su condición y por pingües que sean los beneficios que por ahora perciben.


Libertad Digital - Opinión

Irán en Suez. Por Gabriel Albiac

Como si democracia islámica fuera menos oxímoron que círculo cuadrado.

IRÁN tiene un pie en el Mediterráneo. Ahora. Es la única novedad tras la caída de Mubarak. Desde 1979, cuando los ayatollahs tomaron el poder y mutaron el humano despotismo del Shah por el divino de la teocracia, el paso de Suez estaba vetado a los navíos militares iraníes. Ha dejado de estarlo. Primer gesto internacional del gobierno de Omar Suleimán: dos barcos de guerra de Ahmadineyad han sido autorizados a cruzar Suez, camino de Siria por la ruta naval más corta. Como era de esperar, los egipcios aseguran que los barcos no son portadores «de armas químicas ni nucleares». Uno de ellos transporta, eso sí, misiles y torpedos. El otro carga 33 toneladas de armas para Hizbulà, que, en el sur del Líbano, hace mucho que dejó de ser una convencional guerrilla, para trocarse en disciplinada unidad de choque del ejército iraní en la frontera con Israel.

Entre tanto, aquí, en Europa, afinamos los matices acerca de la imaginaria democracia que deseamos ver avanzar en el mundo islámico. Como si democracia islámica fuera menos oxímoron que círculo cuadrado. Así andaban los teólogos bizantinos, cuando ya los bárbaros estaban a las puertas de Constantinopla: meditando sutilmente acerca del peso de la pluma desprendida del ala de un ángel. Constantinopla cayó. Y ellos ni se enteraron. Hasta que estuvieron muertos y su biblioteca destruida. Aquí pasará lo mismo. Aunque sin aquel esplendor de grandiosa teología. Nos iremos extinguiendo en el silencio de los resignados. Sin épica. Sin dolor siquiera. Nuestra anestesia es profunda.


Porque, a decir verdad, no se requieren grandes teologías para sumar los datos y sacar conclusiones. Ni se exige una excelsa lucidez para sentir el escalofrío de la amenaza en curso.

Sumar los datos. Sumemos. Irán posee tecnología nuclear. En buena parte, aportada por los mismos técnicos que pusieron en pie —con la loca aquiescencia internacional— la potencia de un Pakistán nuclear, siempre a un paso de la guerra abierta con la nuclear India. Es más que verosímil que la bomba atómica iraní exista ya o esté a punto de ser montada. Irán posee misiles con radio de alcance suficiente para bombardear Israel; lo cual quiere decir, para bombardear el sur de Europa. Posee una unidad de élite que controla, ante la pasividad de las fuerzas internacionales, todo el sur de un Líbano cuya hegemonía se ha repartido amigablemente con la dictadura siria de Al Assad. Posee, a partir de ayer, paso libre por el Canal de Suez. Lo que es lo mismo: plataforma para sus misiles en el Mediterráneo.

Puede que a Europa le dé igual. Europa hace ya mucho que, como la Sybila de Cumas, a cuya trágica imagen da voz el Satiricónde Petronio, sólo desea morir. Y qué más le da que sea sin combate ni gloria. Israel, no. Israel tiene el mal gusto —que tanto nos embaraza a los europeos— de negarse a ser pasivamente degollado. De demasiados degüellos está hecha la historia del pueblo judío, como para que ningún europeo venga a predicar la resignación a quienes en Israel han puesto su última esperanza de supervivencia. Ese Israel es lo último que queda de Europa. De aquello que fue la Europa que ya no es: certeza moral de que sólo en la lucha por la libertad somos hombres libres.


ABC - Opinión

Chacón y Garzón. Dos enigmas del 23-F. Por José García Domínguez

Así, según se infiere de su testimonio en El País, Chacón acarreaba una dilatada militancia antifascista en 1981. Prodigio notable si se repara en que tenía nueve años y aún no había hecho la comunión.

Carme Chacón, mujer de memoria deslumbrante, relató en su día a La Vanguardia cómo celebró la muerte de Franco a lo grande. "Recuerdo con claridad el cava en casa", declararía doña Carme, acaso Carmencita por entonces, pues, nacida en 1971, acababa de cumplir cuatro años el día de autos. Y "conservo nítidos algunos recuerdos", ha vuelto a referir ahora a propósito de lo de Tejero. Así, según se infiere de su testimonio en El País, Chacón acarreaba una dilatada militancia antifascista en 1981. Prodigio notable si se repara en que tenía nueve años y aún no había hecho la comunión. Sea como fuere, al saber de la asonada se apresuró a "empaquetar libros y documentos que intuí comprometedores". Y es que en el piso de los Chacón, modesto matrimonio de inmigrantes en la villa de Espulgues de Llobregat, se almacenaban, al parecer, multitud de "documentos". De ahí que la futura Carme diera en hacer un gran paquete con todos ellos, quizá adornado con un lacito rojo y un cartel que advirtiese a los malos: "No abrir, contiene informes secretos". ¿Su destino? Un enigma.

