sábado, 23 de julio de 2011

Después de Camps. Por Alfonso Ussía

Francisco Camps ha dimitido. Me recuerda un poco al asunto de los guerristas con Pilar Miró. Consiguieron expulsarla de TVE por unos trapos. El problema de Camps –al que yo creí y del que espero contundencia en su defensa– es que no supo reconocer a tiempo la bobada. La bobada de recibir tres trajes de regalo y la bobada de insistir en el engaño al personal. No es un delincuente. Y revalidó de manera brillante su triunfo en las urnas. A los valencianos, lo de los trajes no les influyó en absoluto. Con la victoria aún caliente, Camps ha dimitido. ¿Y ahora qué?

A Rubalcaba se le antoja «odiosa» la comparación entre el asunto de Camps y el caso «Faisán». Me figuro que odiosa para Camps, que no para Rubalcaba. Lo de Camps son tres trajes y lo del «Faisán» es colaboración con el terrorismo. No puede establecerse comparación entre una memez y una traición a todos los españoles. Chaves y los negocios de sus hijos en Andalucía han recuperado el interés de la actualidad. Nadie pone en duda que es un buen padre, pero la confirmación de las comisiones percibidas por su niño le obligan a mirar a Camps. También es más grave lo de Chaves que lo de Camps, al menos en mi humilde opinión. Y nada. Griñán y los ERE falsos. Centenares de millones de euros públicos, es decir, de todos, regalados a los amigos de un sistema socialista corrupto que se creía invencible. Tanto Chaves, como Griñán, como Zarrías conocían el atropello. Los trajes de Camps no alcanzan un valor como el de los ERE, a no ser que sean trajes de diamantes, perlas, rubíes, esmeraldas y zafiros. Griñán, para colmo, obstaculiza la acción de la Justicia y se pitorrea de la juez que lleva el caso. Pero caerá, como Chaves y como Rubalcaba. Caerá como Zapatero, que intenta cortarse todos los días las plumas de la cola de faisán que le emergen del traspuntín.

Más de un centenar de políticos del PSOE están procesados, imputados o relacionados con el delito. Todos ellos por faltas y abusos mucho más graves que tres trajes mentidos. La dimisión de Camps, pocas semanas después de haber revalidado su triunfo y el apoyo de los valencianos, tendría que mover las alcantarillas socialistas. Pero nadie mueve un dedo. Zapatero no puede exigirle a Rubalcaba nada, porque ambos comparten plumaje. Si a Chaves se le ocurre angustiar a Griñán, Griñán le va a responder con datos escandalosos. Y lo mismo al contrario. La dimisión de Francisco Camps, necesaria e ineludible, ha colocado al Gobierno y a su partido en un lugar incomodísimo. Cuentan con el apoyo de poderosas empresas dedicadas a la información, pero nadie va a ofrecerles su apesebrada lealtad incondicional. Cuando un edificio se desmorona, los cobistas y pelotilleros, los enriquecidos y apesebrados, son los primeros en correr y cruzar la calle para ponerse a salvo. Y la dimisión de un político que ha vuelto a ganar con mayoría absoluta en las urnas –eso, la democracia real– ha descolocado sus futuros. Francisco Camps ha manifestado que gastará todo su tiempo en defenderse y reponer su honor puesto en duda. Se espera que así sea. Pero España no puede permitirse el lujo de tener como candidato a la presidencia a un político que coincidió con los GAL y ahora vuela entre faisanes. España no puede permitirse el lujo de tener en la vicepresidencia vacía del Gobierno a un buen padre de sus hijos que vela por sus futuros con mejunjes de comisiones. España no puede permitirse el lujo de tener un presidente autonómico que oculta un escándalo mayúsculo y se ríe de la Justicia. Camps se ha ido con sus tres trajes y estos se han quedado en pelotas.


La Razón - Opinión

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