jueves, 11 de noviembre de 2010

Vergüenza ajena y oprobio común. Por Hermann Tertsch

El régimen marroquí no se distrae estos días con las maravillosas relaciones que mantiene con Zapatero.

UNA de las pocas formas que nos quedan ya para intentar huir de la vergüenza que produce la actuación de nuestro Gobierno en el exterior es ejercitar la certeza de que otros españoles lo sabrían hacer de otra forma. Por desgracia es cierto que nos representan a todos en el mundo por haber sido elegidos por una mayoría. Pero también lo es que hay muchos españoles con preparación, criterio y carácter que nos representarían y defenderían los intereses de España con dignidad, eficacia y altura de miras. Decir que lo harían mejor es no decir nada, porque hoy lo difícil es encontrar a quien pueda hacerlo peor. Antes de considerarse un enviado de la Providencia Progresista, nuestro Gran Timonel le dijo a su consorte aquello de «Sonsoles, no te puedes imaginar cuantos cientos de miles de españoles podrían gobernar». Un instante único aquél, en el que brotó tamaña verdad de sus labios. A estas alturas de la tragicomedia del zapaterismo podemos decir que el listón no es ya obstáculo ni para el más torpe de los reptantes. Por lo que no son centenares de miles sino millones, señora consorte, los que gobernarían sin hacer el daño que su marido ha hecho. En nuestra política exterior estamos viviendo horas estelares del zapaterismo químicamente puro. El dislate generalizado ha alcanzado cotas orgiásticas del despropósito. El ridículo y el oprobio son ya la percepción constante en un serial interminable de torpezas y barrabasadas. Cierto, como dicen fuera, que los españoles tienen al Gobierno que han elegido. En nuestro descargo cabe alegar que nadie en su sano juicio podía prever lo que nos venía encima. Estaba claro que habríamos de pagar por una política exterior sin principios, sin profesionalidad, sin carácter, criterio ni firmeza. Una política que nos ha marginado en nuestro espacio natural de las democracias occidentales, donde España ya solo cuenta como fuente de preocupación e inseguridad económica. Solo nos tienen ya en cuenta esos regímenes dictatoriales o autoritarios que por afinidades ideológicas este Gobierno ha apoyado y financiado. No para agradecerlo. Para pagarnos con insultos, desplantes y desprecio. Venezuela o Cuba, Bolivia, Mauritania o Marruecos, ¡qué más da! Nuestra obsequiosidad es ya humillación y tiene además humillación por respuesta. Así es el mundo. Si no nos respetamos nosotros, ¿por qué iban a hacerlo otros? Ayer fue otro día de auténtica vergüenza en la gestión española de la crisis marroquí. Por un lado salía la ministra Trinidad Jiménez negando muy enfadada que hubiera sido avisada de antemano de la bárbara operación policial marroquí. El diario El Paísasegura que sí lo sabía. Dada la impotencia del Gobierno, casi da lo mismo. En el Parlamento, el ministro de la presidencia Jáuregui, se hacía tal lío al explicar dicha impotencia, que acabó atribuyendo a Marruecos la soberanía territorial sobre el Sáhara. Después dijo que no quiso decir lo que dijo. Da igual también. Miren que nos dijeron que Jáuregui venía de ministro porque se explica muy bien. Periodistas franceses pudieron viajar a Marruecos para visitar los escenarios que el régimen de Mohammed VI tenga a bien enseñarles. Los periodistas españoles poblaban los aeropuertos a la espera de que el Sultán les deje entrar a mirar un poquito. Mientras continúa la operación de terror contra la población, las detenciones y los saqueos. El régimen marroquí no se distrae estos días con las maravillosas relaciones que mantiene con Zapatero y Rubalcaba. Quizás allí crean que estas relaciones son exclusivamente para cuestiones de protocolo y privilegio de tantos líderes socialistas que han hecho de Marruecos su particular y muy privilegiada alternativa a la Costa Azul.

ABC - Opinión

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