jueves, 28 de octubre de 2010

Iguales en confusión. Por M. Martín Ferrand

Cuando la Historia juzgue la obra de Zapatero, tendrá que ponderar en lo que valen los inventos de Bibiana Aído.

EL pensamiento de Bibiana Aído, en lo que se nos alcanza, no es baldío. Todo lo contrario. El hecho de su reconversión de ministra de Igualdad a secretaria de Estado de lo mismo obedece a razones presupuestarias; pero, cuando la Historia juzgue la obra de José Luis Rodríguez Zapatero, tendrá que ponderar en lo que valen los inventos de una miembratan singular en la familia socialista. Cuando menos en el mismo rango que los inventos del TBO que divulgó en el tristemente desaparecido semanario el Profesor Franz de Copenhague. Es más, en su nueva etapa de Gobierno y con la tutela de la nueva titular de Sanidad, Leire Pajín, Aído lucirá en todo el orbe por su tesón y su brío en la defensa del igualitarismo que, llevado a sus límites, pudiera acabar con la especie humana.

El diputado socialista José Alberto Cabañes, Dios le ampare, ha recogido la semilla de la ministra disminuida y acaba de conseguir en el Congreso, con el —¡único!— voto en contra del PP, la aprobación de una Proposición no de ley para solicitar al Gobierno que «elabore e impulse protocolos de juegos no sexistas» para su implantación en los tiempos de ocio y recreo en los colegios públicos y en los concertados de la Educación Primaria. ¿Qué es lo que busca un niño cuando investiga un juguete nuevo y lo manosea hasta el destrozo total? Antes de conocer el pensamiento ilustrado de Aído y el científico —es ginecólogo— de Cabañes, me hubiera atrevido a pensar en la innata curiosidad del ser humano, en su capacidad de buscar lo desconocido y utilizar con destreza el dedo pulgar —las dos notas de la superioridad humana—; pero habría que empezar a pensar que, lo mismo en las entrañas de un muñequito de Playmobil que en el interior de la máquina de un tren eléctrico los niños buscan sexo. Jugar a la pelota no es inocente. Ni saltar a la comba.

En otro tiempo y en otras circunstancias menos graves y más llevaderas para los ciudadanos, podría extenderse a todos los obsesos de lo igualitario, a quienes confunden los derechos con las obligaciones, el beneficio de la duda; pero, como sería injusto suponer la falta de enjundia en socialistas de tanto postín, cabe pensar en la contumacia socialdemócrata para que el Estado, a empellones con la sociedad, ocupe todo el espacio tradicionalmente reservado al individuo. El Estado que aporta la fecundación in vitro para que podamos ser concebidos y nos acompaña, previo pago de su importe, hasta más allá de la muerte, hasta el cementerio y los herederos, quiere también organizar nuestros juegos infantiles. Es el progreso, los mayores no pueden fumar ni los niños saltar a pídola.


ABC - Opinión

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