martes, 26 de octubre de 2010

José Montilla, a la caza del voto españolista. Por Antonio Casado

Después de estar cuatro años tirando piedras contra su propio tejado, y el de Rodríguez Zapatero, que es el mismo, el presidente de la Generalitat, José Montilla, ha decidido jugar a fondo la carta españolista. Ese es el significado de su desembarco en Madrid. Incluida su comentadísima intervención en “La Noria”, el programa televisivo de la noche del sábado que mezcla la política con el circo. Tal vez, por desgracia, la única forma de conectar a los políticos con la gente.

La secuencia comenzó con su inhabitual presencia en la Fiesta Nacional del 12 de octubre y ayer ya iba por unas declaraciones en Radio Nacional de España. Donde se hace expresa repulsa a pactar con quienes desbordan el marco de la Constitución Española y donde se reclama la participación del líder del PSOE, Rodríguez Zapatero, en la campaña electoral para las elecciones catalanas del 28 de noviembre.


Quien le ha visto y quien le ve, después de encabezar el frente nacionalista contra el frenazo del Tribunal Constitucional al Estatut. Ahora no pierde ocasión de descalificar a quienes se salen de la Constitución, abrazan las tesis secesionistas y se dedican a convocar consultas populares sobre el derecho de autodeterminación. Como si hubiera descubierto de repente que su genética socialista prima sobre su reciente biografía nacionalista. Y ahí tenemos a Montilla descubriendo, o al menos verbalizandolo, que lo suyo es discutir en castellano con Artur Mas, apostar por el Estado del Bienestar y reforzar la convivencia con España. Acabáramos.

«Es inevitable evocar a Esopo y su fábula de la zorra y las uvas. La zorra las despreció porque estaban verdes pero mentía. La verdad es que estaban demasiado altas.»

Que no extrañe a nadie, por tanto, la indisimulada satisfacción que ha causado en Ferraz, sede central del PSOE, este golpe de timón. Lo expresó ayer Marcelino Iglesias, el flamante número tres del partido, en referencia al anuncio del president, formulado el domingo en el Liceo de Barcelona. Según Montilla, la actual alianza de gobierno con los independentistas de ERC (Esquerra Republicana de Catalunya) no se repetirá aunque la suma de escaños lo permitiese. “No solo nos parece bien, sino que nos ha relajado mucho que se olvide del tripartito”, dijo ayer el nuevo secretario de Organización del PSOE. Un alivio para Zapatero, que veía peligrar el yacimiento de escaños catalanes que marcan su distancia sobre el PP en elecciones generales.

Es inevitable evocar a Esopo y su fábula de la zorra y las uvas. La zorra las despreció porque estaban verdes pero mentía. La verdad es que estaban demasiado altas y no podía alcanzarlas. Tan altas, tan inalcanzables, como están ahora en todas las encuestas las posibilidades de que PSC, ERC e IC llegarán a sumar los consabidos 68 escaños de la mayoría absoluta ¿Las hubiera vuelto a convertir Montilla en cuatro años más de “entesa” de haberlo permitido de nuevo la aritmética parlamentaria?

Hagan apuestas. Yo les remito a la encuesta de La Vanguardia. Es aplastante. Anoche daba un 93% de lectores convencidos de que Montilla no descartaría repetir el tripartito si le diera la suma, por sólo un 7 % de lectores que se creen la inesperada repulsa de Montilla con sus socios de ocho años. Que nadie se sorprenda si se disparan los índices de abstención el 28 de noviembre.


El Confidencial - Opinión

Brisas traidoras. Por Alfonso Ussía

Las palabras de algunos gobernantes socialistas estremecen. No aprenden. Cuando fue injustamente relevado de la Jefatura del Estado Mayor del Ejército el general Alejandre Sintes –hoy brillante colaborador de La Razón–, se refirió en sus palabras de despedida al «viento de la traición». Eso que no puede entender un buen militar. La deslealtad, el arribismo y la traición. Repito que me estremecen las declaraciones últimas de algunos gobernantes. No han roto en viento, pero apuntan brisas. No son manifestaciones valientes, sino escoradas, esquinadas y traseras. De nuevo la ETA y sus empleados. «No hay que tomar en balde las palabras de Otegui»; «Están sucediendo cosas interesantes en la izquierda abertzale». «Vamos a acabar con la ETA». Más de lo mismo. Por ahí se moverá el socialista vasco Eguiguren abriendo los caminos de la «negociación». Brisas traidoras.