Por su parte, a diez días escasos de la toma de posesión, un Garzón de veinticinco años "apenas había comenzado a examinar los miles de casos" acumulados en su primer juzgado. Sépase al respecto que en Valverde del Camino, noble poblado de la provincia de Huelva, había "miles de casos" esperando ser resueltos por nuestro héroe. "Guardé algunos papeles, principalmente aquellos que no tenían que ver con el juzgado", asegura fue su precaución primera tras ser informado de lo acontecido en Madrid. ¿También "papeles" confidenciales? ¿Tal vez planes de urgencia para orquestar una ofensiva progresista? ¿Los impresos de la quiniela? A saber. Acto seguido, "lo que hice fue agarrar unos prismáticos" a fin de detectar movimientos insurgentes en el cuartelillo de la Benemérita sito frente a su casa, ha revelado al periódico de Javier Cercas.

"Tengo que reconocer que no fueron anormales, ni sospechosos", tranquiliza ahí a sus lectores. Se ve que no hubo desplazamientos de tanques ni tráfico de helicópteros y baterías antiaéreas en el puesto de la Guardia Civil de Valverde del Camino a lo largo de aquella aciaga noche. Las fuerzas locales, con el cabo del puesto a la cabeza, estaban con el orden constitucional. No obstante, los lugareños, inquietos, decidieron huir en masa de sus hogares y buscar asilo en el apartamento de Garzón. "Los vecinos iban llegando para quedarse en nuestro piso al creer que con un juez de instrucción estarían más seguros". Mas cuántos fueron los refugiados. ¿Cien? ¿Quinientos? ¿Mil? ¿Todos los paisanos de la comarca salvo el cabo y los guardias que vigilaba Garzón con los prismáticos? Misterio. Otro. ¿Para cuándo toda la verdad? Queremos saber.


Libertad Digital - Opinión

El innombrable. Por Ignacio Camacho

El PSOE se siente culpable de su liderazgo, que sobrelleva con una mezcla de incomodidad y arrepentimiento.

NO lo quieren ni ver porque huele a derrota. A catástrofe, que dice Barreda. Le huyen los candidatos de primer nivel y apenas tiene peticiones para intervenir en la campaña electoral; los militantes quieren como refuerzo de los mítines a Rubalcaba… y a Felipe González. La mayoría huye de Zapatero como gatos del agua en un intento algo infantil de alejarse de su halo perdedor, de borrar su rastro para ver si el electorado es capaz de abstraerse de sus propias decepciones. En este momento, el PSOE se siente culpable de su liderazgo, que sobrelleva con una mezcla de incomodidad, vergüenza y arrepentimiento. A falta de mejor receta para retirarlo de la circulación, sin coraje o sin fuerzas para forzar el anuncio de la retirada que desearían para aliviar sus menguantes expectativas, los dirigentes que se la juegan en las elecciones locales y autonómicas han optado por la elipsis, por el simulacro de la ausencia. Se conforman como mal menor con no tenerlo cerca.

Federaciones importantes como Valencia, Madrid o Extremadura se las han apañado para apartarlo de sus proclamaciones preelectorales. Este fin de semana, la voz dominante del partido ha sido un Rubalcaba que actúa al mismo tiempo como cónsul, como copresidente y tal vez como precandidato de sí mismo. Desde Extremadura, feudo en peligro, se apoderó del discurso socialista relegando al líder -que comparecía en Oviedo-a un papel claramente secundario. Rubalcaba no tiene cargo orgánico relevante pero se ha convertido en el único miembro del Gobierno que no sale vapuleado en las encuestas y puede mantener algo de confianza en el clima depresivo de una socialdemocracia acongojada por la perspectiva de un descomunal batacazo. Si fuese por ellos, los militantes lo elegirían sucesor en el acto y lo proclamarían hermano mayor de la Cofradía del Clavo Ardiendo y la Última Esperanza.

