miércoles, 13 de octubre de 2010

Zapatero, abucheado: mal día para deshojar la margarita. Por Antonio Casado

La tarta de la Fiesta Nacional se la estamparon en la cara al presidente del Gobierno. Una vez más Rodríguez Zapatero volvió a robarle protagonismo a la cabra de la Legión. Ya es un clásico. Como los micrófonos chivatos. O como la lectura en los labios para descifrar conversaciones furtivas. En el vídeo de ayer, por cierto, hay perlas capaces de competir con el famoso cruce verbal de Fernández de la Vega y la presidenta del Tribunal Constitucional, Maria Emilia Casas, que ya forma parte de las mejores leyendas urbanas del 12 de octubre.

Los abucheos de la mañana al presidente del Gobierno se quedaron a vivir en los corrillos del Palacio Real y en las redacciones. Veinticuatro horas después dan para una tesis sobre el pueblo soberano y su código de señales acústicas. A modo de conclusión, sólo vale lo que se dice en las urnas pero antes suena en la calle. Por lo general. Y tampoco conviene dejar fuera de la indagación la capacidad del poder para silenciar o potenciar esas señales, según convenga.


Quienes ayer siguieron el desfile en directo por la televisión pública no me dejarán mentir. Parecía una retransmisión del malestar del público, como si alguien estuviera interesado en multiplicar sus efectos. Contra el presidente del Gobierno, por supuesto, pero debidamente subrayada la coincidencia de los abucheos con imágenes de grupo (gobernantes, titulares de las instituciones, clase política en general); con la imagen conjunta de Zapatero y el Rey, don Juan Carlos; con el solemne silencio en memoria de los caídos en actos de servicio, o con los primeros acordes del himno nacional.

«Si Zapatero anunciara ahora su renuncia, su liderazgo sería aún más débil y viviríamos en la provisionalidad política hasta las elecciones.»

Sin embargo, los medios poco sospechosos de afinidad a la causa del zapaterismo sostenían ayer que este año las muestras de desaprobación popular han quedado amortiguadas y Zapatero no las ha recibido tan contundentes, tan sonoras, tan cercanas, como en ediciones anteriores de la Fiesta Nacional.

Por la distancia del público a las tribunas de autoridades de invitados, que este año era mayor, o por la ausencia de pantallas, pueden haberlo percibido así quienes estuvieron físicamente presentes. Pero quienes lo siguieron por televisión recibieron una sobredosis de abucheos con inequívoca dedicatoria: “¡Zapatero, dimisión¡” ,“¡Zapatero, dimisión¡”, y así sucesivamente, con el consiguiente paseo de la cámara por la orografía facial del presidente, al que no le sirvió de nada entrar discretamente por la parte de atrás de la tribuna para evitar el paseillo. Al llegar el Rey, el maestro de ceremonias ante el micrófono dijo con voz alta y clara: “El presidente del Gobierno se dispone a recibir a Su Majestad…”. Y entonces empezó la pitada, que se repetiría en numerosas ocasiones a lo largo de la mañana.

Mal día para deshojar la margarita sobre su candidatura a las próximas elecciones generales. Dice que lo hará cuando toque y que será una decisión muy personal. Si anunciara ahora su renuncia, su figura sería aún más vulnerable, su liderazgo aún más débil y viviríamos en la provisionalidad política hasta las elecciones. Cierto. Pero si la decisión fuese la de repetir debería anunciarlo sin problemas. No sería la primera vez que un presidente ejerce pensando en su reelección. Salvo, insisto, que ya haya tomado la decisión de no presentarse. Sólo en tal caso tiene lógica su silencio.


El Confidencial - Opinión

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