martes, 11 de octubre de 2011

Defensa y ciudadanía

La ausencia de una conciencia clara de defensa nacional y la tradicional y forzosa disciplina militar han velado hasta ahora el conocimiento de la difícil situación en la que viven nuestras Fuerzas Armadas, según se puso ayer de manifiesto en una mesa redonda celebrada en nuestro periódico. No somos conscientes de una realidad que comienza a ser alarmante y afecta con especial relevancia a nuestras misiones en el exterior. Los españoles disfrutamos de unas Fuerzas Armadas profesionales, modernas y capaces, que han llevado y llevan la marca España por todo el mundo con espectaculares resultados. A su preparación, profesionalidad y sacrificio se debe que el nombre de España sea un valor en alza entre los ejércitos extranjeros y que figuremos como el quinto país por su peso real en la OTAN. Y también entre la población civil de las zonas donde han tenido que actuar: son ya más de 135.000 los militares que han participado en misiones en el exterior y resulta gratificante que no se haya producido ni un solo caso de abusos sobre civiles, o actuaciones como las que han llenado de vergüenza a otros ejércitos. Sin embargo, las carencias presupuestarias son ya críticas y a los recortes debidos a la crisis económica se suman los aplicados desde una miope política de Defensa que no ha sido ajena a la tradicional demagogia antimilitarista que impera en parte de la clase política, sobre todo en la izquierda. Con todo, y a pesar de que el presupuesto es insuficiente para cumplir con las misiones que el Gobierno y el Congreso encomiendan a nuestros militares, es mucho más grave la crisis que supone la inexistencia de una conciencia de defensa nacional. Sin ella, es difícil que la ciudadanía pueda asumir que la Defensa es cosa de todos y cada uno de nosotros y que el papel que la Constitución reserva a las Fuerzas Armadas resulta esencial para asegurar la libertad y el Estado democrático de Derecho. La misión de los ejércitos está estrechamente ligada a nuestra seguridad, pero sin olvidar su papel como elemento de vertebración y solidaridad nacional. Los militares españoles viven hoy los efectos de una mala política, aunque son capaces de superar muchas de las minusvalías que impone el ahorro presupuestario, e incluso trabajar lealmente con una legislación bajo sospecha de inconstitucionalidad sobre la carrera profesional. Sin embargo, no pueden hacer frente a la incomprensión de parte de una sociedad que carece de una cultura de defensa nacional y demoniza los «gastos militares» desde la ignorancia partidista. La creación de esa conciencia nacional, de una cultura imprescindible de lo que significan realmente los ejércitos y la Armada, es una de las grandes asignaturas pendientes que arrastramos desde la Transición democrática. Y no basta con el homenaje anual en el desfile de la Fiesta Nacional, o con operaciones de imagen al estilo de la creación de la UME, sino que es preciso explicar a la ciudadanía, y hacerlo desde la escuela primaria a la universidad, lo que hoy suponen las Fuerzas Armadas para España. Y que son la garantía de su futuro.

La Razón – Editorial

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