El presidente se ha convertido para muchos de los suyos en un innombrable. Los candidatos eluden cualquier mención a su persona en los discursos, como si el Gobierno de la nación estuviese presidido por un fantasma. Le zurran al PP, como corresponde, o se centran en su propio programa territorial. Ayer, en Mérida, fue ninguneado de forma concluyente; Fernández Vara esquivó toda referencia al presidente, y el propio Rubalcaba sólo lo citó una vez y de pasada. Lo han sacado de la circulación en un forzado ejercicio de ilusionismo voluntarista, como el «Pravda» retiraba a los jerarcas que caían en desgracia del régimen. Pero se trata, y lo saben, de una ficción insostenible, de un artificio convencional que sólo sobrevive en el plano de la retórica. Un truco, un ejercicio de abstracción escenográfica, la falsa apariencia de un vacío nominal remotamente destinado a que los ciudadanos puedan siquiera por un momento llegar a creer que no está ni se le espera.


ABC - Opinión

Una bomba de relojería

El mundo árabe vivió ayer un nuevo domingo convulso. A la ola de cambio en los países islámicos se sumó Marruecos. La monarquía alauí actuó con las prevenciones utilizadas por otros regímenes autoritarios. Desplegó las fuerzas de seguridad con fines intimidatorios, limitó las comunicaciones a través de internet, suspendió las emisiones del canal de televisión Al Yazira, impidió el acceso por carretera a Rabat, manipuló a los partidos y los sindicatos del régimen para debilitar el seguimiento de la protesta y utilizó los medios públicos para su particular propaganda. En definitiva, todo lo que un sistema totalitario hace cuando se siente amenazado. Pese a todo, miles de personas salieron en Rabat, Casablanca, Fez, Tánger, Marraquech, Tetuán y otras ciudades para reclamar reformas políticas, la dimisión del Gobierno y la limitación de los poderes del rey. El valor de esta movilización no autorizada por el régimen, la mayor de la historia de Marruecos, es que demuestra que existe un foco importante de descontento social representado en el Movimiento del 20 de Febrero, auspiciado por los jóvenes marroquíes. Las manifestaciones en tantas ciudades, alguna de ellas próxima a la frontera española, son un síntoma de inestabilidad que situado en el actual contexto árabe obliga a España a estar muy atenta y preocupada. Que no haya ocurrido nada traumático hasta la fecha no quiere decir que no pueda suceder mañana y lo cierto es que esa contingencia está hoy más cerca que hace unas semanas. Los incidentes en Larache, Alhucemas, Tánger y Marraquech, con serios enfrentamientos, deben ser tomados como un aviso.

La diplomacia española se ha mantenido a la sombra de la europea frente a las revueltas árabes, lo que no ha sido precisamente positivo. La lamentable desidia comunitaria, esa práctica desaparición del concierto de naciones en lo referido a este asunto, ha sido todavía más grave si se piensa las consecuencias que pueden acarrear estos sucesos para la Unión.

Por no hablar de cómo quedan los principios morales de una Europa que asiste casi impasible a la violación de los derechos humanos a unos cientos de kilómetros, como en Libia. El caso libio es el paradigma de cómo una diplomacia débil es más un problema que una solución. Gadafi no sólo ha desatado una brutal represión que ha causado al menos 200 muertos, sino que ha amenazado a la UE con dejar de cooperar en materia de inmigración si no mira para otro lado ante sus barbaridades. Puro y duro chantaje de un deplorable personaje, merecedor de una respuesta firme, que tiene que ser un respaldo a la causa de la libertad y la denuncia de los abusos.

Marruecos, Libia, Irán – donde ayer el régimen de los ayatolás cargó con dureza contra la oposición–, Bahréin, Yemen, Argelia e incluso Túnez –donde la gente ha vuelto a la calle contra el actual Gobierno– constituyen una incógnita cuyo desenlace resulta ahora mismo indescifrable. En todo caso, una incógnita peligrosa para Europa y para España. Tenemos entre manos una bomba de relojería que la diplomacia europea no ha sabido manejar. Quedarse al margen es la peor opción. Europa está obligada a alentar la causa de la libertad y la democracia con todo lo que ello supone.


