martes, 22 de febrero de 2011

A pecho descubierto. Por Ignacio Camacho

Contra el cáncer resulta esencial la voluntad, pero si hay una cualidad que nadie discute a Aguirre es el coraje.

EL cáncer es una lotería siniestra que toca sin comprar boleto, pero por fortuna el de mama está entre los de mejor cura si llega con un diagnóstico temprano. La metáfora recurrente del tratamiento es la de la lucha porque se trata de un combate cuerpo a cuerpo —una agonía en el sentido etimológico que le gustaba a Unamuno— en el que la ciencia y la enfermedad disputan célula por célula para quedarse con la vida de un ser humano. En esa porfía resulta esencial la resistencia del enfermo expresada mediante un acto de voluntad que refuerce la acción terapéutica con la determinación de arrancarle el triunfo a la muerte; un ejercicio de energía mental que puede ganar cada día un palmo de supervivencia.

Esperanza Aguirre no es la primera dirigente política obligada a apartarse del primer plano por el ataque tumoral, ni desgraciadamente será la última, pero casi todas han vuelto y sus ejemplos han dado confianza a tantas mujeres estacadas por la maldita revelación de una prueba rutinaria. Si hay una cualidad que nadie le discute a la presidenta de Madrid es la fortaleza, el coraje, el espíritu de pelea. El plus de notoriedad de los personajes públicos representa una ayuda impagable para el inmenso esfuerzo anónimo de la medicina, que encuentra en el liderazgo oportunos referentes didácticos; ahí está el modélico proceso de Pasqual Maragall, capaz de convertirse a sí mismo en el sujeto pedagógico de la rebeldía contra el Alzheimer que está borrando poco a poco el disco duro de su memoria.


Al honorable le diagnosticaron el mal recién retirado de la dirigencia pero otros tuvieron que afrontar en activo contratiempos más o menos inhabilitadores; Duran Lleida, Iñaki Azkuna y María San Gil se sometieron a intervenciones delicadas antes de regresar en tiempo record al estresante escenario de sus pasiones, y Anguita sufrió en plena campaña un infarto que aceleró su jubileo. El aspecto más amargo de esta clase de adversidad es que la política se ha deshumanizado hasta un punto de insolidaridad feroz que no da tregua a desgracias personales.

Pero en ese sentido Aguirre corre poco peligro porque su viña está bien guardada. La hegemonía electoral le garantiza un retorno sin dificultades cuando los médicos levanten el pulgar de sus atenciones, y no sería aventurado que su intensa vis política le lleve a adelantar los plazos. Peleará contra el cáncer a pecho descubierto, con la misma entereza con que sobrevivió al helicóptero de Móstoles y con el mismo denuedo con que se ha enfrentado a adversarios y hasta a compañeros de partido; puede que incluso incremente su popularidad por la manera desdramatizada y natural, sin heroísmos sobreactuados, con que ha abordado una indiscutible mala noticia. Y para ganarle a Tomás Gómez y a su socialismo fracturado no va a necesitar ni levantarse de la cama.


ABC - Opinión

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