Lo mismo de lo mismo para lo mismo. Zapatero quiere a Batasuna en las instituciones democráticas. Le ha pedido a Otegui una condena clara del terrorismo. Si a Otegui y demás canallas les acaricia un soplo de pragmatismo, y de acuerdo con la ETA, condenan lo que ellos llaman «violencia», la ETA de los despachos, Batasuna, volverá a imprimirse en las papeletas electorales. Y la ETA no desaparecerá por esa nimiedad semántica. Además de una banda terrorista, la ETA es una empresa. De ella cobran y viven centenares de familias en el País Vasco. Sus fuentes económicas no se ocultan. Los empresarios han recibido un nuevo recordatorio recaudador. Como mínimo, cuatrocientos mil euros por cabeza si quieren mantenerla en su sitio. La ETA continúa comprando armas y fabricando bombas. Es cierto que la lucha contra los terroristas ha sido efectiva en los últimos años. Pero se antoja contradictorio el esfuerzo de las Fuerzas de Seguridad del Estado con la deriva de las palabras de los dirigentes socialistas. Todavía no se han enterado de que una negociación consiste en llegar a un acuerdo entre dos partes civilizadas. Un terrorista no puede negociar porque no cree en ello. Y a muchos centenares de familias que viven del terrorismo no se les convence que ha llegado la hora de hacer cola en el Inem. Matarán hasta que sean vencidos por la ley y la justicia. El PNV no quiere su «derrota policial», como han repetido hasta la saciedad sus oscuros responsables. Un acuerdo con Batasuna es un acuerdo con la ETA. Y ello significaría la más abyecta y asquerosa traición a una sociedad, la española –vascos y catalanes incluidos, faltaría más–, que no desea compartir la normalidad democrática con quienes han hecho correr la sangre de los inocentes durante cuarenta años. Zapatero y los suyos, o Rubalcaba y los suyos, creen que un figurado y bien representado fin de la ETA va a mantenerlos en el poder. Si así es, nos hallaríamos ante un proceso de cloaca, de indignidad absoluta y de traición a la ciudadanía. El poder se mantiene ganando las elecciones, no convirtiendo esas elecciones en un despropósito excremental. Si el fin es ese, no lo van a conseguir. España está harta de la ETA, de los que le apoyan, de los que le hablan, de los que la bendicen y de los que la utilizan para sus fines. Si Batasuna –la ETA–, consigue entrar en las instituciones, el Gobierno de Zapatero no sólo pasará a la Historia por incompetente. La incompetencia se olvida. La traición, no.

La Razón - Opinión

Nuevo Gobierno. Una pregunta para ZP. Por Emilio J. González

Lo único que ha hecho Zapatero, al menos por ahora, es esconder sus dos ministerios y sus dos políticas más controvertidas en sendas secretarías de Estado para luego poder seguir haciendo lo mismo pero sin llamar tanto la atención.

¿Para qué ha servido, en términos presupuestarios, la remodelación del Gobierno que acaba de realizar Zapatero? Desde que se anunció la nueva composición del Ejecutivo, desde las filas socialistas no han parado de lanzar mensajes en el sentido de que, con este nuevo equipo, se da un paso hacia adelante en la solución de la crisis. Algunos de los nuevos nombres que se sentarán en el Consejo de Ministros, como el sustituto de Corbacho en Trabajo, Valeriano Gómez, incluso nos anuncian parabienes por todas partes, con creación de empleo incluida. Posiblemente, este escenario tan optimista que algunos perciben es fruto del subidón de adrenalina que les ha producido su nombramiento como ministros, porque lo cierto es que aquí, mientras algunos vuelven a imaginarse el nacimiento de los tan traídos y llevados brotes verdes, la vicepresidenta económica, Elena Salgado, ya está preparando un Plan B, con subidas de impuestos especiales incluidas, porque las cuentas públicas no cuadran ni por asomo con los objetivos de déficit que dice tener el presupuesto para 2011.

