¿O son acaso soluciones, basadas en la razón, las propuestas del 15-M? No lo creo. El 15-M es un movimiento primitivo. Elemental. Importante, sin duda alguna, pero sin futuro político.
Creo tanto en los resultados de las encuestas, sean del tipo que sean, como en los encargados de pagarlas; a veces, son muy respetables, y otras muchas, son despreciables. Las encuestas nos dan, en cualquier caso, materia para pensar la situación de un cierto "espíritu público" de los españoles. Tan importante como los datos de las encuestas son, pues, sus interpretaciones. Siempre es menester prestarles atención. Nos dicen cosas. Nos aportan información. Y también son engañosas; por ejemplo, una encuesta de Metroscopia para El País, publicada ayer, concluye que el movimiento del 15-M aún mantiene un amplio apoyo ciudadano. Político.
Supongamos que así sea. Demos por bueno que la mayoría de la población sigue compartiendo con los manifestantes del 15-M un sentimiento difuso de indignación contra el sistema político en general, y contra los políticos en particular. Demos por bueno que el 79% de los encuestados creen que los indignados tienen razones para protestar y, por eso, les apoyan. Demos, en fin, por bueno que la mayoría de los españoles, en proporción de dos a uno, culpan de los males de la política antes a los actuales líderes políticos que a la forma de organización de la democracia española.
Supongamos que así sea. Demos por bueno que la mayoría de la población sigue compartiendo con los manifestantes del 15-M un sentimiento difuso de indignación contra el sistema político en general, y contra los políticos en particular. Demos por bueno que el 79% de los encuestados creen que los indignados tienen razones para protestar y, por eso, les apoyan. Demos, en fin, por bueno que la mayoría de los españoles, en proporción de dos a uno, culpan de los males de la política antes a los actuales líderes políticos que a la forma de organización de la democracia española.
¿Significan todos esos datos que nuestra sociedad esté muy preocupada por el debate político? ¿Quiere eso decir que los españoles creen que se pueden resolver nuestros problemas a través de la negociación y el acuerdo entre los diferentes agentes políticos? En fin, ¿quieren los españoles soluciones políticas, es decir, vías de resolución de conflictos a través de las instituciones actualmente existentes o, por el contrario, quieren que una instancia exterior a ellos les resuelva sus problemas? ¿Se preocupan sólo por su cuestión social o también incluyen en ella la cuestión estrictamente política?
Yo tiendo a pensar que los españoles, independientemente de su grado de politización y sus diferentes maneras de valorar la eficacia del actual sistema "democrático", están más preocupados por resolver sus problemas inmediatos que por buscar una instancia eficaz, una mediación de validez común, que pudiéramos llamar la institución política y democrática, capaz de poner un poco de orden, de razón, en el miedo que se ha instalado en la sociedad. En efecto, nadie puede creer en la política, cuando está muerto de miedo y terror. Los españoles, en mi opinión, están aterrorizados por la crisis económica y social y, por tanto, les cuesta pensar, o sea, buscar algunas estrategias racionales para salir de esta postración moral. A la general incultura política que dominaba nuestro país, propiciada por la casta política, se añade ahora el miedo provocado por la crisis económica.
¿O son acaso soluciones, basadas en la razón, las propuestas del 15-M? No lo creo. El 15-M es un movimiento primitivo. Elemental. Importante, sin duda alguna, pero sin futuro político. Democrático. En el mejor de los casos, lo del 15-M es una reacción sentimental, visceral, pero nunca un concepto, una razón, para solucionar el estado de miedo y terror que viven los españoles. Sería suficiente que los del 15-M, los próximos días 29 y 30 de junio, hicieran un genuino debate alternativo al estado de la nación, o sea, se tomasen en serio la nación española para que todavía alguien sensato, es decir, alguien que crea en la política, pueda tomarlos en serio. Sospecho que no lo harán, es decir, en vez de hablar de la nación, se dedicarán a despotricar contra el capitalismo tardío y a exigir que les den una vivienda y comida por la cara... Antes que vencer al miedo, lo extenderá por todas partes.
Yo tiendo a pensar que los españoles, independientemente de su grado de politización y sus diferentes maneras de valorar la eficacia del actual sistema "democrático", están más preocupados por resolver sus problemas inmediatos que por buscar una instancia eficaz, una mediación de validez común, que pudiéramos llamar la institución política y democrática, capaz de poner un poco de orden, de razón, en el miedo que se ha instalado en la sociedad. En efecto, nadie puede creer en la política, cuando está muerto de miedo y terror. Los españoles, en mi opinión, están aterrorizados por la crisis económica y social y, por tanto, les cuesta pensar, o sea, buscar algunas estrategias racionales para salir de esta postración moral. A la general incultura política que dominaba nuestro país, propiciada por la casta política, se añade ahora el miedo provocado por la crisis económica.
¿O son acaso soluciones, basadas en la razón, las propuestas del 15-M? No lo creo. El 15-M es un movimiento primitivo. Elemental. Importante, sin duda alguna, pero sin futuro político. Democrático. En el mejor de los casos, lo del 15-M es una reacción sentimental, visceral, pero nunca un concepto, una razón, para solucionar el estado de miedo y terror que viven los españoles. Sería suficiente que los del 15-M, los próximos días 29 y 30 de junio, hicieran un genuino debate alternativo al estado de la nación, o sea, se tomasen en serio la nación española para que todavía alguien sensato, es decir, alguien que crea en la política, pueda tomarlos en serio. Sospecho que no lo harán, es decir, en vez de hablar de la nación, se dedicarán a despotricar contra el capitalismo tardío y a exigir que les den una vivienda y comida por la cara... Antes que vencer al miedo, lo extenderá por todas partes.
Libertad Digital - Opinión
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