martes, 31 de mayo de 2011

El PSOE se confía a la figura más oscura del ‘felipismo’. Por Federico Quevedo

Leyendo algunos de los comentarios de hilarante entrega y servilismo a la causa de Alfredo Pérez Rubalcaba me he dado cuenta, definitivamente, de que el PSOE ha tomado el peor de todos los caminos posibles para satisfacción del Partido Popular, y parece haberse entregado sin más a la desdicha -propia, no ajena- de una mayoría absoluta del PP. Es verdad que Rubalcaba es un hombre que ha sabido ir construyendo a su alrededor una especie de secta periodística hábilmente manipulada y manipulable por el personaje, un personaje que, dada su historia, su pasado, como muy oportunamente recordaba Carme Chacón, necesita precisamente de ese protectorado mediático para evitar estar siempre en el punto de mira, en el escaparate, y que todos los muertos que ha ido acumulando en el armario durante estos años, desde los GAL hasta el Faisán pasando por el 13-M, no salgan de golpe como zombies a buscarle las vueltas y encontrarlas. No es cuestión de agigantar el temor que su figura causa a algunos por eso de que siempre ha sabido manejar las cloacas del Estado, las entretelas del poder, pero es cierto que se trata de un político adicto a la información sobre los demás… Un perfecto comisario político, eso sí, muy simpático hasta que le das la espalda.

Este es el hombre que dice que en su decisión de presentarse al proceso de primarias en el PSOE no ha habido ni “dedazo”, ni “conspiración”, cuando todos sabemos que ha sido él mismo quien se ha autoimpuesto y ha establecido las condiciones para aceptar el encargo y tomarse sus tiempos. No es que haya habido “dedazo”, es que ha sido el “dedazo” más cantoso de la historia de este país y del Partido Socialista, porque al menos en el caso de Rajoy, el más cercano para compararlo cuando Aznar lo propuso a su partido en el verano de 2003, nadie en el PP sabía cuál iba a ser la decisión y, de hecho, los posibles candidatos lo fueron hasta el último momento.

Aquí no, aquí se ha jugado con el partido, se ha jugado con los militantes y se ha jugado con dirigentes como Carme Chacón, que tenían todo su derecho a competir, y a la que se ha obligado, se ha forzado antidemocráticamente a apartarse para dejarle sitio a Rubalcaba, que no estaba dispuesto a humillarse en unas primarias que no solo no tenía ganadas sino que, muy probablemente, hubiera perdido a manos de la joven política catalana. Y hubiese sido la segunda vez que en el PSOE ocurriera algo parecido, y también entonces fue Alfredo Pérez Rubalcaba el encargado de dar al traste con las aspiraciones de Josep Borrel para que su sitio lo ocupara Joaquín Almunia.

Ha habido “dedazo” y ha habido “conspiración”, porque no cabe llamar de otra manera a todo lo que ha ocurrido desde que el pasado verano la vieja guardia socialista se impusiera a Rodríguez Zapatero para que elevara a Rubalcaba a la categoría de hombre fuerte del Gobierno, y éste acabara dominando junto a José Blanco no solo el Gobierno sino el partido, para maniobrar en la sombra y conseguir dominar la voluntad de Rodríguez Zapatero, quien, pese ha haber cedido en un principio, después se creció y pensó que todavía podía volver a dominar la situación.
«Rubalcaba es un político en decadencia, de un resto del pasado, de una figura que representa lo más oscuro del felipismo y lo más rancio del socialismo.»
El durísimo golpe electoral del 22 de mayo volvió a poner a Zapatero en su sitio, a bajarle los humos, y el tándem Rubalcaba-Blanco volvió a tomar las riendas del poder, amenazando primero con la exigencia de un Congreso inmediato que apartaría definitivamente a Zapatero del poder, y después presionando a Carme Chacón para que abandonara sus intenciones de presentarse a las primarias, decisión que ella tenía tomada ya desde hacía tiempo convencida de que, en efecto, el PSOE había asumido su compromiso democratizador y habría opción a que los militantes eligieran a su candidato a la Presidencia del Gobierno. Un Zapatero absolutamente debilitado fue incapaz de imponerse al envite, y Chacón prestó su último servicio a la causa de la hace tiempo fenecida Nueva Vía y al ‘zapaterismo’.

De hecho, de esta última batalla librada por Rubalcaba hay muertos que, por desgracia para el candidato socialista, están todavía muy vivos y por si las cosas no salen como Rubalcaba espera que salgan, están afilando sus cuchillos para el ‘día después’. Dicen sus acólitos, que los tiene y no son pocos, que Rubalcaba va a despertar el voto socialista. Perdonen que me ría. Es verdad quese trata de un político listo, hábil, inteligente, capaz de manipular y de maniobrar para conseguir sus fines como lo ha demostrado estos últimos días y en otras muchas ocasiones anteriormente. Pero también lo es que se trata de un político en decadencia, de un resto del pasado, de una figura que representa lo más oscuro del felipismo y lo más rancio del socialismo, de alguien que muy difícilmente va a conectar que ese electorado socialista que espera otra cosa de su partido y con esa multitud dejóvenes desencantados que se agolpan en nuestras plazas.

Y me dirán, ya lo sé, que tampoco Rajoy… Es posible, pero el PP no gobierna y no tiene que dar explicaciones, y de aquí a que sean las elecciones Rubalcaba tendrá que seguir saliendo cada viernes a contarles a los españoles por qué sigue habiendo cinco millones de parados y por qué este Gobierno sigue recortando derechos sociales de los ciudadanos. Ese es su despertador, un despertador caduco y al que se le han agotado las pilas.


El Confidencial - Opinión

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