En este sentido, desde las filas socialistas se nos quiere vender que la desaparición de los tan controvertidos como inútiles ministerios de Vivienda e Igualdad forma parte de esa nueva vuelta de tuerca que Zapatero y los suyos quieren dar al ajuste presupuestario. A mí, sin embargo, las cuentas no me salen. Resulta que ambos departamentos se han integrado en los ministerios de Fomento, el primero, y de Sanidad, el segundo, con rango de secretarías de Estado. Resulta también que las titulares de los ministerios desaparecidos, Beatriz Corredor y Bibiana Aído, van a permanecer al frente de dichas competencias pero con un rango un escalón por debajo del que ocupaban y ahora son secretarias de Estado. ¿Qué hemos ganado con ello? Si acaso, algún que otro asesor menos, porque Corredor y Aído siguen en el Gobierno y los funcionarios adscritos a sus respectivos departamentos ahora pasan a incorporarse a Fomento y Sanidad. Por este lado, por tanto, el ahorro de dineros públicos brilla por su ausencia.

Aún así, todavía queda donde meter la tijera. Según el proyecto de cuentas públicas para 2011 que el Gobierno ha presentando en las Cortes, se preveía que el Ministerio de Vivienda tuviera una dotación presupuestaria algo superior a los 1.200 millones de euros, mientras que al de Igualdad se le asignaban algo más de cien millones. Pues bien, si ambos ministerios han desaparecido, lo lógico sería anunciar un recorte en esas partidas, ya que, aunque a los funcionarios adscritos a los mismos hay que seguir pagándolos igualmente, casi todas las políticas en marcha o previstas de ambos departamentos deberían pasar también a mejor vida. ¿Cuánto se va a ahorrar, entonces, con la retirada del Consejo de Ministros de las sillas correspondientes a Vivienda e Igualdad? Esta es la pregunta para la que no encuentro respuesta, porque todavía no he oído decir a nadie en el Gobierno, ni en las filas socialistas, que desaparecidos los ministerios, desaparecidas sus políticas. Por el contrario, lo que me llama la atención es su transformación en secretarías de Estado, porque eso quiere decir que Corredor y Aído podrán seguir haciendo lo que venían haciendo, si bien ahora bajo las órdenes y supervisión de José Blanco la primera y Leire Pajín la segunda. Vamos, que ZP pretende volver a jugárnosla, a nosotros, a la Unión Europea, al Fondo Monetario Internacional y a los mercados, haciéndonos creer que está firmemente comprometido con el ajuste de las cuentas públicas, y que está dispuesto a renunciar a dos de los pilares básicos de su estrategia política por el bien del presupuesto y de la economía española, cuando lo único que ha hecho, al menos por ahora, es esconder sus dos ministerios y sus dos políticas más controvertidas en sendas secretarías de Estado para luego poder seguir haciendo lo mismo pero sin llamar tanto la atención.

En resumen, aquí, de gastar menos dineros públicos nada de nada. Es más, al renacido Ministerio de Presidencia habrá que dotarle de recursos económicos, por pocos que puedan ser éstos. Por tanto, ¿dónde está el ahorro presupuestario de la última remodelación del Gobierno?


Libertad Digital - Opinión

Cosa de hombres. Por Ignacio Camacho

Ni igualdad ni gaitas: cuando se calienta un debate, el español cabreado siempre acaba llamando maricón al adversario.

