Incluso en la manera de irse, Zapatero ha tomado la peor de las decisiones posibles: convocar los comicios no pensando en las necesidades de la Nación sino en su particular vendetta contra un dictador difunto.
Dice el refranero español que en tiempos de tribulación no conviene hacer mudanza. Aplicada a la política, esta máxima suele recomendar no cambiar de Gobierno en medio de enormes convulsiones, pues el vacío de poder que se genera desde que se convocan los comicios hasta que el siguiente Gobierno toma de verdad las riendas dificulta enormemente la adopción de cualquier medida urgente. En el fondo, éste fue el argumento que blandió Zapatero a comienzos de este año para no convocar de inmediato elecciones anticipadas: España todavía tiene una gran cantidad de reformas pendientes y, por tanto, no puede permitirse el lujo de celebrar unos comicios antes de tiempo.
Por supuesto Zapatero mintió. Su Gobierno no se quedaba en el poder para hacer reformas, sino para evitar que se hicieran. Por eso habría sido prioritario realizar la mudanza antes de que llegaran las tribulaciones. No lo hizo y ahora nos encontramos con una enorme disyuntiva: la prima de riesgo está en máximos históricos y necesitamos urgentemente de un serio plan de ajuste y de reformas que nos devuelva la credibilidad ante el exterior. Sin embargo, es evidente que Zapatero no va a enterrar a Rubalcaba aprobándolo y que Rajoy no desea ser enterrado por Rubalcaba anunciando las medidas que tomará desde el Gobierno.
Por supuesto Zapatero mintió. Su Gobierno no se quedaba en el poder para hacer reformas, sino para evitar que se hicieran. Por eso habría sido prioritario realizar la mudanza antes de que llegaran las tribulaciones. No lo hizo y ahora nos encontramos con una enorme disyuntiva: la prima de riesgo está en máximos históricos y necesitamos urgentemente de un serio plan de ajuste y de reformas que nos devuelva la credibilidad ante el exterior. Sin embargo, es evidente que Zapatero no va a enterrar a Rubalcaba aprobándolo y que Rajoy no desea ser enterrado por Rubalcaba anunciando las medidas que tomará desde el Gobierno.
Por consiguiente, tenemos casi cuatro meses estériles por delante hasta las próximas elecciones; casi cuatro meses de completa parálisis en un momento en el que los inversores extranjeros nos exigen alguna señal clara de que queremos y podemos devolverles el dinero que nos prestan. Incluso en la manera de irse, Zapatero ha tomado la peor de las decisiones posibles: convocar los comicios no pensando en las necesidades de la Nación sino en su particular vendetta contra un dictador difunto.
Empero, todavía hay tiempo para rectificar y reconducir la situación, si bien no será sencillo. En las próximas semanas, Zapatero debería aprobar un intenso plan de ajuste y adelantar todo lo posible la fecha de las generales. Es cierto que ambas medidas significarían la debacle electoral de su partido, pero él y los suyos son los principales responsables de la calamitosa situación en la que se encuentra el país y, por tanto, sería de justicia que ellos padecieran las consecuencias. Por desgracia, toda apunta a que, de nuevo, antepondrán los intereses del partido a los de la Nación: pasividad absoluta en medio de la tempestad. Al cabo, no otra cosa han hecho en sus más de 100 años de historia.
Empero, todavía hay tiempo para rectificar y reconducir la situación, si bien no será sencillo. En las próximas semanas, Zapatero debería aprobar un intenso plan de ajuste y adelantar todo lo posible la fecha de las generales. Es cierto que ambas medidas significarían la debacle electoral de su partido, pero él y los suyos son los principales responsables de la calamitosa situación en la que se encuentra el país y, por tanto, sería de justicia que ellos padecieran las consecuencias. Por desgracia, toda apunta a que, de nuevo, antepondrán los intereses del partido a los de la Nación: pasividad absoluta en medio de la tempestad. Al cabo, no otra cosa han hecho en sus más de 100 años de historia.
Libertad Digital - Editorial
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