miércoles, 11 de mayo de 2011

Juicios y prejuicios. Por José María Carrascal

La justicia no es progresistao conservadora, es justiciaa secas, y todo adjetivola pervierte.

LAS sentencias sobre Bildu recuerdan el chiste judío: acuden dos litigantes al rabino con su pleito. Expone el primero sus argumentos y el rabino dice: «Tienes razón». Lo hace luego el segundo y el rabino dice. «Tienes razón». «Pero rabino —dice un testigo del lance— no puedes dar la razón a ambos». «Pues tú también tienes razón», sentencia el rabino. Lo mismito que el Constitucional y el Supremo. Lo malo es que el chiste judío es una broma, mientras el caso Bildu es una trágica realidad. Bildu no puede ser legal e ilegal al mismo tiempo. La justicia no puede tener dos varas de medir y un Estado de Derecho no puede sustentarse sobre opiniones opuestas en asuntos que afectan a la vida, los derechos y la legalidad de sus ciudadanos.

¿Cómo hemos llegado a esta situación? Pues muy sencillo: habiendo dejado entrar la política en la justicia, que es tanto como meter la zorra en el gallinero. El hecho de que haya jueces «progresistas» y jueces «conservadores» lo demuestra. La justicia no es progresista o conservadora, es justicia a secas y todo adjetivo la pervierte, al romper el principio de equidad. Los magistrados no deben juzgar según sus pre-juicios, que impiden los juicios ecuánimes. Pero es lo que ocurre en España, con la consecuencia de que puedan predecirse sus decisiones según el bando a que pertenecen y quien les haya nombrado. En otras palabras: hemos renunciado a la separación de poderes, esto es, a una verdadera democracia. Y aquí quiero rendir homenaje a don Manuel Aragón, el único magistrado que ha demostrado estar por encima de sus prejuicios.


¿Tiene remedio? Sí: echar a la zorra del gallinero. Hacer la justicia totalmente independiente. Elegir como jueces aquellas personas que no se dejan llevar por su prejuicios. ¡Pero esas personas no existen!, me dirán. Sí, existen, aunque son pocas. Todos las hemos conocido, en el bachillerato, la vida profesional o los círculos sociales. Son individuos egregios, solitarios, con un sentido innato de la imparcialidad, que van por el mundo por encima, no de los demás, sino de sí mismos, de sus tendencias, querencias e ideologías. De ahí que la primera condición de un verdadero juez sea no estar afiliado a nada ni comprometido con nadie. Su único compromiso es con la ley; su único norte, la equidad; su única lealtad, la justicia. Por algo se la representa con los ojos vendados y una balanza en su fiel. Un juez puede equivocarse, por algo es humano, lo que no puede es simpatizar con nada. Y menos, con una tendencia política. Por no hablar ya de ser nombrado por los políticos.

Como ven, estoy enumerando justo lo contrario de lo que ocurre en España. Y así nos va. Pues si nuestros problemas económicos son grandes, nuestros problemas como nación y como Estado son mayores. Una país puede vivir sin políticos, sin periódicos, sin todo, pero no sin justicia independiente.


ABC - Opinión

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