DESPUÉS de tanto discurso feminista, de tanto énfasis en los derechos homosexuales y de tanto Ministerio de Igualdad, Zapatero ha apelado a la testosterona en cuanto las cosas se le han puesto realmente feas. El igualitarismo a la violeta y el feminismo de salón sonaban bonito cuando la prosperidad permitía políticas de diseño e imposturas posmodernas, pero a la hora de la zozobra el presidente ha decidido atarse literalmente los machos y se ha rodeado de un círculo de pretorianos varones —y barones— para que le saquen del aprieto. El bibianismo ha resultado flor fallida de un bienio escaso y la paridad ha sido sacrificada al pragmatismo. Los cinco rostros dominantes del nuevo equipo de dirección socialista, los dueños del mensaje del partido y del Gobierno, son masculinos: el propio Zapatero, Rubalcaba, Jáuregui, Blanco y Marcelino Iglesias; las señoras quedan relegadas a un papel subalterno. En el momento de la verdad, el progresismo igualitario y el glamour de la pasarela de La Moncloa han pasado a mejor vida porque sólo formaban parte del atrezzo, de la gestualidad impostada de un lenguaje político artificial. Era la última frontera que le quedaba por traspasar al zapaterismo en su brusca reconversión de supervivencia, tras envainarse el proteccionismo social y enmendar la totalidad de su programa; está en juego el poder y eso parece un asunto de hombres.

DESPUÉS de tanto discurso feminista, de tanto énfasis en los derechos homosexuales y de tanto Ministerio de Igualdad, Zapatero ha apelado a la testosterona en cuanto las cosas se le han puesto realmente feas. El igualitarismo a la violeta y el feminismo de salón sonaban bonito cuando la prosperidad permitía políticas de diseño e imposturas posmodernas, pero a la hora de la zozobra el presidente ha decidido atarse literalmente los machos y se ha rodeado de un círculo de pretorianos varones —y barones— para que le saquen del aprieto. El bibianismo ha resultado flor fallida de un bienio escaso y la paridad ha sido sacrificada al pragmatismo. Los cinco rostros dominantes del nuevo equipo de dirección socialista, los dueños del mensaje del partido y del Gobierno, son masculinos: el propio Zapatero, Rubalcaba, Jáuregui, Blanco y Marcelino Iglesias; las señoras quedan relegadas a un papel subalterno. En el momento de la verdad, el progresismo igualitario y el glamour de la pasarela de La Moncloa han pasado a mejor vida porque sólo formaban parte del atrezzo, de la gestualidad impostada de un lenguaje político artificial. Era la última frontera que le quedaba por traspasar al zapaterismo en su brusca reconversión de supervivencia, tras envainarse el proteccionismo social y enmendar la totalidad de su programa; está en juego el poder y eso parece un asunto de hombres.

Con tanto ardor androgénico y tan repentina sobredosis de esteroides no es de extrañar que algunos se hayan pasado de frenada y convertido la consigna de hostigar al PP en barra libre para un debate de garrafa. La broma de Pepe Blanco sobre el plumero de Rajoy tiene un tufillo homófobo de política tabernaria; el ministro se echó atrás ayer ante Carlos Herrera al ver que el envenenado chistecillo trascendía en un contexto de alarmante crecida de crispación ad hominem, pero las risas cómplices del auditorio desmienten el desmentido: si no quería decir lo que dijo su tono equívoco fue interpretado de forma inequívoca, y no es hombre de muchas sutilezas ni ambigüedades. Después de la cabestrada del alcalde de Valladolid y la sobreactuada respuesta del PSOE los ánimos están inflamados en un ambiente de sobrecarga eléctrica. Podemos volver a la confrontación de insulto y garrote, al sexismo de brocha gorda, al comadreo calumnioso y a una presunta masculinidad celtibérica de boina y pana insólitamente propagada por los recientes adalides del posfeminismo.

Al final, la democracia deliberativa, los derechos civiles, el respeto, el talante y otros efectos de posmodernidad retórica no eran más que superestructuras ornamentales de una política tan bronca y tradicional como de costumbre, una testiculocracia de gónadas sobrecalentadas. Ni feminismo, ni igualitarismo ni gaitas: cuando se calienta de verdad un debate, el español cabreado siempre acaba llamando maricón al adversario.