La Razón - Editorial

La hora de los cambios

Los marroquíes piden más libertad y menos corrupción, pero no el final del régimen

Las revueltas que se están produciendo en la estela de las de Túnez y Egipto llegaron ayer a Marruecos. Ni fueron tan masivas como las que han tenido lugar en otros países del Magreb y Oriente Próximo, ni las fuerzas de seguridad respondieron inicialmente con violencia, aunque a última hora de la tarde se enfrentaron a grupos aislados más radicales. Lejos de tratarse de una victoria del régimen de Mohamed VI y de la consiguiente derrota de la oposición democrática, la jornada de ayer ofrece a Marruecos una oportunidad para avanzar en la apertura política. A diferencia de lo ocurrido en otros países del área, los manifestantes no reclamaron el fin de la monarquía, sino su evolución hacia un sistema constitucional con limitación de los poderes del rey y un Gobierno elegido en las urnas. También exigieron medidas contra la corrupción.

Mohamed VI asentaría su régimen sobre bases más sólidas si no desoyera estas peticiones, sobre todo en unos momentos en que una ola de hartazgo recorre los países de su entorno. Es a él a quien más le conviene tomar distancia de los autócratas que están siendo desafiados desde el Atlántico hasta el golfo Pérsico. Antes de la manifestación de ayer, haber profundizado las medidas democratizadoras que emprendió al llegar al trono, pero que detuvo después, habría enviado un mensaje de miedo, y seguramente de cinismo, a la vista de la caída de Ben Ali y de Mubarak. Hacerlo ahora, cuando los manifestantes lo han tratado como interlocutor de sus reclamaciones, no como su enemigo, contribuiría a conjurar definitivamente la posibilidad de que Marruecos acabe corriendo la suerte de Túnez y Egipto.


El auge del islamismo radical durante los últimos años es el resultado de que, por la ceguera de las grandes potencias y por el mezquino interés de la mayor parte de los Gobiernos del Magreb y Oriente Próximo, se regalase a esa fuerza política la bandera de la lucha contra la tiranía y la corrupción. Las revueltas que comenzaron en Túnez, y que tuvieron un olvidado preámbulo en las reivindicaciones sociales de los saharauis del campamento cercano a El Aaiún, han demostrado que en el Magreb y en Oriente Próximo existe una ciudadanía que no desea seguir atrapada en la falsa dicotomía entre dictadura y fanatismo. El Gobierno marroquí parece haber extraído una experiencia en la buena dirección de su actuación de entonces.

Si Mohamed VI emprendiera una auténtica democratización de su régimen, y una lucha sincera contra la corrupción, su iniciativa se convertiría en un ejemplo a seguir por otros países del área. Puesto que los marroquíes no le han dicho en las calles que se vaya, sino que corrija las deficiencias democráticas de su régimen, Mohamed VI está en una inmejorable situación para marcar un camino que ahorre sufrimientos. Y que ofrezca una esperanza de prosperidad y libertad para una región sumida hasta ahora en una inmovilidad que, como se ha comprobado, cebaba una bomba lista para estallar.


El País - Editorial

El islamismo hace acto de presencia

Si bien las revueltas democratizadoras siguen abriéndose paso en el Magreb, el islamismo, como era de esperar, está comenzando a hacer acto de presencia para tomar el poder.

Tras las victoriosas revoluciones de Túnez y Egipto, las revueltas han comenzado a extenderse por todo el Magreb e incluso han llegado a Oriente Medio. Durante estos días, hemos presenciado cómo tanto en Libia, Marruecos o Bahréin los ciudadanos salían a las calles para protestar contra sus regímenes, si bien los motivos que inspiran a unos y a otros son bien distintos.

Si Túnez y Egipto constituyen el centro del eje de las demandas ciudadanas de la zona, Marruecos y Libia representarían los extremos. Así, en el caso de Marruecos las revueltas callejeras no van ni mucho menos orientadas a tumbar a la monarquía, sino simplemente a reformarla. Tengamos en cuenta que el país posee, dentro de las autocracias de la zona, el sistema político más sofisticado y representativo. Además, se une la circunstancia de que el país es un pequeño califato en el que el sultán se considera heredero directo de Mahoma a través de su hija Fátima y por tanto concentra un doble poder político y religioso. Ambas circunstancias han dotado al sistema político marroquí de una gran estabilidad, lo que ha llevado a que, de momento, las exigencias ciudadanas sean más reformistas que revolucionarias: menos corrupción, más apertura y un adelgazamiento de la corte (el Majzen).


