lunes, 21 de marzo de 2011

¿Quién decide en el mundo árabe?. Por José María Carrascal

Si seguimos actuando como si fueran niños y nosotros adultos, nunca alcanzarán la mayoría de edad.

EL éxito, o fracaso, de la operación multinacional lanzada sobre Libia depende más de la actitud que de las armas. Por las armas, ya está sentenciada. La impresionante fuerza militar desplegada ante aquellas costas ha detenido el avance de las tropas de Gadafi hacia la capital de los rebeldes, Bengasi. La cuestión ahora es si éstos retoman la iniciativa, hacen retroceder a las fuerzas del coronel y obligan a éste a dimitir o huir. Lo que ha hecho es amenazar con armar a un millón de seguidores para «defender el país de la invasión extranjera». Otra de sus bravuconerías, pues no es probable que cuente con tantas armas ni, menos, tantos seguidores. Pero si resiste, si la situación se estanca y Libia cae en la guerra civil, de poco servirán los navíos y aviones de la coalición. Las guerras, sobre todo las civiles, no se ganan desde el aire. Se ganan en tierra. Y una fuerza aeronaval capitaneada por Estados Unidos e integrada por los principales países europeos disparando contra Libia para imponer «su» bando, no es una perspectiva agradable. Podría tomarse, y bastantes lo harían, como una muestra de neocolonialismo, como una prueba más de que occidente decide el destino de los pueblos de África y Asia. No importa que se trate de un dictador tan sanguinario como corrupto. Ambos continentes están llenos de ellos y occidente no hace nada.

En este sentido, la participación de los países árabes en esa fuerza internacional es importantísima. Hasta ahora, se han limitado, y no todos, a prestar su apoyo moral a la operación. Pero no a participar en ella. Tal vez, dirán algunos, porque bastante trabajo tienen con reprimir a sus manifestantes. O con ayudar a reprimirlos en el país vecino, como está haciendo Arabia Saudí en Bahréin, sin que nadie eleve la más mínima protesta.

Lo que nos lleva a la médula del asunto. Los pueblos árabes y musulmanes vienen quejándose —con razón— de ser meros objetos, no sujetos para los occidentales. Ellos aspiran —con más razón todavía— a ser los protagonistas de su propio destino. Deben de ser capaces de ello y los occidentales debemos de animarles a asumir esas responsabilidades. Si seguimos actuando como si fueran niños y nosotros, adultos, nunca alcanzarán la mayoría de edad.

De ahí la oportunidad histórica y los enormes riesgos de la crisis libia. Va a decirnos si el pueblo libio toma en sus manos su propio destino o bien el oeste sigue conduciéndole. Es decir, si tanto dolor, sacrificios, muertes y prestigio han servido para algo o han sido en vano. Una consideración que sirve para todo el mundo árabe-musulmán, hoy en efervescencia.

Me perdonarán si no hago pronósticos, dado lo incierto de la situación. Diría, solamente diría, que las posibilidades están fifty-fifty.


ABC - Opinión

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