ABC - Opinión

Habanera desafinada

El debut de Trinidad Jiménez como responsable de Asuntos Exteriores ha sido decepcionante para quienes esperaban que con ella se abriera una etapa más sensata y menos sectaria que la de su predecesor. El caso de Cuba era un test de primer nivel para calibrar la política de la nueva ministra y su voluntad de mejora en la defensa de los derechos y las libertades de los cubanos. Jiménez ha suspendido la prueba con alarmante mediocridad. Tal vez demasiado acostumbrada a seguir la pauta que otros le marcan, la debutante no aportó nada apreciable a la reunión de la UE en Luxemburgo sobre la Posición Común ante Cuba y se limitó a recitar como un papagayo el libreto de Moratinos, a saber: que la dictadura castristra está haciendo «notables esfuerzos» en la dirección apuntada por Europa y que, en contrapartida, ésta debería emitir señales positivas hacia La Habana. Jiménez entiende por «notables esfuerzos» en favor de los derechos humanos que el régimen comunista haya deportado a una treintema de presos políticos, la mayoría de los cuales ha sido acogida por el Gobierno español, mientras que los demás se pudren en las cárceles a la espera de que suba su «cotización» en el mercado europeo. Jiménez habla de «avances» ocultando la represión contra las Damas de Blanco y las redadas periódicas que la Policía política realiza entre los disidentes, a los que amenaza y maltrata. Curiosa forma de trabajar por la libertades democráticas. Cuando ni siquiera el heroico Guillermo Fariñas tiene asegurada su salida de Cuba para recibir el premio Sajarov del Parlamento Europeo, ¿cómo es posible que la ministra de Exteriores pida a sus homólogos europeos que cambien de actitud hacia Cuba? Quien tiene que modificar su política no es la UE, sino el brutal régimen castrista. Y convertir a los presos políticos en moneda de cambio es una indignidad a la que ningún país democrático debe prestarse. Con la dictadura cubana se debe actuar con los mismos principios morales que con los terroristas: no deben obtener nada a cambio de sus asesinatos, ni ventajas comerciales, ni reconocimiento internacional, ni coartadas institucionales. No es de recibo que la tarjeta de presentación de Jiménez haya sido una invocación a la «negociación bilateral» entre Europa y Cuba, como si se tratara de dos entidades homologables éticamente y de la misma naturaleza política. Alguien podría aducir que la nueva ministra está condicionada por la herencia envenenada de su antecesor, de modo que debe dársele tiempo para rectificar. Sin embargo, es de temer que uno y otra compartan los mismos prejuicios ideológicos que justifican las atrocidades del castrismo o, al menos, las minimizan. Como era previsible, la UE volvió ayer a desdeñar el enésimo intento del Gobierno español de atemperar su relación con La Habana. Por fortuna, a los cubanos aún les queda una Europa razonable y cuando dentro de un tiempo se rememoren estos años de persecución, los españoles habremos de lamentar que nuestro Gobierno no estuviera a la altura del desafío, que se situara más cerca de los verdugos que de las víctimas y que hiciera de abogado de la dictadura más sangrienta de Hispanoamérica.

La Razón - Editorial

Mantener la presión

No basta con que Batasuna pida a ETA una tregua; debe conseguir que deje las armas.

Los dirigentes de Batasuna han llegado a la conclusión de que sus objetivos son más fácilmente alcanzables por la vía política que por la terrorista. Por eso piden a ETA que decrete una tregua unilateral e incondicional, en términos similares a los empleados por Otegi en su reciente entrevista. También decía Otegi que la extorsión a los empresarios "debe desaparecer". Son palabras que hasta hace poco eran impensables en dirigentes que hablaban de "persuasión armada". Pero lo que no hacen es aplicar lo que tales palabras indican.

