viernes, 4 de febrero de 2011

El aval de Merkel

ENCABEZAMIENTO

La expectación generada por la visita de Angela Merkel a nuestro país se concretó en una breve jornada de trabajo de las delegaciones de ambos gobiernos y en una comparecencia de apenas 20 minutos de la canciller alemana y el presidente español. Como no podía ser de otra manera entre líderes aliados, el encuentro estuvo marcado por un clima de consenso y por las buenas palabras de Merkel a las reformas emprendidas por Rodríguez Zapatero. No se podía esperar otra cosa que el respaldo de la canciller alemana al rumbo marcado por la propia locomotora europea para nuestro país, por mucho que existan dudas sobre el alcance y la eficacia de algunas de esas iniciativas. Zapatero recibió el balón de oxígeno que esperaba con el refrendo de Merkel a las nuevas políticas, incluido el reciente pacto social. La canciller no escatimó en parabienes, aseguró que «las reformas permiten cambiar el rumbo de España» y consideró que las medidas contarán con la aprobación de los mercados y que generarán confianza en el futuro del país. De cara a la opinión pública nacional e internacional, el balance de las palabras de la canciller fue positivo para el presidente del Gobierno. Pero el mensaje de Merkel fue también el de que Europa y, por ende, España tienen mucho que hacer para sentar las bases de una recuperación sostenida. En sus propias palabras, «cada uno tiene que hacer los deberes en su casa» y, para ello, «hay que hacer reformas constantemente». Alemania está decidida a embridar a la Unión Europea, porque se juegan demasiado como para dejar que cada uno haga la guerra por su cuenta. Además de fortalecer el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, Merkel defendió que es necesario un «pacto de competitividad», que contemple avanzar hacia unos costes laborales unitarios –eliminando las cláusulas que ligan salarios e inflación–, la armonización de la base imponible del Impuesto de Sociedades y el retraso progresivo de la edad de jubilación, como ya han hecho Alemania, Francia y España. Zapatero eludió el complicado debate de la vinculación del salario a la productividad, como defiende Alemania, y se lo endosó a los agentes sociales, pero sabe que, más tarde o más temprano, habrá que afrontarlo, porque hay razones para ello. El apoyo del presidente a la esencia de ese Pacto de Estabilidad es un acierto. España debe apostar por el acuerdo, pues nuestra economía tiene en la competitividad un terreno en el que debemos mejorar, y mucho, y nos convendría aprender de quien nos puede enseñar. La propuesta alemana de prohibir por ley los déficit excesivos es relevante. El presidente destacó que ya hay leyes de estabilidad presupuestaria, y apostó por trasladarlas a las comunidades autónomas. Nos queda la duda de la eficacia real de esas barreras legales, a la vista de las experiencias con el incumplimiento sostenido del Pacto de Estabilidad y el derroche del dinero público, aunque siempre es positivo endurecer y restringir el gasto. Merkel habló de años para comprobar el efecto de las reformas en España, y fue su mayor censura al Gobierno. Precisamente, los años perdidos en una política económica equivocada con el balance conocido.

La Razón - Editorial

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