ENCABEZAMIENTO

Este fin de semana en Sevilla terminó la travesía del desierto de Mariano Rajoy. Al menos la que empezó casi en solitario cuando, después de la derrota de 2008, unos cuantos compañeros de partido se dedicaron a ponerle sal en la cantimplora. Ahora viene con la cesta llena y nadie quiere perderse la fiesta. Una sola salvedad, la del harakiri de Francisco Álvarez Cascos, por el que nadie derramó una lágrima.
Todos unidos hasta la victoria final. Se acabaron los problemas. El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, dedicó a Rajoy el abrazo en primera página del sábado porque ya ve un solo líder, un solo proyecto y un solo partido donde no hace demasiado tiempo veía varios. Además, Esperanza Aguirre y su gente han retirado la pancarta del “Yo no me resigno”. Ahora se ofrecen para lo que haga falta: “Hemos decidido querer a Rajoy”, dice un estrecho colaborador de la presidenta madrileña, poniendo el cariño a las órdenes de la voluntad.
Otro de los reticentes con aquel Rajoy acosado desde dentro, el eurodiputado Jaime Mayor Oreja, reapareció en esta cumbre nacional del PP con una perturbadora glosa sobre la muerte de la cultura (si fue al revés, prefiero aparentar que no he registrado semejante barbaridad), entendiendo la cultura como memoria conjunta de la parte más noble del ser humano, donde se cultiva el respeto, la tolerancia y, según el ideario cristiano que dice abrazar el ex ministro, el amor al prójimo.
Todos unidos hasta la victoria final. Se acabaron los problemas. El ex presidente del Gobierno, José María Aznar, dedicó a Rajoy el abrazo en primera página del sábado porque ya ve un solo líder, un solo proyecto y un solo partido donde no hace demasiado tiempo veía varios. Además, Esperanza Aguirre y su gente han retirado la pancarta del “Yo no me resigno”. Ahora se ofrecen para lo que haga falta: “Hemos decidido querer a Rajoy”, dice un estrecho colaborador de la presidenta madrileña, poniendo el cariño a las órdenes de la voluntad.
Otro de los reticentes con aquel Rajoy acosado desde dentro, el eurodiputado Jaime Mayor Oreja, reapareció en esta cumbre nacional del PP con una perturbadora glosa sobre la muerte de la cultura (si fue al revés, prefiero aparentar que no he registrado semejante barbaridad), entendiendo la cultura como memoria conjunta de la parte más noble del ser humano, donde se cultiva el respeto, la tolerancia y, según el ideario cristiano que dice abrazar el ex ministro, el amor al prójimo.
¿Ha pasado página Mariano Rajoy, todo olvidado, pelillos a la mar? De ser así, no habría puesto tanto énfasis en mostrar su agradecimiento a quienes le ayudaron en momentos difíciles. “Lo tengo y lo tendré siempre muy presente”, dijo ayer en su discurso de clausura de la Convención Nacional del PP. Lo uno también sirve para lo otro, pero no hace falta ser explícito.
La apoteosis la protagonizó Mariano Rajoy, ayer a mediodía, con un discurso de intangibles que no se pueden pesar, medir o contar. Ni falta que le hace al líder del PP mientras las encuestas sigan pregonando la bancarrota electoral de sus adversarios. Le basta con alzar la bandera de la “recuperación nacional” y ofrecerse como alternativa capaz de “reconstruir la confianza de los españoles”. Una alternativa para calmar la “sed de urnas” de los españoles que se compromete a “poner el país a punto para los próximos treinta años”. Dicho así, ¿quién se va a oponer a un “gran proyecto nacional” que modernice la economía para favorecer el crecimiento y el empleo?
En resumen, el PP cantó victoria en Sevilla con efectos especiales. Ahora el relato ha de superar el contraste con la realidad. Faltan cinco meses para la primera prueba de las urnas de un discurso dictado por el voluntarismo. Y más de un año para la segunda y definitiva. Solo el tiempo nos dirá si ha sido prematura la euforia en esta barra libre de sonrisas y parabienes que unos 3.000 cuadros del PP han escenificado en Sevilla.
«¿Ha pasado página Mariano Rajoy, todo olvidado, pelillos a la mar? De ser así, no habría puesto tanto énfasis en mostrar su agradecimiento a quienes le ayudaron en momentos difíciles.»El discurso y la propia cumbre de dirigentes nacionales, autonómicos y locales, también se escenificó como el fin de una travesía política del desierto. La del PP como opción electoral. En el hotel Renacimiento, por supuesto. Con las encuestas anunciando la proximidad de la tierra prometida, a Ana Mato (Organización) y Baudilio Tomé (Programas) no se les hubiera ocurrido festejar en un hotel que se llamase Ocaso, Término, Última Estación, o algo parecido.
La apoteosis la protagonizó Mariano Rajoy, ayer a mediodía, con un discurso de intangibles que no se pueden pesar, medir o contar. Ni falta que le hace al líder del PP mientras las encuestas sigan pregonando la bancarrota electoral de sus adversarios. Le basta con alzar la bandera de la “recuperación nacional” y ofrecerse como alternativa capaz de “reconstruir la confianza de los españoles”. Una alternativa para calmar la “sed de urnas” de los españoles que se compromete a “poner el país a punto para los próximos treinta años”. Dicho así, ¿quién se va a oponer a un “gran proyecto nacional” que modernice la economía para favorecer el crecimiento y el empleo?
En resumen, el PP cantó victoria en Sevilla con efectos especiales. Ahora el relato ha de superar el contraste con la realidad. Faltan cinco meses para la primera prueba de las urnas de un discurso dictado por el voluntarismo. Y más de un año para la segunda y definitiva. Solo el tiempo nos dirá si ha sido prematura la euforia en esta barra libre de sonrisas y parabienes que unos 3.000 cuadros del PP han escenificado en Sevilla.
El Confidencial - Opinión
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