El error de Zapatero consiste en parapetarse en la magnitud del problema para eludir su propio fracaso
HASTA ahora sólo había una cosa peor que la necesidad de un rescate financiero europeo, y era que ese rescate no se produjese. Ahora ha surgido una posibilidad mucho más grave: la de que Europa tenga que rescatarse a sí misma. Y una tercera francamente pavorosa, que es de la de que no sepa cómo. Nos estamos acercando peligrosamente a esa hipótesis que pone en peligro la unidad monetaria, la económica y por supuesto la política si es que alguna vez fue algo más que un sueño. La falta de liderazgo —ese melifluo Van Rompuy no ha podido gobernar ni su propio y pequeño país—, la ortodoxia desbordada del Banco Central y los intereses electorales de Merkel y Sarkozy, ambos en horas bajas, han bloqueado unos mecanismos comunitarios que ya de por sí carecían de flexibilidad de respuesta. Hemos llegado a un punto crítico que compromete a las naciones de economías más frágiles como España pero también la estabilidad del euro, del mercado único y de la propia construcción europea.
Aunque el presidente Zapatero haya utilizado la nueva tormenta monetaria para exculpar sus propias responsabilidades, que son esenciales en el clima de desconfianza sobre la solvencia española, lo cierto es que en esta oleada de incertidumbre no sirven sólo los argumentos de política interna. Muchos menos los mantras, consignas y excusas al uso en la escena pública española: que si no somos Grecia, que si hay que avanzar en las reformas, que si hay que adelantar elecciones. Esto es una crisis europea en toda regla, un naufragio continental, y necesita respuestas de la misma escala que no se vislumbran porque falta cohesión en la propia estructura de la UE. El error y la culpa del presidente español consisten en parapetarse en la magnitud del problema para esconder las consecuencias de su flagrante fracaso político, y en disparar por elevación tratando de desviar hacia el victimismo su patente incapacidad de hacer frente a los problemas. Éstos serían muchos menores si los prestamistas de deuda tuviesen razones para confiar en nuestra capacidad de pago, puesta en solfa por la inmadurez, la incompetencia y el bloqueo del Gobierno. Pero más allá de esta cuota de compromiso fallido es cierto que nos hallamos ante un conflicto de dimensiones gigantes que afecta al núcleo mismo de la idea de Europa como comunidad, en el que han estallado de golpe todos los defectos internos que habían quedado solapados en los años de prosperidad y crecimiento.
Nunca como ahora, desde que empezó la recesión, se había extendido una sensación semejante de fragilidad ni de zozobra. Hay motivo: la Unión ha entrado en estado de colapso estructural y se halla a punto de shock. No vale el sálvese quien pueda porque hay que salvarse todos juntos. Pero al menos vendría bien que cada uno se ayudase a sí mismo con un sentido del deber que en España se ha evaporado en medio de un suicida egoísmo político.
Nunca como ahora, desde que empezó la recesión, se había extendido una sensación semejante de fragilidad ni de zozobra. Hay motivo: la Unión ha entrado en estado de colapso estructural y se halla a punto de shock. No vale el sálvese quien pueda porque hay que salvarse todos juntos. Pero al menos vendría bien que cada uno se ayudase a sí mismo con un sentido del deber que en España se ha evaporado en medio de un suicida egoísmo político.
ABC - Opinión
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