No es solo que se resistan a emplear el vocablo "condena" cuando se les pregunta qué harían si ETA vuelve a atentar; es que ni siquiera han considerado necesario solidarizarse, como los demás partidos, con el ex consejero socialista del Gobierno vasco José Ramón Recalde, víctima este pasado fin de semana, 10 años después de que ETA intentara asesinarle, de nuevas pintadas amenazantes. Tampoco han dicho nada sobre la nueva oleada de cartas de extorsión denunciada por los empresarios.


Hay un pulso entre Batasuna y la jefatura de ETA por determinar quién manda en la izquierda abertzale. Es un paso importante porque antes no había dudas al respecto: mandaban las pistolas y los otros acataban. Incluso cuando no estaban de acuerdo, como al parecer ocurrió en relación a la ruptura de la tregua con el atentado de la T-4. Y no hay duda de que ese paso no hubiera tenido lugar si el Gobierno hubiera hecho caso a las voces que después de Barajas le decían que nunca hay que romper del todo los hilos con los terroristas, con vistas a otra posible negociación.

Por eso, tan importante como los últimos pasos verbales de Batasuna es que, tras el encuentro entre Zapatero, Rubalcaba, López y Ares del sábado, todos los interlocutores concluyeran que deben mantener la política antiterrorista seguida desde la ruptura de la tregua de 2006, incluyendo el consenso forjado en torno a esa política. Lo mismo había dicho horas antes el nuevo ministro de la Presidencia, Ramón Jáuregui: "Hemos llegado a esto porque hemos estado unidos y los diferentes Gobiernos han hecho su trabajo en los últimos 10 años".

Ignorar que sí ha habido cambios en la actitud de Batasuna sería despreciar ese trabajo, en particular a partir de su ilegalización. Ha sido esa política la que ha puesto a los de Otegi ante el dilema que durante años trataron de esquivar: balas o votos, y no votos condicionados por las balas. Sería absurdo que, ahora que saben que tienen que elegir, se rebajase el nivel de exigencia democrática para que puedan participar en las elecciones. Decía Otegi que a Batasuna se le debían exigir las mismas garantías que a cualquier otro partido. Sin embargo, después de 30 años de beneficiarse de su parentesco con una banda que amenazaba y mataba a sus rivales políticos, tal igualdad solo podría establecerse tras la definitiva desaparición de esa banda; objetivo que nadie está más obligado a propiciar que Batasuna misma.


El País - Editorial

Trini se estrena con un desatino

Debe de ir inscrito en alguna parte del código genético de los Gobiernos de Zapatero una lenidad extrema con los déspotas caribeños. No tiene otra explicación sino la lamentable actitud de nuestro Ministerio de Exteriores hacia el castrismo.

Mal empieza la nueva ministra de Asuntos Exteriores. Si pretendía hacer una demostración de continuismo con la infame política de su antecesor, lo ha conseguido de pleno apelando al diálogo con la dictadura castrista ante la Unión Europea. Esta vieja demanda de Moratinos, sumada a la del levantamiento de las sanciones por parte de los Veintisiete, es el programa máximo del socialismo español en lo que a política cubana se refiere. A cambio el régimen de los Castro poco o muy poco ofrece. Alguna que otra excarcelación y vagas promesas de reforma que nunca se materializan en nada concreto.

Con esto y con mucho menos el Gobierno español se da por satisfecho. Desde que llegó al poder hace más de seis años, Zapatero ha impreso un toque muy personal a las relaciones con Cuba que, tratando de "normalizarlas", las ha llevado a extremos totalmente absurdos como la reciente crisis de los refugiados por la que supo pasar de puntillas para que no le salpicase. Esta tolerancia absoluta con los desmanes del tirano se ha cobrado, por de pronto, la dignidad de disidentes que, como Guillermo Fariñas, premio Sajarov del Parlamento Europeo, nada tienen que agradecer al Gobierno español y mucho que reprocharle.