Completamente distinto es el caso de Libia, el otro extremo del eje. El país era una monarquía prooccidental hasta que en 1969 Muammar-al Gadafi derrocó al rey Idris y proclamó un régimen personalista muy sui generis: ni totalmente islamista, ni totalmente socialista, ni totalmente nacionalista, aunque con claros elementos de estas tres corrientes liberticidas. En cualquier caso, el régimen es Gadafi, una persona desequilibrada y altamente violenta, como demuestra su currículum de terrorista y la brutal represión que está llevando a cabo en el país. A diferencia de Marruecos, en este caso las revueltas sí tienen un sesgo revolucionario, mucho más incluso que en Egipto o Túnez, pues de lo que se trata es de sustituir todo el entramado político que Gadafi ha montado en torno a sí mismo.

Ambos casos, sin embargo, tienen un elemento común: mientras que en Túnez y Egipto las revueltas de los jóvenes demócratas pillaron a los islamistas con el pie cambiado, ahora, en Marruecos y Libia, sí están tratando de capitalizar desde el primer momento la ola de protestas que se está extendiendo en el Magreb, de modo que podemos encontrárnoslos al frente de muchos focos de las protestas; todo lo cual las hace potencialmente bastante más peligrosas.

De hecho, el caso de Bahréin ilustra bastante bien el riesgo de que las revueltas comiencen a ser capitaneadas por los islamistas. El país está gobernado por una monarquía suní que la comunidad chií, teledirigida por Irán, está tratando de derribar. Ayer mismo conocimos un documento de Wikileaks que recogía la información de que el rey de Bahréin, Isa al-Jalifa, informó en 2008 al entonces comandante de la Fuerza Multinacional en Irak, David Petraeus, de que Irán y Siria estaban infiltrando a libaneses de Hezbolá en Bahréin para entrenar y dirigir la oposición chií.

En definitiva, si bien las revueltas democratizadoras siguen abriéndose paso en el Magreb, el islamismo, como era de esperar, está comenzando a hacer acto de presencia para tomar el poder. Un elevadísimo riesgo que, esperemos, Occidente tenga muy claro que debe combatir.


Libertad Digital - Editorial

Fracturas socialistas

El socialismo ya no está orquestado para una victoria nacional. La prioridad es salvar los muebles en alguna Comunidad o Ayuntamiento.

LA victoria de Jordi Hereu frente a Montserrat Tura en las primarias celebradas en el Partido de los Socialistas de Cataluña para la candidatura a la alcaldía de Barcelona tiene una significación que trasciende el ámbito catalán, porque reitera los síntomas de crisis interna que ya han aflorado en otros ámbitos del socialismo español. Como sucediera en las primarias madrileñas, que causaron a Zapatero y a la dirección nacional del PSOE una derrota cuyas consecuencias están impresas en la imagen derrotista que transmite este partido, Montserrat Tura representa el fracaso del aparato del PSC frente a la militancia y la emancipación de las bases ante el chantaje de las encuestas que otorgan al candidato de Convergencia i Unió una clara victoria frente a Hereu. Algo pasa en un partido cuando dos plazas electorales de tanta importancia —la Comunidad de Madrid y el Ayuntamiento de Barcelona— escapan al control de sus direcciones. Y lo que pasa es que el socialismo se siente a sí mismo a las puertas de una derrota electoral que provocará una crisis ideológica y organizativa, fruto de dos mandatos en los que ha desnaturalizado su condición de partido de izquierdas, mutándose, en el caso del PSC, en una formación nacionalista y soberanista; o en un factor de disgregación del interés nacional, que es lo que ha supuesto el gobierno de Zapatero.

La cuestión de fondo en la crisis Gómez-Jiménez o Hereu-Tura no es solo de táctica electoral, sino de quiebra interna de un partido al que la crisis económica, pero también sus fallidos proyectos principales en estos últimos años, ha pasado factura en forma de desorientación y confusión. Y antes que amainar, tenderán a hacerse más evidentes porque será difícil creer en la sinceridad de Montilla si pide el voto para Hereu, después de que haya hecho todo lo posible por evitar su candidatura. Lo mismo les pasará a Zapatero o cualquiera de sus más cercanos colaboradores si ahora apoyan a Tomás Gómez frente a Esperanza Aguirre. Ante la expectativa de una derrota, las bases socialistas han perdido el respeto por sus dirigentes y optan por imponer sus criterios más localistas. El socialismo ya no está orquestado para una victoria nacional. La prioridad de sus agrupaciones y federaciones empieza a no ir más allá de salvar los muebles en cada ayuntamiento, diputación o, en el más ambicioso de los supuestos, comunidad autónoma. Los socialistas han vuelto a demostrar que sufren una crisis de confianza en sus liderazgos, resumida en la desconfianza creciente en la capacidad de Zapatero para repetir victoria en 2012.

ABC - Editorial