domingo, 27 de febrero de 2011

El terrorista reversible. Por Ignacio Camacho

La complacencia con Gadafi ha sido tan obscena, obsequiosa y evidente que no deja resquicio al disimulo.

EL tipo que puso la bomba que mató a 260 personas en un avión que volaba sobre Lockerbie cumplió tan sólo diez años mal contados de cárcel: Gran Bretaña lo devolvió el año pasado a su país, Libia, por compasivas «razones humanitarias». El hombre que ordenó el atentado, el coronel Muammar El Gadafi, no sólo no cumplió pena alguna sino que recibió durante años atenciones preferentes de los grandes líderes europeos, que lo agasajaron con reiteración, le pasaron la mano por la espalda y se rieron mucho con él agradecidos porque les vendía petróleo, les compraba armamento y contenía a los integristas islámicos plantado con su jaima como un dóberman en el patio de atrás del Magreb. Era tanta la mutua satisfacción y tan preclara la amistad recíproca que Europa sacó a Libia de la lista de países terroristas y le entregó en 2003… ¡la presidencia del Comité de Derechos Humanos de la ONU! Ahora esos dirigentes tan estupendos de esas naciones tan serias, incluida España, acaban de descubrir que aquel socio tan simpático y estrafalario era en realidad un conspicuo malhechor que usaba para asesinar a su pueblo las armas que ellos mismos le suministraban. Con alborotada contrición y enorme alharaca diplomática se han llamado a escándalo y proponen juzgarlo como criminal de guerra, hondamente decepcionados por tan patente abuso de confianza.

Ni siquiera ante China, cuyo régimen totalitario es sistemáticamente soslayado por Occidente dada la rentable pujanza comercial de que hace gala como cliente comprador de bienes, deuda y servicios, ha sufrido la dudosa ética de la realpolitik una humillación tan flagrante como en el caso libio. La complacencia con Gadafi ha sido tan obscena, obsequiosa y evidente que no deja resquicio al disimulo. No sólo porque las democracias han ignorado adrede su continuo y reiterado apoyo al terrorismo, amnistiando por dos veces su incontestable participación en graves crímenes cometidos en suelo europeo, sino porque han armado hasta ayer mismo su tiranía y le han mostrado sumisa gratitud con visitas aduladoras y sonrojantes recepciones. Una coba indisimulada, un vergonzoso doble rasero que en plena guerra civil libia inhabilita a las naciones europeas como cómplices morales del sátrapa al que con tardía e impostada pesadumbre pretenden volver airadamente la espalda.

Lo sabe el pueblo en armas y lo sabe Gadafi. Lo sabe tan bien que se cree autorizado a resistir desde la confianza en que si eventualmente aguanta el pulso podrá por tercera vez obtener, para él o para su hijo aprendiz de tirano, un relativo silencio de conveniencia. En su sangriento delirio megalómano conoce bien las claves de un mundo al que desprecia por débil, por pusilánime, por medroso y por hipócrita. Y porque le ha demostrado que sus farisaicas condenas son tan reversibles como interesadas sus absoluciones.


ABC - Opinión

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