lunes, 22 de noviembre de 2010

Castigo definitivo al tripartito

El PSC, además de pagar una mala gestión, está respondiendo por el travestismo ideológico y por pactar con una formación extremista como ERC.

LOS datos de la encuesta realizada por DYM para ABC sobre las elecciones catalanas del 28-N ofrecen dos conclusiones claras y ya conocidas. La primera es que CiU accederá al gobierno de la Generalidad con un número de parlamentarios cercano a la mayoría absoluta (entre 60 y 62 diputados). La segunda es que el tripartito sufrirá un duro revés, con la pérdida en conjunto de entre 15 y 16 escaños. Sólo los eco-comunistas de ICV se salvan de la quema, en la que caen los socialistas, con 6 actas menos y, sobre todo, los independentistas, con diez menos. Salvo que la última semana de campaña electoral movilice al electorado abstencionista, que rondará el 48 por ciento, el resultado se decantará por una vuelta del nacionalismo de CiU al poder que abandonó hace dos legislaturas. Escasa participación, desinterés ciudadano y mensajes repetitivos vuelven a ser los rasgos de unas elecciones dominadas por la rutina del debate nacionalista y victimista y el estancamiento de su clase política.

La variable que resta por despejar es la alianza que tendrá que firmar Artur Mas para ser investido presidente de la Generalidad porque la situación, según DYM, es que le faltan entre seis y ocho escaños. El CiU electoralista y soberanista no debería ser el CiU de gobierno. Normalmente no lo ha sido hasta ahora y, por esta trayectoria, sería deseable que una vez a las puertas de la Generalitat, Artur Mas se decante por la responsabilidad antes que por el maximalismo soberanista, que tampoco ha sido especialmente rentable al tripartito. Montilla, además de pagar una mala gestión, está respondiendo por el travestismo ideológico de su partido y por los costes de pactar con una formación extremista como ERC. Obviamente, a Rodríguez Zapatero le conviene un pacto entre CiU y PSC para reforzar su último cuarto de legislatura, pero a día de hoy parece altamente improbable. Sólo si CiU quiere estar en el postsocialismo de 2012 y en propiciar una alternancia en Cataluña, el Partido Popular sería el interlocutor más adecuado para ambos escenarios. La superación de prejuicios y discursos hostiles se antoja como un esfuerzo menor ante la necesidad de impulsar el cambio político a nivel nacional, que debe transitar por Cataluña ahora y por las autonómicas y locales de 2011, después. La disyuntiva de Mas es simple: aguantar a Zapatero en su sillón o dar el primer paso para una nueva etapa en Cataluña y en España.

ABC - Editorial

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