La libertad y la democracia dieron ayer un paso atrás de gran trascendencia en el País Vasco. Bildu, el proyecto de ETA, logró la Diputación General de Guipúzcoa, en la que estará al frente Martín Garitano, conocido adalid de las posiciones más extremas en el entramado proetarra. Fue una jornada aciaga, otra más de las acontecidas desde que los seis magistrados del Tribunal Constitucional propuestos por el PSOE atropellaran al Supremo y permitieran que la franquicia batasuna concurriera a las elecciones. Desde ese momento hasta ayer mismo, el retroceso del Estado de Derecho en el País Vasco ha sido incesante. Una secuencia en la que el brazo político de ETA ha conquistado más poder que nunca en su historia y en la que su acceso a la Diputación ha puesto en sus manos no sólo información delicada para la seguridad, sino el devenir político, económico y fiscal de miles de personas. El pleno que se desarrolló en las Juntas Generales de Guipúzcoa para la elección del diputado general fue la constatación de que el proyecto desarrollado y tutelado por ETA ha triunfado. El discurso-programa de Martín Garitano se enmarcó en la ortodoxia proetarra. Defendió una solución al «conflicto vasco» en la que «todos salgamos ganando», reclamó un diálogo entre el Gobierno y ETA, habló de «hacer frente al sufrimiento de todas las víctimas» y pidió una solución para los presos de la banda, además de comprometerse a trabajar por la desaparición de la «detención y la tortura» y a avanzar hacia la independencia. Ni una mención de condena a los asesinatos terroristas ni a la desaparición de ETA. Esta nueva Bildu que nos anunciaron, y que el Tribunal Constitucional vio tan alejada de la mafia etarra, equipara a las víctimas de ETA con los familiares de los terroristas y sólo contempla un final en el que los pistoleros salgan ganando y los asesinos salgan de las cárceles. Ése es el escenario de Bildu, ésas han sido siempre las condiciones de ETA. ¿En qué han cambiado entonces la banda y la izquierda abertzale? Absolutamente en nada, más allá de un enorme montaje al servicio de una estrategia política que buscó el regreso a las instituciones. Obviamente, la democracia nunca aceptará ese final repudiado por todos los españoles de bien y que supondría una tropelía moral. La toma del poder de Bildu en Guipúzcoa ha tenido unos responsables claros. Además del PNV, con sus acuerdos vergonzantes con los proetarras en varias instituciones, tampoco puede relativizarse el papel de los socialistas. Lo expresó ayer el popular Juan Carlos Cano: «Los egoísmos y las aspiraciones propias han pesado más que los intereses de la ciudadanía». El PSE y el lendakari Patxi López pudieron hacer mucho más para que la Diputación no cayera en manos de Bildu y fuera para el PNV. Habría sido un mal menor, pero un revés serio para los planes de ETA. Ayer, Bildu terminó de capitalizar los cientos de asesinatos de ETA. Fue una jornada ignominiosa en una democracia que parece haber bajado los brazos. Pero hay que reaccionar. El Estado de Derecho dispone de resortes suficientes y ya es hora de que el Gobierno actúe o de que el PP le apremie si vacila.
La Razón - Editorial
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