jueves, 23 de diciembre de 2010

El final que merece ETA

El fin de ETA ha de ser victorioso para la democracia. Sería un sarcasmo sangriento que los genocidas de ETA tuvieran un final tranquilo.

UNA vez más, ETA ha conseguido crear expectación en torno a un comunicado que se daría a conocer de forma inmediata y con el que anunciaría un alto el fuego permanente y verificable. A renglón seguido habrá que preguntarse de qué servirá que ETA anuncie su enésima tregua, cuando es conocido su criterio de que las treguas están al servicio de su estrategia terrorista y de que, por esto mismo, las utiliza para confundir a los demócratas, recuperar fuerzas en etapas de recesión terrorista y hacer hueco a sus sicarios de Batasuna para participar en las siguientes elecciones. De hecho, los terroristas han vuelto a robar en Francia materiales para falsificar documentos y se sospecha que han podido hacerse también con un vehículo. Es una repetición de la farsa de 2005-2007, durante la cual ETA lanzó el señuelo de la tregua y aprovechó para recomponer sus maltrechas filas.

Y aunque fuera cierto que ETA se encuentra en estado terminal, ahora más que nunca hay que tener aprendida la lección de que bajo ningún concepto ETA puede administrar su extinción para procurarse los beneficios que no ha obtenido mientras ha estado asesinando, de que su desaparición ha de ser el resultado de una derrota en toda regla, policial y judicial, y de que su paso a la historia debe estar escrito como el de una pura y simple organización criminal. Por eso, también el final de ETA debe conllevar el de su deslegitimación histórica y social, no con el recuerdo de «activistas» de buena fe que confundieron el romanticismo con la violencia. Simples asesinos, y nada más. Y esta es la responsabilidad del Gobierno vasco presidido por Patxi López, quien sólo va a tener una oportunidad para echar el candado a un tiempo de oprobio nacionalista. Es la oportunidad que debe aprovechar con el apoyo del PP.

El fin de ETA ha de ser victorioso para las víctimas y para la democracia, sin cambiar de estrategia para lograr un magro anticipo de unas semanas o unos meses. Y si la lógica de la ética, del Estado de Derecho, de la justicia, obliga a esperar más, siempre será mejor que dar a los terroristas la última baza, o permitirles el consuelo de decir que acabaron cuando quisieron. Embarcada nuestra Justicia en perseguir los genocidios cometidos en los cuatro puntos cardinales del planeta, sería un sarcasmo sangriento que los genocidas de ETA tuvieran un final tranquilo.


ABC - Editorial

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