Trinidad Jiménez tenía la oportunidad de dar un golpe de timón y arreglar en lo posible el monumental desaguisado diplomático que ha recibido como herencia. Pero, lejos de matizar la postura española y devolver el asunto a los cauces normales, se ha reafirmado en los atavismos procastristas propios de Moratinos. Debe de ir inscrito en alguna parte del código genético de los gobiernos de Zapatero una lenidad extrema con los déspotas caribeños. No tiene otra explicación sino la lamentable actitud de nuestro Ministerio de Exteriores hacia una de las dictaduras más abominables de todo el mundo.

Y no hay lugar a equívocos. España debe esforzarse en mantener y fortalecer los lazos con Cuba, nación hermana que lucha desde hace medio siglo por su libertad, pero extremar las precauciones hacia su Gobierno, una tiranía comunista de la peor especie que tiene secuestrado el país mediante el uso y el abuso de la violencia y la coacción en todos los ámbitos de la vida. Esa debe de ser la principal preocupación de nuestros ministros de Exteriores y no ejercer de portavoces oficiosos de los hermanos Castro y su odioso régimen dictatorial.

La Posición Común europea no debe variar un ápice mientras en Cuba no se abra un auténtico proceso democratizador en el que concurran todos los cubanos sin importar la filiación política o ideológica, incluyendo, claro está, a la inmensa Cuba errante que vive repartida por el mundo en un interminable exilio. Esa es la única política cubana que una democracia europea puede permitirse. El resto es simple y llana traición a la Cuba que sufre la dictadura disfrazándolo de juegos florales.

Jiménez no se hace ningún favor hablando en nombre de los Castro, tampoco nos lo hace a los españoles, a quienes representa, y, por supuesto, cada vez que pide diálogo con el verdugo propina una dolorosa puñalada por la espalda a los dos millones largos de desterrados y al creciente número de disidentes que viven dentro de la isla.


Libertad Digital - Editorial

La UE desconfía del castrismo

España ha perdido el consenso de los países de la UE para liderar la política hacia Cuba, y por ello será Ashton quien se encargue de los contactos.

LA posición común sobre Cuba que la UE aprobó en 1996 y que condiciona las relaciones con La Habana a los avances en materia de democratización del régimen totalitario es un enfoque políticamente impecable, dentro de los principios de defensa de la libertad y promoción de la democracia. La razón por la que la dictadura cubana desea que sea anulada es más que evidente, puesto que puede ser utilizada —como así fue antes de la llegada al poder del actual Gobierno socialista— para honrar a los disidentes que arriesgan su libertad pidiendo el respeto a los Derechos Humanos en la isla. Por ello, que los ministros de Asuntos Exteriores europeos hayan aceptado mantener su vigencia es una decisión acertada que debería poner fin a los insensatos intentos del Gobierno español de cumplir los deseos de la dictadura cubana, al menos mientras no se produzcan avances más significativos que enviar al exilio a presos políticos.

Sin embargo, los ministros también han acordado dar un mandato a la Alta Representante, Catherine Ashton, para que «explore» las posibilidades de establecer un acuerdo bilateral entre la UE y Cuba, que es el único país de la zona con el que no existe este tipo de relación. La primera consecuencia de la llegada de Trinidad Jiménez al Ministerio de Asuntos Exteriores, aunque probablemente sea más el fruto de la obsesión de su antecesor por aproximarse al régimen de los Castro, es que se ha demostrado que España ya no tiene el consenso de los demás países europeos para liderar la política hacia Cuba y que por ello será la Alta Representante la que se encargará de los posibles contactos. La satisfacción de Jiménez por el lenguaje de lo que se ha acordado informalmente en Luxemburgo no está justificada en este aspecto.

Lo que no ha cambiado es que el futuro de las relaciones entre Cuba y la UE sigue en manos de la dictadura castrista, a la que es necesario convencer de que no podrá haber normalización sin una verdadera reforma democrática. La Habana ha tenido siempre la posibilidad de llevar a cabo gestos que habrían allanado sus relaciones con la UE además de aliviar —y eso sería lo verdaderamente importante— las condiciones de vida de los cubanos. Pero hasta ahora siempre han respondido con un portazo.


ABC - Editorial