sábado, 16 de julio de 2011

Camps, Cascos y Rajoy. Por M. Martín Ferrand

La cruz y la cara de un Partido Popular que viene haciendo de la dilación todo un ideario.

No deja de resultar simbólico, incluso moralizador, que, el mismo día y a la misma hora, un juez le anunciara a Francisco Camps que tendrá que sentarse en el banquillo, acusado de un delito de cohecho impropio —las prendas de vestir que hicieron famoso a Álvaro Pérez «El bigotes»—, y Francisco Álvarez Cascos resultara investido como presidente del Principado de Asturias con el único apoyo de los dieciséis diputados que militan en el partido que coincide en sus siglas —FAC— con las iniciales que el ex secretario general del PP, y co-autor de su gran refundación, lleva bordadas en la pechera de su camisa. Son dos grandes errores de Mariano Rajoy. La cruz y la cara de un Partido Popular que viene haciendo de la dilación todo un ideario y del silencio la forma más común de su elocuencia.

Aplazar los problemas, en lugar de enfrentarse a ellos cuando se presentan, suele ser un mal asunto. Los problemas cursan siempre con agrandamiento y se precipitan con inoportunidad. La rotunda mayoría absoluta con la que Camps ha revalidado su condición presidencial en la Comunidad Valenciana no aminora la gravedad procesal de su situación. Todo lo contrario. Cuando le dijo a su amigo «El bigotes» «quiero que nos veamos con tranquilidad para hablar de lo nuestro… que es muy bonito», no podía imaginar lo feas que llegarían a ponerse las dos docenas de prendas de vestir —algo más que «tres trajes»— valoradas en 14.000 euros que han convertido los baúles de Camps en más famosos, aunque mucho más baratos, que los de su paisana Concha Piquer. En su momento, el PP —Rajoy— no quiso enfrentarse al problema y ahora, seguramente, tampoco lo hará ante una circunstancia que, previsiblemente, sentará ante el juez a un presidente autonómico en activo —recuérdese a Juan Hormaechea— en coincidencia con el esplendor de la campaña electoral que debiera conducir al líder de la gaviota a La Moncloa.

En ejercicio de la misma astucia dilatoria, Rajoy trató de pasar por alto la voluntad y la vocación políticas de su entonces compañero Álvarez Cascos. Acostumbrado a rodearse de siseñores, gentes más activas en el obedecer que en el pensar, no contó con la iniciativa y el tesón del ex vicepresidente del Gobierno que, literalmente, arrasó en Asturias los restos de un PP regional corto de dirección, escaso de entusiasmo, desunido y sospechoso por su conducta. Ahora tenemos a la vista un curioso test. Demostrado que la vida y el poder son posibles en el centro-derecha fuera del PP, ¿qué pasará en Asturias en las próximas legislativas? Y todo por no enfrentarse a los problemas en su momento.


ABC - Opinión

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